Titán de la Mancha. Ultramaratón BTT 200 km con +3000.
Salida a las 6 : 30 de la mañana. Hace un frío que pela, voy con maillot, manguitos y chaleco y aún así medio tiritando. Ves en la salida peña directamente de corto que si les pones pan en los brazos se ralla solo. En estas distancia yo siempre llevo mochila, es mucho más cómodo para ir bien hidratado (mi bici sólo tiene espacio para un bidón y pequeño) y para las herramientas, geles y demás. Me posiciono bastante delante para intentar pillar buena grupeta para los primeros km y meter distancia con el resto.
Salimos y me cago en mi vida, tenemos por delante mínimo 10 horas para los más fuertes y se sale a puto fuego, y de noche con los focos entrecruzados. Rodando a toda hostia apenas mantengo rueda al grupo al que me he enganchado. Sin embargo, uno ya se conoce, las sensaciones dicen que hoy no es mi día. Ya he estado toda esta semana anormalmente cansado, síntoma inequívoco de que el cuerpo dice que acabe la temporada a la voz de ya. Por suerte, hay que cruzar un río allá por el km 10 y hay un parón con el consiguiente tapón. Eso hace que se vaya pasando casi de uno en uno y al reemprender la marcha nos hemos quedado 5 del primer numeroso grupo. Se sigue yendo rápido pero no tanto como antes. Es realmente muy bonito ver amanecer en la bici, cuyo momento del alba coincide con la subida al primero de los ocho mil molinos que subiremos en toda la ruta, algunos 2 y 3 veces.
En cada subida noto que las piernas no van como normalmente, esa sensación de plomo ¿sabéis?. Llegados al primer avituallamiento, km 40, me tomo un par de plátanos y echo una meada. Color amarillo chillón. A tomar por culo, otro síntoma más de que el motor está gripado. En apenas hora tres cuartos no debería mear así, y he bebido normalmente. Lo dicho, hoy va a ser un día de cabeza y cojones, porque piernas, las justas. Comenzamos otra subida a otro puto molino esta vez por sendero. A punto de coronar, un chaval pilla una piedra y se cae a 5 metros de mí, así que tenemos que poner pie a tierra los dos o tres que venimos detrás, ni que decir tiene que me sabe a gloria terminar esa subida a pie.
Después de eso viene un tramo que parece estar puesto a mala leche para mí. Unos 15 ó 20 km de terreno pestoso, siempre picando hacia arriba pero en el que mueves desarrollo porque tienes la posibilidad. Voy vigilando pulsaciones para no pasarme pero da igual, no voy cómodo con ningún desarrollo. Enganchado en un grupo de 4 en el que lógicamente doy algún relevo, pero me pasan rápido porque es evidente que cuando voy tirando yo la velocidad baja. Un colega me dice que todo ese terreno lo hacemos en sentido inverso a la vuelta, o sea que será un tramo de ligera bajada que vendrá de puta madre. Veo la luz al final del túnel sabiendo eso.
A eso del km 80 me avisan que llega la subida más dura al monte de la Calderina, 4 km al 10% sostenidos. O sea, que se suben 400 m de desnivel así a lo loco. La única opción es poner un ritmo desde el inicio y no moverse de ahí. Me clavo en pulsaciones de umbral y subimos, prefiero tirar yo de la grupeta de 3 y poner el ritmo que me viene bien. Tras 1 km resulta que veo que las curvas son ¡de hormigón! Y eso, en el argot ciclista sólo significa una cosa, rampón del copón. En efecto, cada curva es un suplicio y no quiero ni mirar el porcentaje que se pone, aunque luego de nuevo en la pista vuelve al cómodo 10%. Llegamos arriba, donde hay otro avituallamiento, y al bajar de la bici me doy cuenta que llevo un globo cojonudo. Me tengo que sentar a tomar una coca cola tranquilamente. Hay que decir que es una subida peculiar, porque también es bajada. Sólo se puede subir por ahí y han puesto conos para delimitar el carril por el que se sube y por el que se baja. Mira que jode subir pa bajar lo mismo.
