MANIPULACIÓN DEL PATRIOTISMO POLACO
Polonia es una cuña incrustada en el camino de la Drang Nach Osten, la cual es difícilmente realizable sin, al menos, la benévola neutralidad polaca. El Reich cuenta con numerosas vías de acceso a Rusia: Lituanía, Rutenia y sus aliadas Eslovaquia, Hungría y Finlandia, a las que, un día, cuando falte el Rey Carol, se unirá Rumania. Existe, además, la favorable disposición de Turquía y Bulgaria y se cuenta con que Letonia y Estonia seguirán, pronto, el ejemplo lituano. Pero Polonia, en el centro geográfico del dispositivo que se ha conseguido montar, es un verdadero obstáculo. No sólo por sí misma, sino por el fatídico "Corredor" de Dantzig.
El tan justamente denostado Tratado de Versaltes había otorgado a la resucitada Polonia la soberanía sobre un territorio costero que le permitiera una salida al Mar Báltico. En ese territorio se hallaba enclavada la ciudad de Dantzig. Dantzig, ciudad poblada casi exclusivamente por alemanes (la población polaca y judía no llegaba al dos por ciento de su censo) fue declarada Ciudad Libre el 15 de Noviembre de 1920. Seis días antes - el 9 de Noviembre - las relaciones entre Dantzig, Polonia y Alemania eran reguladas por el Tratado de París. La Delegación Alemana en Versalles había protestado contra esa amputación de territorio alemán. He aquí la respuesta de Clemenceau:
"Dantzig será separada de Alemania porque no hay otra manera de dar a Polonia el libre acceso al mar que se le debe ceder".
Eso no es cierto. A parte de que no hay ninguna ley humana ni divina que obligue a que Polonia tenga un acceso al mar - como no lo tienen ni lo han tenido nunca Hungría, Austria, Suiza, Bohemia, Eslovaquia o el Paraguay - había otro medio: internacionalizar el río Vístula y crear un puerto franco en Dantzig. Los verdaderos motivos de la amputación de esa parte de Alemania - Dantzig y una porción de la Prusia Occidental - los da André Tardieu, varias veces ministro y jefe de gobierno con la III República Francesa:
"Es preciso elevar una barrera entre Alemania y los bolcheviques. Si dar al joven estado polaco la soberanía sobre territorios alemanes es necesario para asegurar ese objetivo, ello puede ser lamentable, pero no se puede evitar.
Un breve comentario a las palabras de Tardieu, personaje enterado de los entresijos de la alta política de su época, si los hay. Tras reconocer que Dantzig es un territorio alemán y que es "muy lamentable" colocarlo bajo soberanía polaca, afirma que "es inevitable" si se quiere "elevar una barrera entre alemania y los bolcheviques". ¿Porqué esa barrera inevitable? ¿Para proteger a quién? ¿A Alemania, o a los bolcheviques? ¿Es concebible para que se preocupe de la protección de Alemania el girondino y patriotero Tardieu, siempre preocupado en buscar pretextos para perjudicar y sojuzgar al Reich ?
¿ No es cierto que, desde Versalles, la política de Tardieu y de todos los políticos franceses de primer rango consiste en poner trabas a la recuperación de Alemania, mientras guardan distraído silencio cuando la URSS engulle a Ucrania, Carelia, las repúblicas musulmanas del Asia Central y Mongolia Exterior ? ¿ No es cierto que Francia, que en 1934 firma una alianza militar con la URSS, se vuelca en su apoyo económico y financiero a ésta, igual que Inglaterra y la América de Roosevelt ? Repetimos nuestra pregunta: ¿ Porqué esa barrera calificada de inevitable ? Con todo rigor lógico debemos deducir que si no es para proteger a Alemania - que a ningún político profesional francés importa un bledo - será para proteger a la URSS, criatura de la Alta Finanza que impone su ley no escrita en Occidente. ¿ O no ?....¿ Qué otra explicación puede haber para montar el gigantesco gazapo de Dantzig ?.
Por que Dantzig es un gazapo. Sobre esto, la unanimidad es total. Nada menos que Marcel Sembat, varias veces ministro, Vice-Presidente del "Grand Orient de France" y miembro prominente de la "Sección Francesa de la Internacional Obrera", así como fundador del llamado "Partido Socialista Revolucionario", es decir, no precisamente un "nazi", manifestó en su discurso del 4 de Septiembre de 1919, con motivo de la sesión de ratificación del Tratado de Versalles:
"Debe quedar bien claro para todo el mundo que Dantzig es una ciudad alemana.
Nuestro Rapport dice: polonia quería Dantzig. No obstante, teniendo en cuenta a la población, no hay duda posible: Dantzig es una ciudad incontestablemente alemana.
Y también dice ese Rapport: No se trata de un enclave alemán inmerso en una región polaca. Desde Dantzig, siguiendo la costa hacia el Este, se llega, por un territorio puramente alemán, a la Prusia Oriental.
"He aquí, pues, dos afirmaciones contradictorias y difícilmente concillables.
Primera afirmación solemne: Dantzig es una ciudad alemana, y no tenéis derecho a arrebatársela a Alemania. Segunda afirmación: Polonia necesita un acceso al mar, que sólo Dantzig puede ofrecerle. ¿ Acaso es imposible encontrar una solución ? La solución del Tratado es detestable, puesto que olvida los derechos de las poblaciones.
¿ Me objetareis que convertís a Dantzig en una ciudad libre ? Esto equivale a violentar el sentido de las palabras. Dantzig, ciudad alemana, es proclamada ciudad libre en el mismo momento en que le rehusáis la libertad de continuar siendo una ciudad alemana. Por consiguiente, en realidad, violáis vuestros propios principios.
" ¿ Podíamos haber hecho otra cosa ? Si, y ello era muy sencillo. Se convertía a Dantzig en un puerto franco y se garantizaba a Polonia una vía férrea bajo su control y soberanía. Así habríais dado a Polonia su acceso al mar. En vez de ello, habéis cortado en dos a Alemania, separando a la Prusia Oriental del resto del país ".
