Robert Canta
Freak
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¿Qué tal, amigos?
Vamos a rememorar el reinado del Ogro de Bakú, a quien considero el más grande de la historia del ajedrez junto a Fischer y Karpov.
Tras los extraños acontecimientos de 1975, con el título de Campeón del mundo arrebatado burocráticamente a Fischer por su renuncia a defender su corona, tenemos a un Karpov que se impone con solvencia en casi todos los torneos en los que participa, demostrando que, dejando a un lado la incógnita del americano, es un digno portador del cetro. Después de defender en dos ocasiones su título ante Korchnoi (en opinión de muchos el mejor jugador de la historia entre los que nunca lograron ser campeones del mundo), pocos dudan de que Karpov será el gran dominador mundial del ajedrez en la década de los ochenta. Pero he aquí que en 1982 un jovencísimo Gary Kasparov consigue a sus escasos 19 años clasificarse para el Torneo de Candidatos (el más joven en lograrlo desde que Fischer lo hizo a los 15, lo que nos da una idea de la magnitud de la hazaña del americano), y tras batir a sus rivales se convierte en aspirante al título en 1984.
Por cierto, me encanta la estética de Kasparov de aquellos años, con sus chaquetitas de cuero y pana. Muy alejado de los sobrios trajes que ya no dejaría de usar en los años posteriores.
El match, celebrado en Moscú en 1984, daría como ganador al primero que consiguiera seis victorias, sin límite de partidas, pero el comienzo fulgurante del campeón, que endosa un 4-0 al aspirante tras las nueve primeras, hizo suponer que no se alargaría mucho. Sin embargo, a partir de ahí Kasparov logra encadenar diecisiete tablas consecutivas, hasta que Karpov consigue el 5-0 en la 27ª. Pese a aumentar su ventaja, la tendencia ha cambiado, pareciendo ahora que las fuerzas están parejas. Tras otras cuatro tablas, Kasparov logra su primera victoria, y después de otra larguísima serie de catorce empates, el aspirante encadena dos victorias consecutivas y pone el marcador en 5-3. En ese momento, después de seis meses de juego y con un Karpov en visible mal estado de salud (llegó a perder hasta diez kilos), Florencio Campomanes, presidente de la FIDE, decide suspender el match sin ganador.
Ambos jugadores protestaron por la decisión, y ambos tenían sus motivos. Karpov, pese a no haber logrado ninguna victoria en las últimas veintiuna partidas, seguía estando a tan sólo una de revalidar su título; en cuanto a Kasparov, no tenía nada que perder, pues seguía estando a la misma distancia de ser derrotado que cuando tenía el marcador 5-0 en contra, y estaba claro que había alcanzado el nivel de Karpov a lo largo del match. La calidad de las partidas había sido enorme, de un nivel que ninguno de los dos jugadores había alcanzado anteriormente. El propio Fischer dijo años después que aquel match había sido un fraude, pues en su opinión las partidas estaban preparadas de antemano.
El 3 de Septiembre de 1985 se repetiría el duelo, y esta vez las cosas serían diferentes, pues se confirmaría que Kasparov había alcanzado -y superado- el nivel de Karpov.