No, no me he ido de putas. No por sensibilidad, sino porque no me ha hecho falta y desde ese privilegio no he querido degradarme ni hacer que otra persona se degrade.
Y como no es este el tema del hilo, aportaré mis experiencias al hilo aquí debajo ↓
Yo he salido mucho y he mistificado muchísimo la noche en otras épocas, siendo ésta por momentos la actividad central de mi vida. Y como en toda mistificación, algo hay de lo que promete, pero al final acabas viendo que es una trampa. Para mi la noche era como para el capitán Ahab el océano: un absoluto ante el cual un hombre solo puede entregarse sin medir consecuencias. En la noche se relajaban y disolvían un montón de convenciones ocultas que a su lado hacían parecer el día algo soso y aburrido. Yo, que tiendo a ser un flipao, me tomaba salir como un acto heroico. Las conquistas, las audacias conversacionales abandonaban su usual ámbito banal y se transformaban en gestas dionisias.
Supongo que engancharse a salir comienza como cualquier otra adicción, con unas primeras incursiones bañadas en euforia. Yo, un chaval de ciudad pequeña, cansado de ver siempre las mismas caras, me mudo a estudiar a una ciudad más grande y me doy cuenta de que las tías son un flujo continuo que se va renovando año a año y existe un ambiente deseoso de vivir experiencias nocturnas con una excitación que me incluye totalmente. Me lo pasé muy bien durante la carrera, organizaba fiestas en mi piso o acababa de mañaneo en pisos de gente que no conocía sosteniendo conversaciones delirantes bajo el alcohol y el insomnio. Tuve un buen rendimiento amoroso y todas las chicas con las que follé fueron tesoros para mi.
Veía la década de los 30 como el principio del fin, pero aquí estoy y no acabo de entender cómo no he vivido esta transición sin traumas. Supongo que existe algún mecanismo biológico que solapa gradualmente el desinterés por este tipo de vivencias con el creciente interés por otras de otra índole. Es reseñable que en este periodo de transición ya superado he pasado por situaciones un tanto lamentables de choque generacional, conmigo borrachísimo haciendo el cafre al lado de colegas de una generación más joven que empiezan a entender la fiesta de un modo mucho más suave. Ahora salgo de vez en cuando, y aunque aún se da exporádicamente alguna fiesta guapa, tengo relajadas las expectativas ante una búsqueda de intensidad en estos territorios. De todos modos me he tomado el covid como una etapa de depuración y llevo todo este tiempo sin salir (también porque para salir en plan que se puede salir, prefiero no hacerlo) y mientras tengo gente alrededor ansiosa por una fiesta, yo no sé si cuando esto acabe seguiré teniendo ganas.