Es preciso recordar una vez más que el sujeto este va a salir a la calle una vez haya cumplido su condena por los 25 asesinatos a sus espaldas, así que dejemos ya de rasgarnos las vestiduras, y no recurramos al discurso incendiario (chantaje al Estado, cesión ante ETA, pago de precios político...) que ya se encargarán de hacer otros.
Es el Código penal que había en su momento y contra sus legisladores respecto a lo que podemos utilizar toda maldición y así es nuestro sistema (o el de 1973)
Además que, el cabronazo este no está haciendo ningún pulso al Estado sino protestando (y ruego no ser tachado de progre ni simplón) contra una sentencia que le fue impuesta recientemente (unas presuntas amenazas por escritos en un periódico) frente a la que no está de acuerdo.
Sé que quedará muy demagógico decirlo pero la huelga de hambre imagino es de los pocos medios de mostrar disconformidad con los que cuenta un preso, y es supongo la última ratio para ser escuchado con que cuenta un individuo por muy de mala calaña (como en este caso) que sea.
Me he cansado de escuchar opiniones bastante mejor fundadas y mayormente expertas en la materia que las nuestras, en torno a la desproporción de la sentencia que por este delito último le fue impuesta, así como, cabe recordar también, la ola de presión inaguantable que recayó en su momento sobre los magistrados cuando la opinión pública (y publicada) se percató de la inminente excarcelación de De juana.
Si creemos en las instituciones, en la ley, y todavía más digo, en la abstracta democracia, no puede ser que dicha validez sea defendida solo en función de cuando nos interesa, nos conviene, o lo más fácil, cuando lo que emana de ella coincide con nuestro pensar.
Que se muera o no De Juana, personalmente a mi me importa un puto huevo. Siempre creeré que es un hijoputa por lo que hizo. Pero no por ello, la justicia debe desprotegerle y la ley, por muy amarga que sea, desampararle.
Venga, se aceptan insultos.