Los follaperros de los cojones

Hay una camarera , la cual me pone berraco perdido, que tiene un perro enorme, que siempre va como nervioso con la lengua fuera y me la imagino pajeandolo en alguna noche loca, y me pongo como un mandril en celo a tope de Viagra.
 
El estado natural del hombre es vivir junto a su perro en el campo.

Lo que es antinatural es vivir en ciudades. Ensaladastracos urbanita

Para una de las cosas más sensatas y de Perogrullo que he leído por aquí últimamente, os lo tomáis a pitorreo. No os enteráis de nada. Que conste que me cae no muy bien.

Y sí, ambos temas están relacionados.
 
El calado moral y la subnormalidad del dueño de perro urbanita:

Para ver este contenido, necesitaremos su consentimiento para configurar cookies de terceros.
Para obtener información más detallada, consulte nuestra página de cookies.


Sólo los querían para saltarse el confinamiento.
@redpo cuando te venia gente a que les educaras los perros no pensabas que algún dueño necesitaba más que el perro.
 
Última edición:
Cuando veo a una jovencita recoger las cagadas de su perrete siempre fantaseo con que cuando sea un viejuno postrado en el lecho me limpiará las cacotas con el mismo amor y esmero.
 
Y que hacemos con esos policias a caballo que se dan unos paseos descomunalos por los puntos turisticos de las urbes grandes y que dejan unos cagadones siderales de equino ahí abandonados?
 
Como debe ser, nada me gusta más que mi perrete deje un buen truño en la acera o en las zonas de arena para que los críos jueguen con el.
Claro, porque tú eres un perro. Aquí todo el mundo intentando arrimar el ascua a su sardina.

Yo tengo mi historia con la mierda de perro, a mediados de los 70 vivíamos en un idílico pueblo alemán, y me regalaron una carretilla roja de plástico. Entonces me sentí constructor, contratista, hombre de negocios…iba a cambiar el mundo.

Me puse a recolectar pigmentos, es decir, mierda de perro, tan limpios no serán los boches, que encontré la que quería y más (digo yo que sería de perro).

Decidí que el gran coche blanco del vecino alemán era tan aburrido como él, pero yo había venido al mundo a servir, no a ser servido, y me puse manos a la obra, a pintárselo de marrón…menudo marrón, lo siguiente que recuerdo es a mi padre en pantalones cortos sujetándome de una pierna colgado boca abajo fustigándome con el cinturón del derecho y del revés. Creo que venía de lavarle el coche al vecino.
 
Última edición:
ca780fecd7a55c8fe6ee2037deb6357c.jpg


🥰🥰🥰 Pero quién se puede negar a querer tener esta cosita tan mona 🥰🥰🥰

Gente normal.
 
¿Y qué me dicen de esos HIJOS DE PUTA, que llevan las correas extensibles y convierten tu camino en una trampa MORTAL de cables al libre albedrío del chucho de mierda que quiere mear en la otra esquina de la calle.

A veces me apetece coger un cable de esos y hacer un lanzamiento de martillo con el chucho y el amo.
 
Última edición:
Claro, porque tú eres un perro. Aquí todo el mundo intentando arrimar el ascua a su sardina.

Yo tengo mi historia con la mierda de perro, a mediados de los 70 vivíamos en un idílico pueblo alemán, y me regalaron una carretilla roja de plástico. Entonces me sentí constructor, contratista, hombre de negocios…iba a cambiar el mundo.

Me puse a recolectar pigmentos, es decir, mierda de perro, tan limpios no serán los boches, que encontré la que quería y más (digo yo que sería de perro).

Decidí que el gran coche blanco del vecino alemán era tan aburrido como él, pero yo había venido al mundo a servir, no a ser servido, y me puse manos a la obra, a pintárselo de marrón…menudo marrón, lo siguiente que recuerdo es a mi padre en pantalones cortos sujetándome de una pierna colgado boca abajo fustigándome con el cinturón del derecho y del revés. Creo que venía de lavarle el coche al vecino.
Siendo quien eres tu historia me parece una puta mierda amijo
 
Ya lo he contado muchas veces, pero aparte de los del campo, tengo perro en el piso de Vigo. Pero porque me gusta maltratarlo. Sí, la cosa es que maltrato a mi perro. Y lo maltrato precisamente porque es mío, y porque le pasa como a algunas mujeres, que cuanto más las castigas más te quieren.

