El problema es que no has dejado realmente a nadie. Y mucho menos a tu novia. Yo, cuando era joven y no tenía las preocupaciones que tengo ahora, pensaba exactamente lo mismo que tú. Creía que dejar a alguien era aplicar un bloqueo y borrar conversación. Recuerdo perfectamente la vez que se me jodió el disco duro y perdí todo mi histórico de logros máximos en la campaña de stronghold crusader desde 2003, con unas puntuaciones de clase mundial. Algo espectacular. Me supo mucho peor que cualquier ruptura sentimental que hubiera tenido.
Pero era como tú, ni había dejado ni me habían dejado nunca de verdad. Eso que haces tú no es dejar, es "ya no estar juntos", lo cual es completamente diferente. Sabes que has dejado a alguien de verdad cuando se cruzan los insultos, hay amenazas mutuas, los familiares se golpean el pecho entre llantos desgarradores mientras las mujeres de la casa se arrancan el pelo de desesperación y melancolía. Dejar a alguien de verdad es traumático, doloroso y sobre todo bastante cutre. Los objetos vuelan a toda velocidad impactando contra los advenedizos espectadores, el calzado se usa como arma arrojadiza, hay reproches que se remontan a años atrás. El empleo de frases desgarradoras y barriobajeras puede entrar dentro de lo esperable. Denuncias, sirenas. Se acumulan por docenas las llamadas perdidas en los buzones de voz, gente normalmente razonable y cabal termina escupiendo, increpando, vejando o agitando los puños con gesto desafiante. Probablemente es bastante seguro que alguien acabe sacando un pincho.
Recuerdo una de las 23 veces que lo dejé con la que es mi novia actual, fue unas dos o tres semanas antes de competir. Ella llevaba aproximadamente un mes sin cojerme el teléfono y respondiéndome al whatsapp con monosílabos, así que hice lo que hubiera hecho cualquier persona cabal en mi caso: llamar a su padre a su trabajo, el cual me comunicó el deseo expreso de su hija de dar la relación por terminada. Hubo un auténtico sidral, se amontonaron sus trabajadores en su oficina para amedrentarme a través de la línea telefónica, se oían los ruidos amenazadores de aparatos de soldadura y llaves inglesas. Hubo menciones a familiares directos e indirectos, incluso difuntos. Intimidaciones y apercebimientos varios, citaciones de árboles genealógicos, y hasta dijeron que vendrían a Sabadell a pegarme. A SABADELL. Eso es ir a hacer daño.
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