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Frikazo
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Ya que me he dejado en ridículo a mí mismo, voy a narrar aquí una anécdota vivida en primera persona, hace ya algún tiempo. Luego ya si tal me metéis una paliza por desvituar el hilo.
En la calle Postigo de San Martín, junto a la entrada de la tienda de discos "La Metralleta", se asentaban, de manera y horarios más o menos frecuentes, una cuadrilla de artesanos del soplado pulmonar de instrumentos de viento dulce.
La famiglia estaba compuesta de una pequeña orquesta de 3 instrumentistas de fondo, 1 arreglista de sonido y 2 mánagers. Digamos que el tinglado se sostenía por pura gracia divina. Yo los conocía de vista, soy pocero pero incluso hediendo peor que ellos y con el mono lleno de tropezones de 4 semanas de fabada litoral de la bajante de piso 3º me seguían pidiendo su euro de rigor, tax free.
Pero toda banda de rock que se precie termina muriendo de éxito, por causas directas o indirectas. Estando reposando la comida y estirando un poco las piernas me acerco a la ya citada tienda de discos a ver si tienen algo de los Bathory. En ésas, el mánager principal le suelta al de recursos humanos, "oyes, pídete por ahí un piti o algo". En ese momento detengo mis pasos hacia la tienda. Aún no sé por qué lo hice. Algo levitaba en el aire.
Su primer encargo. Pedir un cigarro. La sangre a flor de piel, los ojos en blanco. Había que dar la talla. Pero había un pequeño hándicap; el 98% de los transeúntes son turistas. Da igual, el nuevo es políglota. Se tira al cuello de alemanes, japos, italianos. Lo que sea. Pasan ya no de él, sino de arrimarse a él.
Se queda inmóvil unos instantes, como hueco por dentro. En voz alta, suelta para sí mismo "al siguiente que pase y no me de un cigarrillo le meto una colleja".
Como ya he dicho, el 98% de los allí paseantes eran extranjeros. Pero este genio del cosmos hizo diana sobre una pareja que venía hablando en castellano, de sus cosas. Dijo la frase y pasaron de su culo. Doble resquemor, debió de pensar, me han entendido y pasan de mi culo. Zas, colleja sobre uno de ellos.
Se paran ipso facto, se giran, le enganchan por el antebrazo y lo reducen en 0,
En cuestión de segundos aquello se transforma en una vorágine de flautas volando, perros corriendo sin rumbo y paisanos corriendo tras la orquesta. No olvidaré aquello en mi puta vida, Murphy bajó del puto cielo aquella tarde.
Mo ha sido ni la primera ni será la última vez que pase eso.