Mi tricste experiencia yleniana.
Imagino, lamentablemente con un 99% de seguridad, que se la habrá follado.
Pero, a pesar de todo, la entiendo. Nosotras, las mujeres, somos impulsivas, irracionales. Sabemos cómo hemos de pensar y actuar, pero... el cuerpo nos pide otra cosa, y, como mujeres, somos más débiles. A vosotros, los varones, el cuerpo también os pide cosas contrarias a lo que la moral os dicta férreamente. Pero estáis mejor equipados, mejor preparados para hacer frente a los instintos.
Siento mucha pena cada vez que veo a amigas mías quejándose de que las están maltratando, pero que aún así no pueden evitar ir a verles. ¿Quieren sexo? No, quieren estar con esas personas que tanto las enamoraron -ya sea por una razón u otra-, y de quienes no pueden comprender por qué se las maltratan, si ellas son tan entregadas, abnegadas... "¡¡NO QUIERO ESTAR MÁS CON ÉL!!", el cerebro te grita eso, muchacha, y lo entiendo, te sientes tan mal que incluso vomitas de puro asco hacia ti misma, pero en el fondo sabes que lo deseas... que quieres que algún día se dé cuenta de lo enamoradísima que estás de él. Que te pida perdón por manipularte, aún sabiendo que eres débil.
Las mujeres somos discapacitadas emocionales. Somos, por regla general, incapaces de controlar lo que sentimos, y es una debilidad fácilmente detectable por el sexo opuesto. Por esa razón, le tengo terror al varón. Yo también soy débil, y no quiero que me hagan daño.
Desde los 20 a los 23 años, estuve muy enganchada de un tío del que me enamoré tras un día entero de asombrosa conexión y una noche de sexo intenso. Fuimos novios durante medio año sólo, pero tras la ruptura, él quería sexo. Así que me convertí, sin quererlo, en su receptáculo de semen. Me enviaba sms humillantes: "Pásate por mi piso y me haces una mamada", "Anímate a ir a un intercambio de parejas, que yo te cuido" (facepalm). Pasaba por allí, cabreada y a punto de llorar, pero necesitadísima de su afecto. ¡Era él... el chico de quien TANTO me había enamorado! Y como sólo deseaba una mamada, como la mamada era el precio para conseguir unos mimos suyos como los de antaño, se la hacía. La recompensa era dulce: toda una tarde entera abrazados en la cama. Pero tenía que rebajarme para conseguirla. Y cada día me preguntaba: "¿Cómo conseguirlo sin tener que chupársela o dejarme taladrar?". Y es que todo deseo por él se me había esfumado, señores, se me había esfumado. Me sentía realmente una prostituta. Cada tarde, al volver de su casa, zigzagueaba mientras recordaba, como en un estado postraumático, el momento en que DE NUEVO me había rebajado a PURA MIERDA, A UN MALDITO GUSANO. Mi agresividad hacia él fue en aumento: quería darle asco, quería que huyera. Pero él seguía ahí, aguantando, tratándome como mierda, estoico y firme ante mis perplejos ojos y mi boca rezumando (literalmente) bilis. Al fin llegó el día en que me lo confesó: "Te quiero". Nunca dejó de quererme. Pero yo ya no le quería. Primero se fue el deseo; luego se fue el amor. Me había rebajado tanto ante él, que sentía mucha vergüenza de mí misma y odio hacia él, por PERMITIRLO.
Así pues, muy a mi pesar, no pude volver a disfrutar de él como cuando éramos novios. Seguí follando con él, ya con cariño y sinceridad, pero sin sentir amor. Cuando al fin se fue de la ciudad, le olvidé. Aunque él sigue hablándome por el msn... y yo le trato como a un pajillero de mierda. Eso me sabe tan mal, pero es el instinto, no puedo evitar reírme de los débiles.
Una conclusión de entre varias que saqué en limpio de dicha experiencia es que el amor es tan poca cosa, que no merece la pena callarse lo que uno siente por otra persona.