Cuando tenía 14 ó 15 años decidí grabar una psicofonía con dos amigos. Por aquel entonces creíamos que el sitio ideal para esos menesteres era el cementerio y la hora ideal las 12 de la noche. A esa hora no estaba abierto, claro, así que tuvimos que entrar trepando por el muro exterior (que está formado por nichos).
Estaba todo a oscuras, no se veía un carajo y el aspecto del cementerio era de lo más siniestro. El plan era ir hacia la tumba de mi abuelo que estaba justo en la esquina opuesta a donde entramos. Fuimos andando entre los nichos con paso nervioso, los tres hombro contra hombro, ninguno quería quedarse atrás.
Ya sabeis como funciona esto: lo que se hace es realizar preguntas, dejar la cinta grabando unos minutos y luego rebobinar y escuchar si hay respuesta. Pues bien, cuando llegamos hasta la tumba de mi abuelo activamos la grabadora, cogí el micrófono y dije: "¿alguien desea comunicarse con nosotros?". En ese momento oimos un tremendo "no" que nos dejó petrificados. Era una voz seca, de hombre.
Recuerdo que empecé a establecer hipótesis y contrahipótesis a toda velocidad, mentalmente. Pensé toda clase de cosas absurdas para intentar explicar aquella voz: que había alguien justo detrás nuestro (no había nadie), que era un indigente metido en la tumba de mi abuelo (ja!), que la voz procedía del exterior del cementerio (imposible, sonó delante de nuestras narices)... Cuando dejé de pensar estuve a punto de dejarme llevar por el pánico pero hice un esfuerzo y me tranquilicé. Entonces dije, con una sonrisa nerviosa: "me ha entrado miedo, vámonos". Mis amigos, que estaban como estatuas, asintieron y volvimos sobre nuestros pasos.
Curiosamente, al escuchar días después la grabación, resultó que aquella voz se oía con dificultad, tal y como sucede con las psicofonías "normales". Mucho años después, en un inolvidable programa de las madrugadas de Onda Cero, el profesor Germán de Argumosa contó que se conocían casos similares de psicofonías oídas "en vivo". Creo que se las llama "parafonías". Tiene cojones que para una psicofonía que hacemos y encima en aquellas circunstancias, fuese precisamente uno de esos raros casos. Hay que joderse.