BAILARÉ SOBRE TU TUMBA
Conspirotaggeanoico
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Así empezó el 'café para todos'
“Excelencia, no vamos a ser menos”. Suárez, ágil y sinuoso, tenía buen olfato para el pálpito de la España desarrollista y, por si le fallaba la nariz, en 1977 –meses después de la comida en Casa Gades– nombró ministro adjunto para las Regiones a un catedrático andaluz que tampoco quería ser menos. Manuel Clavero Arévalo: el inventor de la cafetera.
Clavero encarnaba un regionalismo andaluz de corte pequeño burgués, muy receloso del hegemonismo industrial de Catalunya. Era llegada la hora de la igualación. “No vamos a ser menos”. Ejercía el profesor una notable influencia sobre Alejandro Rojas-Marcos (también alumno de Derecho), promotor del Partido Socialista de Andalucía (PSA), edificado al margen del PSOE y para competir con él. Una UCD de fuerte acento andaluz y el PSA eran una pinza temible para el joven núcleo sevillano que aspiraba gobernar España cuanto antes. En un momento dado, Alfonso Guerra, táctico de primer orden, tomó la decisión: el PSOE levantaba la bandera verde y blanca (la enseña de los Omeyas) y exigía la convocatoria de un referéndum para sumar la gran región del Sur al grupo de las comunidades históricas, en el marco de una Constitución finalmente muy ambigua al respecto. El proceso se escapaba de las manos de Suárez, ahora debilitado en su magmático partido. El Gobierno centrista pidió el voto negativo y perdió la consulta del 28 de febero de 1980 (con un escrutinio dudoso en Almería). Clavero Arévalo dimitió, apuntillando a UCD. El PSOE había ganado la partida. Y en España corría la voz: “¡No vamos a ser menos!”.
Con el intento de golpe de Estado vino el frenazo. La Loapa. El pacto de contención UCD-PSOE de julio de 1981. La igualación por abajo (“No vamos a ser menos”), teorizada por el catedrático Eduardo García de Enterría y Martínez-Carande, jacobino de fina pluma. Algo amortiguados los ecos del 23-F, el Tribunal Constitucional presidido por Manuel García Pelayo derogó en 1983 catorce de los 38 artículos de la ley armonizadora, sentando las bases de una igualación por arriba, plasmada en el pacto PSOE-PP de 1992 y ribeteada por dos decisiones de José María Aznar de verdadero alcance: la transferencia del tráfico a los Mossos d'Esquadra, con el consiguiente refuerzo simbólico del espacio nacional catalán, y la prórroga indefinida de la ley reguladora del concierto vasco (excepción fiscal para la eternidad). En una vida anterior, Aznar casi, casi fue confederal
“Excelencia, no vamos a ser menos”. Suárez, ágil y sinuoso, tenía buen olfato para el pálpito de la España desarrollista y, por si le fallaba la nariz, en 1977 –meses después de la comida en Casa Gades– nombró ministro adjunto para las Regiones a un catedrático andaluz que tampoco quería ser menos. Manuel Clavero Arévalo: el inventor de la cafetera.
Clavero encarnaba un regionalismo andaluz de corte pequeño burgués, muy receloso del hegemonismo industrial de Catalunya. Era llegada la hora de la igualación. “No vamos a ser menos”. Ejercía el profesor una notable influencia sobre Alejandro Rojas-Marcos (también alumno de Derecho), promotor del Partido Socialista de Andalucía (PSA), edificado al margen del PSOE y para competir con él. Una UCD de fuerte acento andaluz y el PSA eran una pinza temible para el joven núcleo sevillano que aspiraba gobernar España cuanto antes. En un momento dado, Alfonso Guerra, táctico de primer orden, tomó la decisión: el PSOE levantaba la bandera verde y blanca (la enseña de los Omeyas) y exigía la convocatoria de un referéndum para sumar la gran región del Sur al grupo de las comunidades históricas, en el marco de una Constitución finalmente muy ambigua al respecto. El proceso se escapaba de las manos de Suárez, ahora debilitado en su magmático partido. El Gobierno centrista pidió el voto negativo y perdió la consulta del 28 de febero de 1980 (con un escrutinio dudoso en Almería). Clavero Arévalo dimitió, apuntillando a UCD. El PSOE había ganado la partida. Y en España corría la voz: “¡No vamos a ser menos!”.
Con el intento de golpe de Estado vino el frenazo. La Loapa. El pacto de contención UCD-PSOE de julio de 1981. La igualación por abajo (“No vamos a ser menos”), teorizada por el catedrático Eduardo García de Enterría y Martínez-Carande, jacobino de fina pluma. Algo amortiguados los ecos del 23-F, el Tribunal Constitucional presidido por Manuel García Pelayo derogó en 1983 catorce de los 38 artículos de la ley armonizadora, sentando las bases de una igualación por arriba, plasmada en el pacto PSOE-PP de 1992 y ribeteada por dos decisiones de José María Aznar de verdadero alcance: la transferencia del tráfico a los Mossos d'Esquadra, con el consiguiente refuerzo simbólico del espacio nacional catalán, y la prórroga indefinida de la ley reguladora del concierto vasco (excepción fiscal para la eternidad). En una vida anterior, Aznar casi, casi fue confederal