El otro día de turismo por la playa, rodeado de nórdicos y walkirias atisbé su decadencia. Las gentes del Septentrión europeo no tiene capacidad de reacción. Son útiles dentro de su sistema, rodeados de iguales, esperando mano sobre mano a que el respeto a la norma sea suficiente para que la ley se cumpla. Pero sácales de su mundo de protección social, paroxismo cívico y estado del bienestar y serán incapaces de sobrevivir. Los moros se los van a comer con patatas, son incapaces de responder a la golpes, no tienen esa rabia mediterránea que llegado el momento podría ser nuestra última esperanza.
Europa tiene varios retos a los que no va responder y este es tan sólo uno de sus síntomas. El euro amenazado, la economía al borde del abismo, los países del sur en quiebra y la inmigración islámica sin dique de contención ampliando territorios y privilegios. Todo esto va a ser insuficiente para la verdadera reacción. Ya hemos visto por donde pueden ir los tiros del nuevo orden. El cambio está en manos de tribus de perroflautas que plantas huertos, llevan barcos de juguetes a Palestina y hacen apología de las hamburguesas de tofu. O los dejamos a los de siempre que nos vendan al capital o le damos el poder a los del 15-M para crear un mundo de piruletas y pequeños ponys.