Un historiador de la talla de Jacques Bainville subraya magistralmente las contradicciones de la política de Clemenceau, con su famosa frase: "La paz era demasiado dulce si se la comparaba con la dureza de sus condiciones". En efecto, si los Aliados de la Primera Guerra Mundial tenían la intención de dejar vivir a Alemania, no era posible intentar destruir, en el Este, la unidad alemana. En Versalles se había osado reconstruir, en el Este de Europa, un Estado desaparecido a principios del siglo XVIII; un estado que ni siquiera la pequeña Prusia de Federico el Grande había podido soportar, y menos aún la Rusia de los Zares (por no mencionar la Rusia comunista que en 1920 estuvo a punto de engullir nuevamente a tal estado). Una vez más, anulando de un plumazo varios siglos de historia, el Tratado de Versalles convertía en una isla a Prusia Oriental, sin tener en cuenta a Koenigsberg, el terruño de Kant, la villa en que Federico el Grande se coronó a sí mismo Rey de Prusia [171]. Sea como fuere, Polonia había resucitado. Ciertamente, había pronto gastado el caudal de paciencia de todas las potencias aliadas, exceptuando a Francia, siempre dispuesta - desde Richelieu - a colocar "gendarmes" en las fronteras alemanas. Ciertamente, también, sus 32 millones de habitantes comprendían un 44 % de elementos halógenos hostiles, destacando entre éstos cuatro millones y medio de alemanes y seis millones y medio de ucranianos; halógenos a menudo oprimidos y, en el mejor de los casos, ignorados. Pero, ¡ qué importa !, Polonia existe. Tras resistir, merced a la ayuda francesa, los embates del Ejército Rojo, se apresura a firmar con la URSS un tratado de "Amistad". Con quien no firma semejante tratado es con Alemania, ni con Lituania, ni con Letonia, ni con Estonia, ni mucho menos con Checoeslovaquia, a la que reclama, basándose en el "principio de las nacionalidades" el ducado de Teschen, del que, como hemos visto, terminará por apoderarse cuando se derrumba el estado checoeslovaco.
Polonia ha sido cebada con otros territorios geográfica y étnicamente alemanes, a parte de Dantzig: la región de Posen (Posnania) y la rica cuenca minera de la Alta Silesia. Tal como había previsto Lloyd George, la cuestión de las minorías nacionales no ha cesado de complicar la vida de Polonia desde el primer día. Los sucesivos gobiernos polacos, ciertamente, han intentado, durante años, solucionar el espinoso problema. Sikorski, primer Presidente de la República de Polonia dejaba entender claramente que el primer objetivo del gobierno polaco debía ser
"la liquidación de las propiedades alemanas y la desgermanización de las provincias del Este"
El gobierno alemán - un gobierno socialista, no precisamente nazi - llevó el caso ante el Tribunal de Justicia Internacional de La Haya, el cual emitió un dictamen, el 10 de Septiembre de 1923, negando al gobierno polaco la puesta en práctica de tales proyectos.
Tras quince anos de lucha más o menos desleal, en la que la buena fe polaca "había brillado por su ausencia" la declaración germano-polaca de 5 de Noviembre de 1937 había tratado de poner término a un intercambio de recriminaciónes muy vivas, que se había ido agravando con el paso del tiempo. En el curso de las negociaciones, Alemania había sido siempre el demandante. Había pedido que se instituyera una Comisión Mixta ante la cual se pudieran presentar las quejas de las minorías. El gobierno polaco no había aceptado esa petición; sólo una simple declaración conjunta germano-polaca, dejando a cada parte la competencia para asegurar "en el marco de su soberanía" la observancia exacta de sus compromisos. No obstante, sigue un período de relativa paz, que dura hasta Abril de 1938, en que la prensa minoritaria alemana de Polonia se queja de los "abusos polacos". Deplora el licenciamiento de 1.100 mineros alemanes en la Alta Silesia y su substitución por polacos. Se irrita al constatar que la aplicación de la llamada "reforma agraria" polaca en las provincias occidentales se dirige sistemáticamente contra los propietarios alemanes. Y se indigna, sobre todo, del cierre de numerosas escuelas alemanas.
El líder de la Jungdeutschepartei en Polonia reclama para la minoría alemana la consideración de Volksgruppenrecht, es decir, de "grupo étnico diferenciado", de acuerdo con los términos del Tratado de Versalles. Las manifestaciones antialemanas de Varsovia llevan la situación a un grado de tensión desconocido hasta entonces .
El nuevo gobierno polaco, es decir, el triunvirato Moscicki-Beck-Rydz Smigly, está convencido de que si permite que los alemanes de Polonia obtengan la autonomía interna que derivaría de la consideración que reclaman de Volksgruppenrecht, ucranianos, lituanos y bielorrusos van a seguir su ejemplo sin tardanza. El estado polaco, así, vería puesta a debate incluso su propia existencia. Los polacos representan el 56 % de la población de su estado, contando a su importante colonia judía. Sin ella, no llegan al 47 %.
El caso polaco no es un caso tan flagrante de invención histórica como el caso checoeslovaco, pero se le asemeja mucho. En todo caso, los sucesores de Pilsudski en la dirección de la política polaca, siguen sus directrices. Pilsudski había, incluso, en 1923, preconizado la anexión de Prusia Oriental; si ello no se había llevado a cabo fue por haber puesto el veto Inglaterra, que no deseaba que Polonia, aliada de Francia, se engrandeciera demasiado. Ello hubiera comprometido el famoso "equilibrio de poder" en que todavía creían los políticos ingleses de los años veinte. Prusia Oriental, aislada del resto de Alemania por el "Corredor de Dantzig", debía tener - por una especie de ley de la gravedad histórica - tendencia a reunirse de nuevo con el resto de la Madre Patria, borrando el absurdo "Corredor". La mejor manera de evitarlo, - discurrían los poco inspirados triunviros - consistía en suprimir a Prusia Oriental. Esta aspiración polaca persistirá, más aún, se acentuará con el paso de los años. Y, en realidad, tal aspiración no es criticable. Una vez reconocido el estado polaco, tal cual queda configurado por el Tratado de Versalles, todo lo que suceda a continuación no es más que la consecuencia lógica del mismo.
