Sir Ano de Bergerac
La becaria de Aramís Fuster.
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Resulta un poco humillante hacerle caso al nuevo tirano, pero es un buen tema y no quiero que os baneen a ninguno de vosotros, hermanos.
Mi descapullamiento fue un tanto traumático, mis padres me llevaron a traición al centro de salud (es posible que ni ellos mismos supieran que estaban llevando al matadero) y recuerdo que apareció un hombre mayor y casi sin mediar palabra me agarró el pitilín y tiró con fuerza de la piel hacia abajo. Decía que así mejor, que me estaba ahorrando problemas más adelante. El caso es que no lo recuerdo con bata blanca, quizá ni siquiera fuera médico o enfermero, sino un pobre demente que pasaba por ahí, o un judío en estado terminal en su misión apocalíptica de descapullar cuantos más infieles mejor. Nunca se sabrá. Cuando llegué a casa me senté sobre la cama y me invadió un sentimiento melancólico, como si algo inocente hubiera sido violado y nunca más tuviera arreglo posible que jamás me ha abandonado desde entonces (no).
También recuerdo que jugando al fútbol le metieron tal balonazo a uno en todo el rabo que empezó a sangrar por ahí y se lo llevaron a urgencias. Cuando preguntamos por su estado nos enteramos de que le habían desgarrado el frenillo. Yo no sabía muy bien qué era el frenillo y mucho menos un desgarramiento, así que me puse a especular con que quizá había perdido la forma garra de la polla, es decir, ya no podría empalmar, se le había fracturado ese hueso mágico que desaparece y aparece y le da consistencia cuando olías el pelo de alguna niña.
Mi descapullamiento fue un tanto traumático, mis padres me llevaron a traición al centro de salud (es posible que ni ellos mismos supieran que estaban llevando al matadero) y recuerdo que apareció un hombre mayor y casi sin mediar palabra me agarró el pitilín y tiró con fuerza de la piel hacia abajo. Decía que así mejor, que me estaba ahorrando problemas más adelante. El caso es que no lo recuerdo con bata blanca, quizá ni siquiera fuera médico o enfermero, sino un pobre demente que pasaba por ahí, o un judío en estado terminal en su misión apocalíptica de descapullar cuantos más infieles mejor. Nunca se sabrá. Cuando llegué a casa me senté sobre la cama y me invadió un sentimiento melancólico, como si algo inocente hubiera sido violado y nunca más tuviera arreglo posible que jamás me ha abandonado desde entonces (no).
También recuerdo que jugando al fútbol le metieron tal balonazo a uno en todo el rabo que empezó a sangrar por ahí y se lo llevaron a urgencias. Cuando preguntamos por su estado nos enteramos de que le habían desgarrado el frenillo. Yo no sabía muy bien qué era el frenillo y mucho menos un desgarramiento, así que me puse a especular con que quizá había perdido la forma garra de la polla, es decir, ya no podría empalmar, se le había fracturado ese hueso mágico que desaparece y aparece y le da consistencia cuando olías el pelo de alguna niña.
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