Nada más bajar la Calderina, tramo de sendero muy rápido y corto y zasca, otra subida de 3 km pero mucho más tendida. Quiero pensar que ahí el cuerpo empieza a responder un poco, porque se me terminan soltando los otros dos compis pues me dicen que les está costando mucho seguirme. Tiro en solitario y pasado un pueblo (NPI) se hace un giro a la derecha para ascender ¿adivináis? ¡otro puto molino! Me cagaba en todo cuando decían que la Calderina era el puerto más duro. Esta puta subida es más corta pero clavada al 15-18%. Tras 1 km decido que estoy gastando más balas de la cuenta, y no me sobran, así que termino al subida andando. Es curioso comprobar, como suele ser normal en estos casos, que tú andando vas igual de lento que los que van montados ahí retorciéndose. Eso sí, las vistas desde este molino, espectaculares. Y la bajada, la más técnica sin duda. Senderito estrecho, revirado, mucha piedra suelta, pero lo bajo con tranquilidad y tiro millas. Llevamos 100 km y ya 2000 de desnivel en el bote, por lo menos el 66% de las subidas están fuera ya.
Lo que viene entonces, km 100 al 130, es una travesía por el desierto. Tramo de pista y más pista sin ningún atractivo paisajístico (la Mancha lo que se dice bonita, no es) en el que ruedo en solitario y apenas adelanto a 3 personas. Por suerte es prácticamente llano y como decía el cuerpo quiere ir un poquito mejor, así que aunque se hace muy pesado, el comprobar que voy tirando bastante bien de ritmo me da ánimos. Tras una breve subida, donde el cuádriceps derecho empieza a sacar bandera blanca, llego a un avituallamiento, que marca el punto de retorno, porque es el mismo avituallamiento que en el km 70-80 aprox. Lo que viene a partir de ahí, por fin, es el tramo aquel pestoso asqueroso de subida tendida que ahora es una gozada rodar a toda hostia. Aprovecho para meter cadencia a saco a ver si alivio las piernas, que van cocidas. También me empiezan a doler los riñones y las cervicales. Estoy petando, amigos.
En el km 150 la cosa está jodida. Me noto muy jodido y aún veo que quedan unos 500 m de desnivel. Me da que voy a pasearme andando en las subidas que quedan. Además son de las que joden, porque se trata de subir a dos putos molinos que ya hemos subido en la primera parte, pero por donde los bajamos la otra vez. El primero lo consigo subir entero montado, es tendido y controlando los desarrollos el cuádriceps derecho aguanta a duras penas. La segunda, a 10 km de meta, ya no. Tras un breve llaneo donde como digo ya me duele todo, bueno todo no, el codo derecho no me duele, nada más hacer un giro a la izquierda donde empieza la subida, el muslo dice que se acabó la temporada. Me tengo que bajar de la bici ipso facto porque el calambrazo ha iluminado las farolas que me rodean. No me queda más remedio que subir andando estos 2 km. Por suerte tras andar un rato parece que la implicación de los isquios hace que se me relaje algo el cuádriceps y pruebo a montarme, al menos esa última parte de nuevo la hago montado aunque en la última rampa de unos 20 m me bajo para no arriesgar a una rotura o algo.
De ahí a meta son 5 km de bajada y 2 de llano, en los que voy lógicamente muy tranquilo ya, haciendo balance de la temporada y riéndome de la paliza que me acabo de meter. Ya me conozco y cuando pego estos petes significa que esa noche no voy a dormir una mierda y que algo de fiebre tendré del calentón, y así ha sido. En meta me voy derecho al puesto de las coca colas y me salto la entrega de medallas, la chica viene corriendo detrás mía a dármela. Pa medallas estoy yo, a mí dame de beber y un bocata.