Un estado digno de tal nombre difícilmente podrá aceptar particularismos dentro de sus fronteras, por cuanto dichos particularismos debilitarán fatalmente su estructura interna. Por otra parte, las minorías nacionales - sobre todo si tienen conciencia de pertenecer a naciones de primer rango - tampoco aceptarán de buen grado el quedar sometidas al arbitrio de otro estado. De ahí el convencimiento general, expresado por figuras políticas de primer rango, de que Versalles - y, concretamente, por lo que se refería a Polonia - había alumbrado la guerra perpetua. El antagonismo germano-polaco era algo fatal, inevitable. Los promotores del infausto Tratado lo sabían y de ello han dejado numerosos testimonios.
"La paz que acabamos de firmar les garantiza a ustedes treinta años de guerras ininterrumpidas en el Centro de Europa", les dijo Clemenceau a los cadetes de la Academia Militar de Saint-Cyr .
"No puedo imaginarme otro motivo más poderoso para una futura guerra, que rodear al pueblo alemán por una serie de pequeños neo-estados, muchos de los cuales están constituidos por pueblos que Jamás han podido tener un gobierno estable, pero que incluyen una gran población alemana que exige su unión a la madre patria. La proposición de la comisión polaca de someter varios millones de alemanes a la vigilancia de un pueblo, como el polaco, que profesa otra religión, y que hace cerca de trescientos años que no ha tenido una soberanía independiente, conducirá, en mi opinión, más pronto o más tarde, a una nueva guerra en el Este de Europa"
dijo Lloyd George, Primer Ministro británico cuando se discutía, en Versalles, el trazado de las futuras fronteras entre Alemania, Polonia y Checoeslovaquia . Podríamos llenar un capítulo entero con citas de prominentes personajes del campo Aliado, reconociendo que Versalles era un semillero fecundo de guerras. El propio presidente norteamericano, Woodrow Wilson había declarado repetidas veces que
"la guerra no debe terminarse con un acto de venganza sea de la clase que fuere, que ninguna nación, ningún pueblo, debe ser expoliado ni castigado..., que la injusticia que se había cometido con aquella guerra, no debía compensarse cometiendo la misma injusticia con Alemania".
Y, no obstante, a sabiendas de los máximos responsables políticos del campo vencedor, o, al menos, de los máximos responsables teóricos y conocidos, se había perpetrado el infausto Tratado-Dictado de Versalles. ¿ Porqué? Por que, como dijo el propio Woodrow Wilson, en Versalles
"había una Fuerza Secreta que nos fue imposible identificar".
Una Fuerza "internacional apatrida que movía a los estadistas como marionetas", como manifestara el Almirante inglés Sir Barry Domvile, héroe de los Dardanelos .
La misma Fuerza que trajo la Primera Guerra Mundial y preparó la Segunda, explotando el patriotismo de unos y otros y, para lograr el estallido final, utilizó y manipuló sin piedad el exacerbado y xenófobo patriotismo polaco.`
Como hemos dicho, al mandar a Ribbentrop a Varsovia, aún cuando éste sólo consiguiera una simple "Declaración Conjunta", Hitler buscaba liquidar, de una vez, el contencioso germano-polaco, limando aristas que permitieran el establecimiento de un clima apropiado para tratar con Polonia sobre su participación o, al menos, su benévola neutralidad, en la Drang nach Osten. Las relaciones, efectivamente, mejoraron, hasta alcanzar cotas de cordialidad inexistentes hasta entonces en las relaciones entre ambos países. Nada menos que André Francois-Poncet, varias veces ministro y embajador de Francia en Berlín desde 1931 hasta 1938, nos lo confirma:
"El Coronel Beck se ha hecho muy amigo de Goering, al que invita varias veces al año a ir a cazar en las selvas polacas. En el curso de esas cordiales entrevistas, se ha hablado, naturalmente, de la cuestión de Dantzig y del Corredor, que deberá ser resuelta un día u otro, en el interés de las buenas relaciones entre los dos países, y el Coronel Beck ha dado a entender que Polonia no rehusaría que Dantzig fuera devuelta al Reich, a condición de que ella conservara allí sus privilegios económicos, y que tampoco pondría obstáculos, igualmente, a la creación - a través del Corredor - de otro corredor extraterritorializado, por el cual pasarían una autorruta y una línea
férrea, que harían comunicar directamente Prusia Oriental con Prusia Occidental, es decir, con el resto de Alemania". [179].
El 20 de Septiembre de 1938, Lipski, embajador de Polonia en Berlín, fue a repetirle estas cosas personalmente a Hitler, preguntándole, a su vez, si él no veía ningún inconveniente a que Polonia se aprovechara de la crisis de los Sudetes para recuperar el territorio de Teschen .
El día 24 de Septiembre, cuatro días más tarde, Lipski transmitía el mismo mensaje a Ribbentrop que, sobre la marcha, respondía que el Reich no veía inconvenientes a que Polonia aprovechara la crisis de los Sudetes para reclamar Teschen y que la oferta polaca sobre la solución del problema del Corredor era aceptable para el Reich .
Esto es muy importante. Es básico para comprender el problema y su ulterior desarrollo.
