Bianka rebuznó:
¿El problema está en que abrevio al escribir? ¿Te digo yo a ti que pongas las tildes a todas las palabras? ¡Cosa que me duele aún más que las abreviaturas!
"Hnos." es una abreviatura de "hermanos". "Admon." es una abreviatura de administración. "Sr." es una abreviatura de señor. "Vd." es una abreviatura de usted. Pero "wardara", "xico", "tb" y "aqeyo" no son abreviaturas de nada.
amarie rebuznó:
Mi novio y yo por cosas de la vida pasaremos el 14 en paises diferentes. Pero el sabado en el aeropuerto polvos iran y polvos vendran
Váyanse a un sitio privado, que el aeropuerto es de todos.
Vaserqueno rebuznó:
Ahora no regalo nada. Sobre todo porque no tengo pareja.
Siempre queda regalarse algo a uno mismo, que es quien más te quiere.
Y ahora toca la anécdota personal:
Mi primer San Valentín me sentí impelido (que no impedido, para aquellos que no conocen el verbo) a regalar algo a mi novia, mi primera novia (bueno, todo lo novios que se puede ser con 16 en los inicios de los años noventa).
Decidí comprarle una orquídea y me gasté la paga de tres semanas, pero bueno, como no tenía que ahorrar para recargar la tarjeta prepago del móvil, porque no había móviles, no pasaba nada. Además, el cine costaba quinientas pesetas y eso me lo podía permitir.
Le entregué mi pequeño presente muy ufano y ella esbozó una sonrisa de satisfacción. Tenía un precioso rostro redondito con un hoyuelo en al barbilla, salpicado de pecas en la nariz y enmarcado por una cabellera de color azabache, así que su sonrisa me derretía.
Fuimos a ver "Drácula" de Coppola, lo recuerdo como si fuera ayer. Hete aquí que, en mitad de la película, noto como su mano abandona la mía, busca en un bolsillo y extrae una cadena de plata ("esclava" creo que las llaman). En la semioscuridad de la sala, lucha por colocármela, trabajo complicado dado que no había contado con la rotundidad de mis muñecas, que rozan lo troncal. Al rato noto que la mano se me queda dormida, así que no me queda otro remedio que quitármela.
A la salida del cine, bajo la atenta mirada de un pétreo Sancho Panza y tras unos besillos inocentes, le digo que no quiero la pulsera. Realmente, siempre he odiado las "esclavas", me parece que tienen un toque gitanil que odio. Además, ni siquiera llevo reloj porque me estorba. Tampoco quería andar poniéndomela y quitándomela cuando quedara con ella, así que la rechacé, aduciendo que era un regalo demasiado comprometido.
Ella se echó a llorar y acto seguido me tiró la orquídea a la cara. Una hora de disculpas me costó que dejara de llorar y que volviera a aceptar mi regalo. Media hora más que se dignara a darme los besos por los que yo había salido repeinado de mi casa aquella tarde... aunque muy afectada no estaría porque siguió sin descuidar el parapeto móvil que sus codos formaban alrededor de sus pechos, impidiéndome acceder a ellos.
Ni que decir tiene que me tuve que llevar la puñetera pulsera a mi casa... es más, aún la conservo.