cuellopavo
El hombre y la caja
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- 23 Abr 2006
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La visión de los cadáveres de niños siendo sacados de los escombros de un edificio, es algo sumamente desagradable. Imágenes duras, que muestran los terrible que es la guerra, que son las guerras. La tristeza de los familiares es una tristeza universal, compartida por todas las civilizaciones del planeta. Las escenas de rabia de los libaneses, les han llevado a destrozar la sede de la ONU en Beirut, al grito de "Ala es grande".
Es una pena, que esa rabia, esa indignación, esa tristeza, no la sintieran durante todos estos últimos años, cuando Hízbola lanzaba misiles desde los patios de vecinos, desde las azoteas de los edificios. Cuando usaba los garajes de las viviendas como polvorín. Cuando secuestraba ciudadanos occidentales, y los mantenía retenidos en la "casa de al lado". Cuando todo eso pasaba, los libaneses no entristecían, no se indignaban, no se enrabietaban, o les daba igual o sin duda lo festejaban. Como hicieron en el 11S los palestinos, que repartían pasteles en la calle, de la misma manera que celebran los atentados suicidas de sus "muhaidines" en Israel. Cientos de muertes, festejadas con alborozo por los musulmanes de Oriente Medio. Abrazo y jubilo, cuando veían por televisión los trenes agujereados en Madrid, los vagones ardiendo de Londres, el cráter donde había una discoteca en Bali. Las mismas risas, las mismas carcajadas, las mismas justificaciones que les produjeron las escenas de los niños de Beslam.
Yo no me alegro de las muertes de libaneses. No las celebro. Ellos ahora claman al mundo enseñando los cadáveres. Dicen que eso es terrorismo y se declaran amantes de la paz, mientras agitan banderas de Hízbola y enseñan fotos de sus siniestros lideres. Uno de ellos dijo hace poco que habría que borrar a Israel de la faz de la tierra. Esa es su paz. Tened por seguro que si los niños hubieran sido judíos poquísimos musulmanes dirian algo
Es una pena, que esa rabia, esa indignación, esa tristeza, no la sintieran durante todos estos últimos años, cuando Hízbola lanzaba misiles desde los patios de vecinos, desde las azoteas de los edificios. Cuando usaba los garajes de las viviendas como polvorín. Cuando secuestraba ciudadanos occidentales, y los mantenía retenidos en la "casa de al lado". Cuando todo eso pasaba, los libaneses no entristecían, no se indignaban, no se enrabietaban, o les daba igual o sin duda lo festejaban. Como hicieron en el 11S los palestinos, que repartían pasteles en la calle, de la misma manera que celebran los atentados suicidas de sus "muhaidines" en Israel. Cientos de muertes, festejadas con alborozo por los musulmanes de Oriente Medio. Abrazo y jubilo, cuando veían por televisión los trenes agujereados en Madrid, los vagones ardiendo de Londres, el cráter donde había una discoteca en Bali. Las mismas risas, las mismas carcajadas, las mismas justificaciones que les produjeron las escenas de los niños de Beslam.
Yo no me alegro de las muertes de libaneses. No las celebro. Ellos ahora claman al mundo enseñando los cadáveres. Dicen que eso es terrorismo y se declaran amantes de la paz, mientras agitan banderas de Hízbola y enseñan fotos de sus siniestros lideres. Uno de ellos dijo hace poco que habría que borrar a Israel de la faz de la tierra. Esa es su paz. Tened por seguro que si los niños hubieran sido judíos poquísimos musulmanes dirian algo