Lo que proponía Lipski, por encargo de su gobierno y que Ribbentrop, sin duda razonable, aleccionado por Hitler, aceptaba, era el retorno de la "Ciudad Libre" de Dantzig al Reich y la creación de una autorruta y una vía férrea extraterritorial a través del Corredor. Esto es, todo lo que entonces reivindicaba Hitler y, no pudiendo adivinar que el Coronel Beck cambiaría de opinión, era sincero cuando decía a Chamberlain que "los Sudetes eran la última reivindicación territorial que le quedaba por formular en Europa". Por otra parte, la posición de Hitler ante Polonia es bien conocida: piensa que querer incorporarla al Reich sería un absurdo. Que debe subsistir como "estado tapón" entre Occidente y el eslavismo. Que la Drang Nach Osten se hará por el Norte, partiendo de los tres pequeños estados bálticos hacia Leningrado y más allá, si se llega a una solución militar, y también por la cuna rutena, por el Sur, pero que, en cualquier caso, Polonia debe subsistir. Que Polonia, a pesar de haber sido "cebada" - como dice Churchill - con abundantes territorios no-polacos, no es un estado artificial como lo fuera el estado checoeslovaco, puesto que su personalidad ha resistido a tres repartos en el curso de la Historia.
Y que los problemas de Dantzig y del Corredor deberán solucionarse un día, pero que ello deberá realizarse amistosamente. En este último punto, acaricia la esperanza de poder dar a Polonia una parte de la Ucrania bajo yugo bolchevique, en compensación de un arreglo bilateral que no comprometería para nada su desarrollo económico, y a condición de que los ucranianos vieran respetada su personalidad histórica y cultural. Todo esto ha sido escrito en Mein Kampf, y se lo ha repetido a Karl Burckhardt, Alto Comisario de la S. de N. en Dantzig .
Ambas partes estaban, pues, de completo acuerdo. La vuelta de Dantzig al Reich y el permiso de construcción de una vía férrea y una autorruta extraterritorial que atraviesen el Corredor, hacen desaparecer la artificial insularidad de Prusia Oriental. Alemania vuelve a formar un bloque, cuya parte geográficamente más cercana a la URSS quedará directamente comunicada con el núcleo central del país. Ello representa un aumento de poderío extraordinario, y así lo comprenden las pequeñas - pero estratégicamente importantísimas Letonia y Estonia - cuando en Febrero de 1939, ante los insistentes rumores de la entente germano-polaca y el fin de la perenne crisis del Corredor, proponen ellas mismas al Reich la firma de un Tratado de Amistad, complementado con un Acuerdo Económico bilateral, idéntico al que Alemania ya ha firmado, unos meses atrás, con Lituania. Y unos días después sigue Dinamarca.
En estos momentos, pues, toda Europa Central y Oriental, con las únicas excepciones de Grecia y Rumania, donde la diplomacia británica mantiene viejas posiciones junto a los monarcas - posiciones que en Londres intuyen no durarán mucho tiempo, pues tanto Antonescu como Metaxas, los políticos con más futuro en esos países, se inclinan resueltamente hacia Alemania - y Suecia que, de hecho, colabora comercialmente con Alemania, sin renunciar a su vieja neutralidad "formal", prácticamente toda Europa Central y Oriental, pues, incluyendo incluso a Turquía, forma un bloque político-diplomático con el Reich. Este bloque aísla a la URSS, y el Führer está convencido de que, sin guerra, el Bolchevismo se hundirá. Cree que sólo la cooperación económica de Occidente - de hecho, un verdadero subsidio permanente - ha permitido paliar los sucesivos fracasos de los Planes Quinquenales. Que este aislamiento y sus consecuencias puedan traer una guerra con la URSS está previsto, y las perspectivas no pueden ser más halagüeñas.
Para completar el plan, en la Wilhelmstrasse se prepara activamente un Memorándum con las propuestas a presentar a Polonia. Sólo se le pedirá, al estado polaco, el permiso para la construcción de una autorruta y la vía férrea extraterritoriales y su anuencia a que se celebre en la "Ciudad Libre de Dantzig" un plebiscito democrático, controlado por la S. de N. y las autoridades alemanas y polacas, para decidir si la ciudad continúa siendo libre o si pasa a la soberanía del Reich. A cambio, Alemania reconocerá como definitivas sus fronteras - lo que equivale a decir que le asegura su apoyo militar contra una eventual agresión rusa - y le propondrá un Tratado Comercial idéntico al que está en vigencia con los demás países de la zona. Como colofón, ambos países prorrogarán su vigente Tratado de Amistad y No-Agresión.
El pensamiento de Hitler, expuesto en Mein Kampf parece ya plasmado en la realidad. El Führer ha debido sacrificar sus fronteras orientales con Polonia pero ha logrado cristalizar sus planes, la realización de los cuales - ya se sabe - conlleva sacrificios. Estos sacrificios se los ha impuesto el bien conocido patriotismo polaco, que se aterra al hecho consumado de sus fronteras de Versalles.
EL CHEQUE EN BLANCO
Ambas partes parecen estar de acuerdo. Pero, cuando el 21 de Marzo de 1939 von Ribbentrop propone al embajador polaco Lipski iniciar conversaciones diplomáticas formales con objeto de oficializar este acuerdo, Lipski se va a Varsovia, y regresa cinco días después, el 26 de Marzo, con una respuesta negativa. La sorpresa en los medios diplomáticos berlineses es total. Ribbentrop habla, incluso, de "estupor", en su autobiografía Zwischen London und Moskau, a pesar de que, para dar el máximo sentido a esa negativa, el 24 de Marzo, von Moltke, embajador de Alemania en Varsovia, advertía a Berlín de los rumores alarmistas que corrían en Polonia relativos a las intenciones alemanas contra Polonia. Y a pesar, también, de que el 25 de Marzo, el Almirante Canaris anunciaba la movilización de tres quintas ordenada a toda prisa por el gobierno polaco, así como la concentración de tropas polacas alrededor de Dantzig.
¿Qué había ocurrido ? Debemos hacer mención a una de las más sombrías maquinaciones que registra la Historia. Una maquinación que hará estallar el detonante y provocará la realización del sueño del Clan Belicista, y, con él, la Segunda Guerra Mundial y el hundimiento político y cultural de Europa.
