Titulo: Oh, soledad
Autor: LeChuck
Editorial: Tristeza Infinita
Genaro: Ensayo/biografía
Páginas: 2
Sinopsis: LeChuck habla de su vida como si le importase una puta mierda a nadie, el muy attentionwhore.
Nota: 0,2/10
Oh, soledad
Hablaré de mi experiencia personal, que es de la única forma que sé escribir. Retrocedamos unos cuantos años atrás en el tiempo, hasta el 2008, por ejemplo. Rondaría yo los 21 años y tenía una vida social completamente normal. Salía de fiesta un día a la semana y tenía muchos amigos y muchos conocidos. No me gustaba el mundo de la noche y todo lo que lo rodea, o al menos no ese al que yo tenía acceso y al que me conducía la mente colmena de la gente de mi edad. No me gustaba la música, ni el alcohol, ni pagar mucho por copas de mierda, ni bailar, ni estaba cómodo en los garitos, ni me gustaba la fauna, ni nada, pero era lo que hacía el rebaño, y como casi todos los tíos, el objetivo último era ligar. Por supuesto las sensaciones al volver a casa y al día siguiente eran de cierto fracaso vital. En cualquier caso era en la calle, y no en los garitos, donde sí estaba cómodo. Dicen que la gente es introvertida o extrovertida. Y que a los introvertidos les gusta estar tranquilos y lejos de los barullos. Yo me considero un introvertido que puede cambiar de pellejo si me interesa.
De aquella teníamos un local en el que nos reuníamos todos los colegas y algunos invitados. Éramos un montón. Había un problema de raíz, y es que mi grupo de colegas eran en realidad dos grupos independientes que se habían mezclado en cierto punto algunos años atrás. Tensiones internas resquebrajaron ese gran grupo y con el paso del tiempo empezó a haber un goteo de deserciones. Aunque yo me llevaba bien con todos, tuve que ponerme del lado de los colegas de siempre, y como pasa cuando descuidas a las amistades, un gran amigo con el que puedes pasar horas hablando se acaba convirtiendo en un tipo al que saludas con la cabeza cuando te lo cruzas por la calle y poco más. Y así mis amigos de verdad quedaron en 12 personas, y por las cosas de la vida luego fueron 11, 10, 8…
Yo me comí la crisis económica a dos carrillos, y viendo el panorama me metí a estudiar. Sobre el 2010 mi grupo de amigos languidecía por la situación personal de cada uno. Dos de ellos trabajaban los fines de semana y estudiaban de lunes a viernes. Otros dos acabaron trabajando fuera, uno más tenía que tirar de su familia y prácticamente desapareció del radar, otro pasaba mucho tiempo con su novia y nos dejaba de lado, y los dos que quedábamos no éramos tan compatibles como para hacer planes juntos. Sin embargo por aquella época la relación con algunos compañeros de clase era buena y no sentía que mi vida social fuese anómala.
Yo tenía un problema y es que durante la peor parte de la crisis buscaba trabajo y no lo encontraba, y eso me frustraba sobremanera. Pasaron un par de años más (2012) y andaba ya negro con ese tema. Me sentía inútil y tremendamente frustado, y veía el futuro muy turbio. Me fui de viaje solo por primera vez y lo disfruté enormemente. Pero a la vuelta el runrún que tenía en la cabeza hizo que se me cruzaran los cables y le dije a mis colegas que desde ese momento me aislaba socialmente y que no contasen conmigo para nada hasta que encontrase trabajo. Tal cual, y sin ocultar nada al lector. Ese es tal vez uno de los grandes errores de mi vida.
En ese momento -a pesar del airbag que son los compañeros de clase y otras relaciones esporádicas remanentes de tiempos mejores- me convertí en un ermitaño social. Un tipo que rehuía cualquier interacción. A las llamadas de mis amigos daba largas (hasta que con los meses cesaron). A las invitaciones para conocer a nuevos miembros de la familia o cualquier otro tipo de encuentro familiar con mis muchos primos y tíos ponía excusas. De vez en cuando si veía de lejos a los colegas cambiaba el rumbo en vez de ir a saludarlos. Me acabé volviendo un tío huraño. Una alimaña con mil neuras sociales.
Salía a dar paseos en verano y me comía la soledad. No sabía qué hacer ni como pasar el tiempo fuera de casa. Iba sin rumbo por la calle, arrastraba los pies. También me jodía sobremanera no poder salir por las noches, y conocer chicas, o simplemente estar de charla con colegas. Eso se me hizo muy duro durante un tiempo. No solo lo evitaba conscientemente, sino que de haber querido recuperar esos hábitos, hubiese sido imposible por la situación personal de mis amigos que ya detallé. Tampoco tenía pasta como para llevar el ritmo de vida de la gente de mi edad. Con veinticinco años me mantenía mi padre y eso mi orgullo no lo aguantaba bien.
Creía que sería una situación temporal y la cosa se alargó... hasta el día de hoy. Mi padre empezaba a hacer demasiadas preguntas y se enfadaba porque se daba cuenta de que ya no salía los fines de semana y que pasaba mucho tiempo en casa. Otros parientes también se olían algo raro. La soledad pesaba como una losa.
Con el tiempo empecé a acostumbrarme. Durante el invierno estudiaba inglés en cafeterías tranquilas y durante el verano en terrazas. Tenía un proyecto de robótica entre manos y me entretenía yendo a comprar componentes y debatiendo como resolver tal o cual problema con el de la tienda. Me sentaba a la sombra en parques tranquilos a leer un libro o repasar el inglés, deambulaba por la biblioteca, me apuntaba a cursos presenciales de formación, seguía estudiando, dejaba CV’s, visitaba a familiares con los que me sentía cómodo, planeaba más viajes en solitario…
Hice unas prácticas en una gran empresa llena de chavalitas y me volví a sentir una persona normal y a recuperar el gusto por la socialización (aunque me mantenía lejos de mis colegas y perdía el contacto con otra gente, simplemente porque la vida es así). Cada día me relacionaba brevemente con muchas chicas y empecé a ligar un montón. A pesar de mis taras saqué un más que decente provecho a aquella situación mientras duró. Trabajé unos meses allí y luego se acabó. Mal, aunque eso no viene a cuento.
Andamos ya por el 2015. A lo tonto habían pasado tres años de aislamiento de mi grupo de colegas. Me metieron en su grupo de Whatsapp (sería mucho antes en el tiempo, pero bueno) y gracias a eso más o menos mantuve la relación al ralentí, de forma que no siguió degradándose.
A todo esto, el mundo no se queda parado cuando tú decides dejar tu relación con tus amigos en stand by. Del 2015 hasta ahora la cosa cambió notablemente. Se echaron novias, alguno se casó, aparecieron nuevos colegas que para mí son un cero a la izquierda, estrecharon relaciones con esos colegas, de uno de los matrimonios nació un niño, y mi figura en sus vidas perdió cualquier peso que pudiese tener. Hace varios años que no queda nada de lo que era mi grupo de amigos en el 2012. Se ven de pascuas a ramos, hacen planes family friendly con las pedorras de sus parejas… ese tipo de diferencias obvias entre un grupo de veinteañeros y de treintañeros.