En pleno debate sobre la inmigración en EEUU, su presidente Barack Obama, entre otras muchas cosas, dice que
"Técnicamente es imposible detener y deportar a 11 millones de personas".
Quizás el Señor Presidente de los Estados Unidos debería dejarse asesorar por auténticos especialistas en este campo, especialistas tales como los dirigentes de Argelia que consiguieron expulsar en 1961 al diez por ciento de su población que era de origen europeo en sólo unos meses (cerca de un millón de personas), sin preocuparse de cuántas generaciones llevaban asentados en aquel territorio.
Y puestos a recordar, recordemos cómo la izquierda francesa, la misma izquierda proinmigracionista y multicultural que hoy conocemos, recibió a sus compatriotas expulsados con pancartas en las que se podía leer "los Pieds-Noirs al mar" a su llegada al puerto de Marsella.
En fin, cosas del marxismo.
También el Presidente Obama podría pedir consejo a los dirigentes de la nunca suficientemente ponderada y multirracial Sudáfrica, donde aproximadamente un millón de blancos ya han abandonado el país, por no hablar de Zimbabwe, donde la población blanca fue expulsada con acciones catalogadas como ilegales por los tribunales internacionales, a pesar de no ser tampoco inmigrantes y de llevar generaciones y generaciones asentados en aquellas tierras que (ingenuidad del hombre blanco) consideraban sus respectivos países.
Señor Obama ¿Cómo es que a diez millones de argelinos les resulto técnicamente posible expulsar en cuestión de meses a un millón de europeos y a trescientos millones de norteamericanos les resulta imposible técnicamente expulsar a once millones de ilegales?
¿No será que lo que el Presidente Obama nos quiere decir es que no se les puede expulsar por no ser europeos?
Porque en las últimas décadas, la “Comunidad Internacional” parece asumir con una deportividad envidiable la expulsión de descendientes de occidentales allí donde ésta se produzca, a pesar de tener la nacionalidad, a pesar de llevar viviendo en dichos territorios durante generaciones, y a pesar de ser los motores económicos de aquellas tierras.
Y el caso, señor Obama, es que yo le entiendo. Entiendo que su tía la señora Zeituni Onyango iba a ser deportada de EEUU y usted la ha concedido el asilo político. Entiendo que su abuela y buena parte de su familia vive en Kenia, de donde era originario su padre, y entiendo que usted mismo se crió siendo un inmigrante en Indonesia. Por todas estas razones le entiendo, su corazón esta dividido y es comprensible que así sea.
Pero si no está usted emocionalmente capacitado para defender al pueblo de EEUU y sus intereses no debería haberse presentado a la presidencia de su país, porque su cargo consiste precisamente en eso, en defender los intereses del pueblo, de los Estados Unidos frente a intereses ajenos, pero su pasado y su presente le incapacitan para esta labor.
Es usted incapaz de tener claro en qué lado de la cancha juega, si a favor de una inmigración que está alcanzando proporciones de invasión, o a favor de la inviolabilidad de las fronteras de su país, de sus leyes y de los intereses del norteamericano medio. Teniendo en cuenta sus circunstancias personales yo puedo entenderle y lo que siente no le descalifica como persona, pero sí como Presidente al no tener claro cuáles son sus lealtades.
Sr. Obama, está usted emocionalmente incapacitado para afrontar los retos de la agresión migratoria que sufre su pueblo por la sencilla razón de que se identifica más con el agresor extranjero que con los hombres que depositaron su confianza en usted para que les defendiera de todo peligro, incluido éste de la inmigración.
Pues siento contradecirle, Señor Obama, pero tal y como reza su eslógan publicitario y populista, sí se puede