Tilea, embajador de Rumania en Londres, ha sido encargado por su gobierno de negociar un empréstito con Inglaterra, de diez millones de libras esterlinas. Es el clásico diplomático "cabeza loca" y no sabe como llevar a cabo su misión. Entretanto, en Bucarest, se llevan a cabo negociaciones entre Alemania y Rumania. El 16 de Marzo, Tilea, aprovechando el desconcierto general provocado en la City por el desmenbramiento de Checoeslovaquia, se presenta en el Foreign Office para informar a Lord Halifax de que la Delegación Alemana en Bucarest ha presentado a la Delegación Rumana unas proposiciones, redactadas en un tono tal, que equivalen a un ultimátum. Aún cuando advierte que no actúa oficialmente, sino oficiosamente, en nombre de su gobierno, Tilea pregunta si, en caso de agresión por parte de Alemania, Inglaterra estaría dispuesta a consentir a Rumania un empréstito de diez millones de libras esterlinas para comprar armas.
Es absurdo. Alemania y Rumania no tienen fronteras comunes y se hallan separadas por unos 450 kilómetros. Un conflicto germano-rumano es casi tan improbable como un contencioso hispano-suizo, para usar un símil geográfico próximo. Pero Lord Halifax toma el asunto en serio. Le consta que la City, que tenía intereses en Bohemia, los tiene aún mayores en Rumania, en cuyos petróleos detenta participaciones mayoritarias. Halifax sabe a qué punto es sensible la City a todo lo que sucede en Bucarest y que, apoyándose en ese tema, le será fácil alertar a la llamada "Opinión Pública". Como ya hemos visto, Halifax es un tránsfuga del campo pacifista; es un antiguo "supporter" de Chamberlain que, aunque continúa en el gobierno, le ha abandonado. Ahora es un belicista convencido. Halifax, "gato viejo" de la política, sabe de qué pié cojea Tilea, "la incapacidad y la ambición personificadas" . Por eso le dice que si le confirma lo que le acaba de decir, Inglaterra concederá el crédito solicitado a Rumania, sin intereses. Tilea, sin consultar con su gobierno, se lo confirma el día 17 de Marzo.
El día siguiente, 18 de Marzo, los oficiosos The Times y The Daily Telegraph anuncian la noticia. Se ha dicho que fue Halifax quien comunicó la noticia a los periódicos; también se ha afirmado que fue Vansittart, otro maníaco de la germanofobia. En Bucarest, esto cae como una bomba. Gafencu, Ministro de Asuntos Exteriores, desmiente oficialmente:
"Las conversaciones germano-rumanas se desarrollan de manera absolutamente normal. Las noticias referentes a un ultimátum alemán carecen de fundamento, y son ridiculas" .
Incluso el embajador británico en Bucarest, Sir Reginald Hoare, desmiente. Gunther, embajador de los Estados Unidos, telegrafía a Cordell Hull que
"Gafencu está furioso y si no fuera por que no quiere disgustar a Lord Halifax, destituiría a Tilea, a quien ha severamente amonestado" [186].
En París, Bonnet, Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, convoca al embajador rumano, Tatarescu, quien le confirma que "las conversaciones germano-rumanas han desembocado en un acuerdo comercial cuya firma es inminente " y que no ha habido dificultad, ni mucho menos, ultimátum de ninguna clase, si se exceptúa una pequeña discusión inicial .
Esta cascada de rectificaciones, desmintiendo la falsa noticia, no es comunicada a la prensa. Los periódicos norteamericanos, ingleses y franceses, sin excepción, más los "oficiales" Pravda e Izvestia, de Moscú, anuncian a sus lectores que "la entrada de las tropas alemanas en Rumania es inminente". Como el noventa y nueve por ciento de los lectores de periódicos no sabe geografía, y, en cambio, es un idólatra de la palabra impresa, todo el mundo cree esa noticia absurda.
El 18 de Marzo, Sir Eric Phipps, embajador británico en París, se presenta en la Cámara de los Diputados y pide ver, con extrema urgencia, a Daladier. Nadie sabe, ni nadie sabrá, probablemente, lo que hablan estos dos hombres, pero lo que sí se sabe es que Daladier convoca inmediatamente a sus ministros y les informa de que "la Gran Bretaña ha decidido garantizar las fronteras de Rumania", explicándoles las razones de tal acto:
"El día en que Alemania controlará el petróleo de Ploesti, podría hacer la guerra a toda Europa, en la seguridad de que sería invencible" [188].
Cuanto más a fondo hemos estudiado todo el proceso generador de la Segunda Guerra Mundial, más hemos llegado al firme convencimiento de que los políticos de primer plano, o eran venales y estaban sometidos a otros poderes fácticos, mediante la corrupción o el chantaje, o bien eran unos simples testaferros, que no tenían ni siquiera una remota idea de lo que se debatía.
Cuando el embajador de la Gran Bretaña le suelta a todo un Presidente del Gobierno Francés, que el día en que Alemania controle el petróleo rumano será invencible, y ninguno de los dos se ríe - cuando menos, sonríeo bien, son unos ignorantes de tomo y lomo, o bien son unos impúdicos farsantes.
Ninguno de los dos puede ignorar que, entonces, en 1939, la Luftwaffe, sin recurrir a los petróleos rumanos, y basándose exclusivamente en los carburantes sintéticos que, a partir de la regeneración del carbón, se fabrican en Alemania, es una fuerza de primer orden. Sin necesidad de comprarle su petróleo a Rumania, el parque automóvil de Alemania es el primero de Europa, y las divisiones de tanques con que se ha dotado a la Wehrmacht no cuentan con el hipotético petróleo de Ploesti. Pero hay más: Se nos ocurre preguntar, ¿ qué representan los petróleos rumanos, al lado de las yacimientos del Irak, de la Arabia Saudita, del Caucase, de Norteamérica y de todo el mundo, que controla la "Standard Oil of New Jersey" ? No representan ni el dos por ciento. ¿ Cómo puede un embajador de Su Majestad Británica, sin haberse bebido previamente tres botellas de whisky, afirmar que Alemania, por el simple hecho de controlar - lo que aún queda por demostrar - el dos por ciento del petróleo que controlan sus hipotéticos adversarios será invencible ante los mismos ? Esta pregunta no parecen planteársela los ministros franceses pues, insólitamente, deciden alinearse tras la actitud inglesa.