Yo creo que al perro le gusta que le patee. En realidad está acostumbrado, y es la única forma que tiene de relacionarse conmigo. Se pasa el día encerrado en una estrecha terraza, y como le he propinado ya sus buenas palizas por mearse o cagarse en el único espacio que tiene, el pobrecito es capaz de aguantar hasta más de 16 horas sin aliviarse. Cuando llego a casa, ya de noche, se pone a dar saltitos de alegría y me hace toda clase de zalamerías. En realidad lo que quiere es que lo saque a la calle, donde puede aliviarse a sus anchas. Pero es entonces cuando más lo puteo, pues a cada patada que le propino en el vientre se le escapa algo de orina, y entonces yo le regaño con grandes y amenazadoras voces hasta achararlo por completo, y hasta llora de culpabilidad. Tras de unas caricias para congraciarme con él, le lleno su escudilla con agua -lleva todo el día sin beber-, pero el animal no se atreve ni a tocarla, porque como está a punto de reventar, con que beba un poquito vuelve a escapársele la orina, y ya sabe lo que le espera.

Finalmente, y después de haberle enseñado varias veces la correa, sin llegar a engancharlo, lo saco por fin a la calle -qué contento se pone el muy desgraciado-, pero no le dejo mear hasta llegar a la puerta de la peluquería -odio al peluquero- donde mea como un caballo, y allí mismo caga; mas si alguien nos observa saco una bolsita de plástico y recojo la hez para echarla en un contenedor, con lo que todos los vecinos me toman por un ciudadano ejemplar. Si veo que nadie me observa se la dejo al peluquero, para que se la encuentre por la mañana en la puerta de su establecimiento.

Después de un breve paseo subimos a casa. Es la hora en que le suelo poner su comida, pero yo me hago el olvidadizo, y el pobre no sabe cómo ni se atreve a recordármelo. Cuando finalmente se la sirvo en su escudilla -después de fregarla minuciosamente, no por higiene, sino para hacerlo esperar un poco más- y después de dar buena cuenta de ella en unos pocos segundos -tal es su hambre y tan escasa la cantidad que le sirvo (seguro que no tiene colesterol en sangre)- intenta colmarme con toda clase de halagos que yo rechazo con indiferencia.

Indiscutiblemente el perro es el mejor amigo del hombre.
 
Ya lo he contado muchas veces, pero aparte de los del campo, tengo perro en el piso de Vigo. Pero porque me gusta maltratarlo. Sí, la cosa es que maltrato a mi perro. Y lo maltrato precisamente porque es mío, y porque le pasa como a algunas mujeres, que cuanto más las castigas más te quieren.

Yo creo que al perro le gusta que le patee. En realidad está acostumbrado, y es la única forma que tiene de relacionarse conmigo. Se pasa el día encerrado en una estrecha terraza, y como le he propinado ya sus buenas palizas por mearse o cagarse en el único espacio que tiene, el pobrecito es capaz de aguantar hasta más de 16 horas sin aliviarse. Cuando llego a casa, ya de noche, se pone a dar saltitos de alegría y me hace toda clase de zalamerías. En realidad lo que quiere es que lo saque a la calle, donde puede aliviarse a sus anchas. Pero es entonces cuando más lo puteo, pues a cada patada que le propino en el vientre se le escapa algo de orina, y entonces yo le regaño con grandes y amenazadoras voces hasta achararlo por completo, y hasta llora de culpabilidad. Tras de unas caricias para congraciarme con él, le lleno su escudilla con agua -lleva todo el día sin beber-, pero el animal no se atreve ni a tocarla, porque como está a punto de reventar, con que beba un poquito vuelve a escapársele la orina, y ya sabe lo que le espera.

Finalmente, y después de haberle enseñado varias veces la correa, sin llegar a engancharlo, lo saco por fin a la calle -qué contento se pone el muy desgraciado-, pero no le dejo mear hasta llegar a la puerta de la peluquería -odio al peluquero- donde mea como un caballo, y allí mismo caga; mas si alguien nos observa saco una bolsita de plástico y recojo la hez para echarla en un contenedor, con lo que todos los vecinos me toman por un ciudadano ejemplar. Si veo que nadie me observa se la dejo al peluquero, para que se la encuentre por la mañana en la puerta de su establecimiento.

Después de un breve paseo subimos a casa. Es la hora en que le suelo poner su comida, pero yo me hago el olvidadizo, y el pobre no sabe cómo ni se atreve a recordármelo. Cuando finalmente se la sirvo en su escudilla -después de fregarla minuciosamente, no por higiene, sino para hacerlo esperar un poco más- y después de dar buena cuenta de ella en unos pocos segundos -tal es su hambre y tan escasa la cantidad que le sirvo (seguro que no tiene colesterol en sangre)- intenta colmarme con toda clase de halagos que yo rechazo con indiferencia.

