Hilo potencialmente reconvertible: ¿En qué destacan los gitanos?
Acabo de ser testigo de un hecho inédito para mis sentidos. Ya sabía, gracias a este foro, que los gitanos eran una de las peores escorias que pudo parir la Humanidad, pero nunca había tenido ocasión de comprobarlo por mí mismo.
Es más, una vez, paseando al perro, me topé con una gitana oronda que comía donuts, y el perro fue directamente hacia ella para mendigarle alguna miga. Pues bien, la gitana quiso regalarme uno, y me costó convencerla de que no deseaba nada. Pero me fui con una sensación de buenrollismo tremenda.
Claro que, días después, cuando me la topé por casualidad, de vuelta del supermercado, me pidió cincuenta céntimos para comprar algo, y me sentó mal decirle que no tenía pasta (aunque era cierto, incluso saqué la billetera y se la enseñé por dentro). En eso hay que reconocer que son listos, imagino que saben que a los payos nos suele carcomer la culpa con más frecuencia e intensidad.
Pues bien, hoy, cuando estaba en la caja del Mercabrona esperando a que me tocara el turno de pagar, observé una peculiar escena que transcurría en la caja de enfrente:
Ingredientes:
-Una gitana vivaracha, manipuladora y pícara.
-Un hijo de gitana listo cual roboc y con cuerpillo enclenque y ojos enternecedores a la par que inquieto a más no poder.
-Un par de cajeras blancas, bastante ajadas y con mucha paciencia.
Preparación:
-La gitana sonríe y dice con mucha ternura: "ay mi hijo qué majo es, ¡¡PÓRTATE BIEN!!, ay míralo qué travieso es", mientras la cajera los mira con algo de suspicacia, pero sin perder la amabilidad que les caracteriza.
-La cajera que les atiende ve que el niño lleva una mochila a tope de grande, y le pide que le enseñe su interior.
-El niño se lo enseña inocentemente. La cajera, sin dar muestras de asombro ni enfado, retira del mismo un pastelito de la Pantera Rosa, un detergente para suelo, y una bolsa de patatas fritas. La gitana alza las manos en signo de desesperación, mientras menea la cabeza con una sonrisa de supuesta resignación. Yo, ahí, descojonándome por dentro.
-El niño cierra la mochila y se apresura a salir del supermercado. Se aposta contra una de las columnas de la fachada, imagino que a propósito, para que no le viéramos. La gitana se excusa todo el rato, sin dejar de sonreír como queriendo dar pena por tener un hijo tan travieso.
-Mi cajera habla un rato con la de la caja de enfrente, y, tras mirar por el vidrio de la fachada, se va directamente hacia el pequeño. Veo cómo se encorva hacia él, aunque el resto de la escena me lo tapa la susodicha columna.
-Mi cajera vuelve con una ristra de salchichones, un pack de jamón serrano high quality, y una crema facial para mujeres de avanzada edad. La mochila parece que tenía doble fondo. El owned es brutal. Yo no puedo evitar ya descojonarme de verdad, mientras los demás miran a la gitana con cara de desaprobación. La gitana todavía sigue sonriendo y meneando la cabeza, como si la cosa no la hubiera planeado ella.
Para cuando iba a ver el desenlace, me tocó pagar, así que no pude asistir al final. Pero las cajeras no parecían cabreadas. Más bien, pareció que estaban más que acostumbradas.
Cómo mola salir a la calle, coño.