Pero lo inaudito es que todo es un inmenso calembour, un gigantesco fraude. No es verdad que la Gran Bretaña haya decidido garantizar las fronteras rumanas. Precisamente el Primer Ministro, Chamberlain, está descansando unos días en su casa de campo. Rumania no ha pedido ningún tipo de protección ni de ayuda a Inglaterra. Si Tilea ha sido enviado a Londres a solicitar un empréstito, es, más que nada, para contrarrestar el efecto que en Londres puede hacer lavisita de la Delegación Alemana a Bucarest.
Y el Consejo de Ministros inglés que estudia la cuestión sólo se reúne el día siguiente, 19 de Marzo. Todo ha sido una hábil maniobra del pariente por alianza de Lord Rothschild, Halifax, secundado por Vansittart y - naturalmente - por Churchill y Eden, aprovechando la monumental gaffe diplomática del inexperto y corrupto Tilea. En el Consejo de Ministros del día 19 de Marzo, Halifax manifiesta que ha enviado a Sir Eric Phipps a entrevistarse con Daladier, lo que provoca un altercado tremendo con Chamberlain, al margen completamente del asunto, y declara que la política de conciliación ha fracasado. Afirma que no debe haber un "Munich polaco" (cuando nadie pretende, todavía, que Polonia este amenazada) y que es preciso "comprometerse en el Este de Europa, garantizando las fronteras de Rumania y Polonia, aún cuando fuere inspirándose en el proyecto de Gran Alianza preconizado por Churchill". Chamberlain se opone. Tras él se colocan cinco ministros.
Pero ocho, incluyendo al propio Halifax, Vansittart, Churchill y Eden logran que el Consejo adopte ese punto de vista.
Un inciso. Anotemos que Lord Halifax, el hombre vinculado familiarmente a Rothschild, haciendo caso omiso a los desmentidos que le mandan sus propios embajadores que se hallan sobre el terreno, en Bucarest, finge creer en la burda patraña de Tilea para forzar una garantía inglesa a Rumania, a pesar de que el propio gobierno rumano la rechaza, lo que constituye un caso sin precedentes en la Historia; uno más en esa carrera hacia la Segunda Guerra Mundial.
Pero hay más, a pesar de que nadie ha mentado a Polonia, Halifax la mete, de matute, en esa garantía no solicitada.
Sin pérdida de tiempo, Halifax envía una nota a los gobiernos de París, Varsovia y Moscú, pero no a Bucarest, pues le consta que todo es una superchería y que, por consiguiente, el gobierno rumano la rechazaría, para invitarles a consultarse mutuamente
"sobre las medidas a tomar en el caso en que una nueva acción se llevara a cabo contra la independencia política de un estado europeo" [189].
La víspera, Litvinov ha pronunciado en Moscú un discurso en el cual preconiza "una conferencia de seguridad europea que reuniría a la Gran Bretaña, Francia, la URSS, Polonia, Rumania y Turquía" [190]. Ni Polonia ni Turquía han pedido nada, pero Litvinov quiere correr en su auxilio. Inaudito.
El día veinte de Marzo, Lord Halifax declara ante la Cámara de los Lores que
"el Gobierno de Su Majestad, sacando la conclusión de los hechos y decidido a cortar el paso a los proyectos de dominación universal, ha iniciado consultas con varios gobiernos para proponerles la conclusión de un pacto en virtud del cual opondrán una resistencia mancomunada a toda nueva amenaza contra un país europeo" .
El 21 de Marzo, Albert Lebrun, Presidente de la República Francesa, y su Ministro de Asuntos Exteriores, Georges Bonnet, llegan en visita oficial a Londres: Halifax les presenta su plan, y Bonnet, que ha presentado otro similar a Suritz, embajador soviético en París, da su asentimiento unánime para introducir a los asuntos europeos a la URSS ... que en Munich había sido apartada de los mismos.
La propuesta de garantía inglesa llega muy oportunamente a Polonia. Si Alemania ofrece el reconocimiento de unas fronteras, un pacto de Amistad y un Tratado Comercial, a cambio de una vía férrea extraterritorial y una autopista, así como el paso de la "Ciudad Libre de Dantzig" al Reich, Inglaterra ofrece más; es decir: la garantía de las fronteras polacas y un préstamo de veinticinco millones de libras sin intereses, a devolver en diez años, mientras los Estados Unidos, por intermedio de su embajador itinerante William C. Bullitt, ofrecen financiar, casi gratuitamente, la puesta a punto de la minería polaca y de su incipiente industria química .
Polonia no deberá tolerar el tránsito alemán por su territorio y Dantzig continuará siendo libre.
Aunque, con el tiempo, tal "libertad" es imposible, y más teniendo en cuenta que, rodeada por territorio de soberanía polaca, la tendencia natural será, irreversiblemente, de convertirse igualmente en posesión polaca. En una palabra, la propuesta de garantía inglesa le llega al Coronel Beck con gran oportunidad y ve enseguida las ventajas que puede obtener: escapar a las conversaciones con Hitler y, en vez del apoyo alemán, obtener el apoyo inglés, francés y ruso, más el no-oficial, pero seguro, apoyo de la América de Roosevelt. De manera que el 24 de Marzo, encarga a Raczinsky, su embajador en Londres, que diga a Halifax:
"En vista del rápido curso de los acontecimientos y de la pérdida de tiempo que produciría inevitablemente una negociación unilateral, ¿ podría el gobierno inglés, para ganar tiempo, pactar, unilateralmente, con Polonia ? " [193].
