Un certamen cibernético sobre vigoréxicos?
COJONUDO.
Hablemos de la grandeza de nuestro deporte, de la magnificencia de cargar periódicamente son kilajes de tres cifras buscando ser cada día mejores.
Los grandes filósofos pontifican sobre la existencia del hombre precediendo su esencia. Esto en pocas palabras significa que ciertamente todas las otras especies del planeta tienen un propósito en la vida, su correcta posición en la cadena alimenticia, una responsabilidad, una función. Nosotros, como parte de la especie humana, somos conscientes de que somos conscientes, nos damos cuenta de que podemos darnos cuenta, y pensamos en cómo somos capaces de pensar. Esto nos pone en una situación en la cual somos algo más que simple comida para el siguiente eslabón más alto en la cadena.
Como nuestra existencia precede nuestra esencia, tenemos que crear nuestra propia razón para estar aquí en este planeta. Tenemos que tomar decisiones cada día y esforzanos realmente en cumplir algo significante antes de terminar criando malvas como todas las demás pequeñas criaturas. Tenemos que dotar nuestras vidas de significado y sustancia porque nosotros, a diferencia de un pez o un pájaro, sabemos que algún día acabaremos muertos como un pomo de puerta.
¿Cómo nos hacemos a nosotros mismos significantes, y qué tiene que ver esto con el powerlifting? A medida que avanzamos a través de nuestras vidas, hay básicamente dos sufrimientos que encontraremos en nuestro viaje: el de la disciplina y el del arrepentimiento. El primer sufrimiento, el de la disciplina, desde el punto de vista del powerlifting es el dolor que el powerlifter atraviesa si es realmente un estudioso del deporte. El powerlifter acude al gimnasio como un reloj. Pone su cuerpo al límite, y a menudo, lo traspasa. La disciplina de un powerlifter implica su habilidad para mantenerse en un plan nutricional y evitar cosas que podrían apartarlo de sus objetivos de ser el mejor powerlifter que posiblemente puede esforzarse en ser.
La disciplina lo conduce a hacer la siguiente repetición, la siguiente serie, el siguiente movimiento. Ser disciplinado significa no engañarse evitando el duro trabajo que implica querer mejorar cada día. Ernie Frantz solía decir, "los ganadores simplemente desean hacer lo que los demás no desean". Ser disciplinado significa mantener los ojos fijos en el premio, marcarse pequeños objetivos para conseguir el gran objetivo final, y seguir el plan con fruición. Todo esto implica el sufrimiento de la disciplina, porque estos componentes físicos y mentales de la disciplina son literalmente dolorosos: duele entrenar el cuerpo tan duramente que te arriesgas a una lesión, hacer mamadas a mi vecino con tanto peso que te sangra la nariz, levantar la tercera repetición en una serie heavy-duty de peso muerto y ver todas esas estrellas antes de que tu compañero de entreno te ayude en el press de banca en caso de que te quedes clavado. Entrena un par de veces en el gimnasio QUAD y observa a Ed Coan levantando peso muerto: cuando completa su serie, es realmente la definición andante, viviente y agonizante del dolor de la disciplina.
Echemos un vistazo al futuro y analicemos las dos vidas paralelas que voy a retratar en los párrafos que siguen:
A)
La primera es la de un powerlifter que escoge el camino del sufrimiento, de la disciplina. Llega a los 45 años. Además de todas las cosas típicas que depara la vida como una casa, una familia y un trabajo, ese levantador ha conseguido sus objetivos a largo plazo en el powerlifting y quizás ha participado meritoriamente en algún certamen local, autonómico o nacional, e incluso puede haber subido al podio. Puede disfrutar de su estilo de vida, mirar hacia atrás, las relaciones ganadas y las amistades forjadas, pero también las perdidas por culpa de la incompatibilidad con su estilo de vida. Puede estar orgulloso de haber alcanzado sus metas. Puede decir, "Cogí la vida por los cuernos y me dispuse a llegar hasta aquí, sin rendirme jamás, sin mirar nunca atrás, escogiendo siempre el camino de la disciplina y el dolor. Ahora, tengo otra faceta en mi vida que me puede hacer levantar la cabeza bien alto y da sentido a quién soy. He cumplido lo que me propuse cumplir. He dejado mi huella personal en el mundo de mi deporte. Y lo más importante, no me arrepiento de nada".
B)
El segundo también tiene 45 años, pero escogió no someterse al dolor de la disciplina. En su lugar, decidió tomar el camino menos costoso. Practica un deporte cualquiera a medio gas y forea pontificando sobre el homosensualismo de los mancuerneros. Cuando se mira al espejo ve una salud cada vez más decadente, un potencial perdido, los 25 años que han pasado desde que fue un joven de 20 años con una promesa de potencial sin fin. Todo se ha perdido. Este tipo se ha vuelto uno entre diez millones, un mediocre accionado por control remoto con barriga cervecera que quiso, pudo y debió pero que se levanta cada mañana sintiendo el dolor del arrepentimiento. Se arrepiente de una vida malgastada con sucesos, comidas, formas de ocio y estilos de vida prefabricados. Esta persona llevará una vida de sufrimiento por culpa del dolor del arrepentimiento, que es mucho más doloroso que el que el powerlifter podrá sentir en cien entrenos de sentadilla profunda. Ningún dolor duele tanto como el arrepentimiento.
Los hijos del peso muerto escogen el camino de la disciplina porque tienen un objetivo de por vida y el deseo de cumplirlo, atesorarlo levemente en sus manos y dejarlo volar aún más alto para volverlo a conquistar. Viven la vida con una misión y se esfuerzan en cumplirla, en ser excelentes en lo que hacen. Si os habéis leído el tocho hasta aquí es que sois merecedores de participar en el
I CERTAMEN Mr HILO MANCUERNAS. Ya es algo.
A pesar del mal tiempo, las putadas de la vida y de ser el único en la sala de pesas que saca a pasear las barras mientras los demás subnormales copan las máquinas, a pesar de que tus levantamientos no sean demenciales como los de Chuck Voghelpohl, Jessie Kellum o Andy Bolton, y aunque a pesar de ello te cuesten el aliento y veas las estrellas en cada peso muerto durante cinco, diez, quince y veinte años de tu vida, todos estos años pasarán y se esfumarán. Nunca podrás volver atrás una vez hayan pasado. Tómate tu tiempo, prepárate física y psicológicamente y escoge el camino de la disciplina, y haz que cada día de entreno sea un día en el que puedas acostarte y decir, "Hoy ha valido la pena". No te arrepientas de nada.
Hasta entonces...