Lord Halifax acepta en el acto.
Y el 26 de Marzo, Lipski, embajador de Polonia en Berlín, que se encuentra en Varsovia desde el día 21, regresa a Berlín con una respuesta negativa. Esta es la explicación del radical cambio de postura del Coronel Beck. Y mientras en Berlín intentan comprender qué ha sucedido, el 31 de Marzo, Chamberlain anuncia en la Cámara de los Comunes:
"En el caso de una acción cualquiera, que pusiera en peligro la independencia polaca, y a la cual el gobierno polaco considerara de su interés resistir con sus fuerzas nacionales, el Gobierno de Su Majestad se consideraría obligado a socorrer inmediatamente, con todos sus medios, al gobierno polaco" [194].
El 6 de Abril, el Coronel Beck volaba a Londres y el acuerdo era hecho público por un comunicado oficial. Se trata de un verdadero cheque en blanco. Algo que no firmaría ni Rothschild, porque el mendigo a quien se lo diera podría llevarlo a la ruina.
Si releemos atentamente el texto de la declaración de Chamberlain observaremos que el Imperio Británico se pone en manos de Polonia. "En caso de una acción cualquiera, que pusiera en peligro la independencia polaca, y a la cual el Gobierno Polaco considerara de su interés resistir....el Gobierno de Su Majestad se consideraría obligado....a socorrer inmediatamente, con todos sus medios, al Gobierno Polaco".
Desafiamos a cualquier historiador a que nos cite otro caso, en toda la Historia Universal, de un estado soberano que se atara de tal manera a otro. Sólo puede hallarse parangón en los tratos unilaterales mantenidos en la Edad Media por los soberanos con algunos señores feudales, o en la Edad Moderna en las estipulaciones dictadas por Londres a algún obscuro sultán de la India. En el bien entendido que el papel de soberano medieval o de Londres lo desempeña Polonia, potencia de tercer orden, mientras el orgulloso Imperio Británico juega el papel de mini-príncipe feudal o de reyezuelo indio. Inconcebible, desde un punto de vista puramente histórico. Nunca un estado soberano se ha atado de esa manera a otro estado, con el cual no le ligan lazos especiales de ninguna especie. ¿ Qué puede importarle a la protestante y anglosajona Inglaterra la católica y eslava Polonia, para arriesgar una guerra en su defensa, cuándo y cómo ésta quiera ? Se ha dicho que Inglaterra ansiaba una guerra con Alemania y que la garantía dada a Polonia no fue más que un pretexto para tener esa guerra. Pero ni siquiera ésto es verosímil.
Que Inglaterra buscara - y hallara - pretextos, pase. Pero que pusiera en manos de un tercer estado el momento en que debiera ir a una guerra, es inconcebible. La única explicación plausible que nos queda es que Inglaterra, es decir, la élite custodia del destino nacional inglés, no quería ese pretexto, o sea el pretexto polaco. Ya hemos visto como Halifax, el hombre de Rothschild, prácticamente a espaldas de su Primer Ministro, le coloca ante el hecho consumado de una garantía a Rumania y a Polonia, en el momento psicológico en el que los intereses de la City han recibido varios golpes económicos y en que se les menta a Ploesti; en el momento en que Bullit, el infausto hombre de Roosevelt en Europa aprieta las clavijas, financieramente a Inglaterra. Pero es que, paralelamente, es el momento en que Alemania va a lograr el acuerdo de Polonia para entrar a formar parte del bloque objetivamente anticomunista que se va formando.
La URSS está en cuarentena. La Alta Finanza se agita, y la City arrastra al enfermo y vacilante Chamberlain, sin agallas para desautorizar ante el mundo a Halifax, el hombre de Rothschild, desde que ha emparentado con él. La Alta Finanza coloca entre Hitler y Stalin la barrera polaca.
Citaremos, más adelante, testimonios incontrovertibles que lo demuestran sin dejar resquicio alguno a la duda razonable.
Tras el fuerte golpe diplomático que acaba de recibir, Hitler intenta, aunque, al parecer, sin grandes esperanzas, algunas gestiones directas con el Coronel Beck, al cual éste responde con evasivas. Finalmente, el 28 de Abril, convencido de que pierde su tiempo, pronuncia un discurso en el cual denuncia, a la vez, el Tratado Germano-Polaco del 26 de Enero de 1934 y el Pacto Naval Anglo Alemán del 18 de Junio de 1935. En el mismo discurso, responde a una de las intervenciones más impertinentes que ha llevado a cabo el Presidente Roosevelt, dos semanas antes, el 14 de Abril de 1939.
¿ Qué nueva jugarreta se le ha ocurrido al incansable Presidente norteamericano ? Esta vez ha escrito una carta, dirigida a Hitler y a Mussolini, pero no por la vía diplomática normal, sino que la ha comunicado a los periódicos. Se trata de una carta abierta. En ella, tras afirmar que "he oído rumores, que yo espero sean infundados, según los cuales se preparan nuevas agresiones contra otras naciones independientes", les pregunta a Hitler y Mussolini:
" ¿ Están ustedes dispuestos a prometerme que sus ejércitos no atacarán ni los territorios ni las posesiones de las naciones que a continuación enumero ? ".
Y Roosevelt enumera treinta y una. Para terminar formulando la esperanza de que "tal promesa podría representar la seguridad de diez años de paz; tal vez de veinticinco años de paz", y en caso de respuesta afirmativa, prometía
" la participación americana en las discusiones a escala mundial, tendentes a liberar al mundo del aplastante fardo de armamentos" .
Esto fue considerado, por el diplomático sueco Dahlerus, poco sospechoso de simpatías hacia el Nazismo, como
"una falta contra los usos diplomáticos, una impertinencia, una grosería y una provocación, por no utilizar palabras más fuertes" .
En efecto, al dirigirse exclusivamente a Hitler y Mussolini, Roosevelt parecía querer colocarles, a priori, en el banquillo de los acusados, nombrándose a sí mismo juez. Inaudito.
Inaudito también que la carta no se dirigiera a Stalin, que se había anexionado, por la fuerza, más territorios que Hitler y Mussolini juntos, por medios pacíficos.
Robert Sherwood, escritor panegirista de Roosevelt, pretende que, en el pensamiento del Presidente, "la frontera de los Estados Unidos se encontraba en el Rhin" , y que lo que más temía era "un nuevo Munich, a expensas de Polonia" . Curioso, como este viejo francmasón se preocupaba de la católica Polonia. Extraños novios le salían, de pronto, a Polonia..! Mussolini se hallaba reunido en Roma con Goering y el Conde Ciano cuando le fue entregada la carta de Roosevelt y es entonces cuando pronunció su célebre diagnóstico: "Efecto de la parálisis progresiva..." a lo que respondió Goering, haciéndole eco: "Principios de enfermedad mental" .
La reacción de Hitler no se hizo esperar. El día 17 de Abril, hizo preguntar a todos los estados citados por Roosevelt (exceptuando naturalmente a Polonia, cuyas intenciones conocía, así como a Francia, Rusia y la Gran Bretaña, cuyas intenciones le habían sido reiteradamente y públicamente manifestadas por Churchill, Halifax y compañía) la doble cuestión siguiente:
"¿Tiene su país la impresión de estar amenazado por Alemania ? ¿ Ha encargado su país al señor Roosevelt que haga sus proposiciones en esa forma ? ".
Por unanimidad, los veintisiete estados interpelados respondieron con un doble "No".
En su discurso, en el Reichstag, el 28 de Abril, dio lectura, una por una, a las veintisiete respuestas, en medio de risas y de atronadores aplausos, renovando sus propuestas de conferencia internacional para revisar el Tratado de Versalles en el marco de un acuerdo general. Y como el Presidente Roosevelt había querido justificar su carta con el párrafo "la posibilidad de un conflicto constituye una seria preocupación para el pueblo norteamericano en cuyo nombre hablo", Hitler manifestó, irónicamente:
"Declaro solemnemente que todas las alegaciones sobre un ataque o una intervención proyectada por Alemania contra o en un territorio americano no son más que una inmensa impostura o un grosero embuste. Sin contar, por otra parte, que tales alegaciones, desde un punto de vista militar, sólo pueden nacer en la imaginación de un loco " .
Por ridicula que haya sido la intervención de Roosevelt, una cosa es clara e innegable.
Roosevelt sólo busca un pretexto para intervenir en Europa contra Alemania e Italia. Efecto casi inmediato de la carta del Presidente americano. El 6 de Mayo von Ribbentrop viaja a Milán, donde se entrevista con el Conde Ciano, Ministro de Asuntos Exteriores de Italia, el cual, en nombre de Mussolini, le propone la firma de una alianza militar entre ambos países.
Recordemos que Alemania e Italia son consignatarios del Pacto Anti-Komintern y que tienen en vigencia un pacto de Amistad. Un año antes, en Mayo de 1938, von Ribbentrop había propuesto un pacto militar a Ciano, que lo había rechazado en nombre del Duce. Pero esta vez la carta de Roosevelt había traído como consecuencia echar definitivamente a Mussolini en brazos de Hitler, cuando precisamente Francia e Inglaterra hacían lo posible por separarle de él .
El Pacto de Acero que concretiza esa Alianza, se firma en Berlín el 22 de Mayo de 1939. Su artículo 3 dice que "Alemania e Italia se comprometen a ayudarse militarmente sin paz separada ni armisticio en caso de complicaciones guerreras con una o varias potencias y ello, inmediatamente y con todas sus fuerzas militares". Había, no obstante, una restricción importante: la consulta recíproca y previa de ambas partes .
Aunque ya el 30 de Mayo Mussolini escribe una carta a Hitler en la que manifiesta que las potencias del Eje necesitan de un período de paz no inferior a tres años, y que, en caso de guerra, que él considera inevitable, solamente habrían posibilidades de victoria si ésta estallaba en 1943.
"Italia - concluía Mussolini - puede movilizar proporcionalmente más hombres que Alemania, pero la abundancia de sus efectivos se encuentra limitada, en sus efectos, por la deficencia de su material" [203].
Es decir, Italia no se encuentra preparada para una guerra. Continuando su rearme - todos se rearman, ya, abiertamente - podrá estar a punto en 1943. Pero Hitler, en la conferencia con sus jefes militares del 5 de Mayo de 1937 (los Documentos Hossbach de que hablaremos más adelante) no cree estar a punto antes de 1944. He aquí pues la situación tras el cheque en blanco dado por el gobierno inglés a Polonia:
a) Hitler ha roto con Polonia y con Inglaterra (denuncia del Pacto Germano-Polaco de 25 de Enero de 1934 y del Pacto Naval Anglo-Alemán de 18 de Junio de 1935).
b) Mussolini denuncia el Tratado Franco-Italiano de 8 de Enero de 1935 y se alia militarmente con Alemania.
c) Chamberlain y Daladier, en nombre de Inglaterra y Francia, garantizan las fronteras polacas y prometen acudir en ayuda de Polonia en el momento en que ésta decida que se halla en peligro.
d) Roosevelt manifiesta que sostendrá a "las democracias".
e) Londres, París y Varsovia, amén de Washington, hacen clarísimas aperturas en dirección a Moscú.
f) Pero Hitler, para romper el cerco diplomático-militar, debe dar un giro de noventa grados a su política e inicia, igualmente, la carrera hacia Moscú.
g) Habida cuenta del tono que la carta de Roosevelt a Hitler y Mussolini había dado a la discusión, no quedaban muchas posibilidades para un nuevo Munich: los deseos de Roosevelt, según su biógrafo y panegirista Sherwood, habían sido colmados; si ese era el objetivo que se había fijado, lo había conseguido plenamente. La situación se había convertido en explosiva.