Indiscutiblemente el perro es el mejor amigo del hombre.
Un auténtico hijo de la gran puta que terminarás viviendo debajo de un puente. Y ríete de las maldiciones gitanas al lado de las mías.
 
Ya lo he contado muchas veces, pero aparte de los del campo, tengo perro en el piso de Vigo. Pero porque me gusta maltratarlo. Sí, la cosa es que maltrato a mi perro. Y lo maltrato precisamente porque es mío, y porque le pasa como a algunas mujeres, que cuanto más las castigas más te quieren.

Yo creo que al perro le gusta que le patee. En realidad está acostumbrado, y es la única forma que tiene de relacionarse conmigo. Se pasa el día encerrado en una estrecha terraza, y como le he propinado ya sus buenas palizas por mearse o cagarse en el único espacio que tiene, el pobrecito es capaz de aguantar hasta más de 16 horas sin aliviarse. Cuando llego a casa, ya de noche, se pone a dar saltitos de alegría y me hace toda clase de zalamerías. En realidad lo que quiere es que lo saque a la calle, donde puede aliviarse a sus anchas. Pero es entonces cuando más lo puteo, pues a cada patada que le propino en el vientre se le escapa algo de orina, y entonces yo le regaño con grandes y amenazadoras voces hasta achararlo por completo, y hasta llora de culpabilidad. Tras de unas caricias para congraciarme con él, le lleno su escudilla con agua -lleva todo el día sin beber-, pero el animal no se atreve ni a tocarla, porque como está a punto de reventar, con que beba un poquito vuelve a escapársele la orina, y ya sabe lo que le espera.

Finalmente, y después de haberle enseñado varias veces la correa, sin llegar a engancharlo, lo saco por fin a la calle -qué contento se pone el muy desgraciado-, pero no le dejo mear hasta llegar a la puerta de la peluquería -odio al peluquero- donde mea como un caballo, y allí mismo caga; mas si alguien nos observa saco una bolsita de plástico y recojo la hez para echarla en un contenedor, con lo que todos los vecinos me toman por un ciudadano ejemplar. Si veo que nadie me observa se la dejo al peluquero, para que se la encuentre por la mañana en la puerta de su establecimiento.

Después de un breve paseo subimos a casa. Es la hora en que le suelo poner su comida, pero yo me hago el olvidadizo, y el pobre no sabe cómo ni se atreve a recordármelo. Cuando finalmente se la sirvo en su escudilla -después de fregarla minuciosamente, no por higiene, sino para hacerlo esperar un poco más- y después de dar buena cuenta de ella en unos pocos segundos -tal es su hambre y tan escasa la cantidad que le sirvo (seguro que no tiene colesterol en sangre)- intenta colmarme con toda clase de halagos que yo rechazo con indiferencia.

Indiscutiblemente el perro es el mejor amigo del hombre.
Imagino que de pequeño tus padres te hacían lo mismo, cuantanos como el papa te hacía visitas nocturnas y te ponía mirando a cuenca mientras te susurraba al oído.
 
Joder, llevo repitiendo este post desde el 2005 y aún sigue picando peña. Evidentemente es troleo, pero no sé porque suele sorprender tanto este tipo de cosas. Todo troleo encierra algo de verdad.

Yo pasé los veranos de mi infancia en un pueblecito -al que ahora he vuelto, al menos los findes- Mi tío tenía un perro enorme, la madre era pastor alemán y el padre uno de esos perros libertarios sin dueño ni pedigrí. En cuanto llegábamos al pueblo íbamos corriendo a verlo, era uno de los alicientes del viaje porque el perro era la hostia de listo y juguetón. Un año, mi tío cogió una soga y lo colgó de un árbol. Cargos que se le imputaban: se estaba haciendo viejo y ya no servía para cuidar la huerta.

Otro año mi hermano y yo adoptamos 2 patitos super fashions, venían tintados de divertidos colorines (chifladuras de algún estilista zoofílico). El caso es que los compramos un verano, se hicieron enormes. Al verano siguiente estábamos ansiosos por ver cómo estaban los patos, y cómo habían progresado en su metrosexualidad. Mi abuela nos dijo sin el menor reparo que un buen día llegó mi tío y se dijo: coño, vaya dos patos más hermosos, y se los comió (allá se indigestara...)

Mi abuela pegaba tremendas palizas a los gatos y al perro que tenía. También ejecutaba a los conejos con un sistema algo peculiar para una anciana: les asestaba un golpe de kárate en la nuca, Yiahhhhhh!! justo en el bulbo raquídio, y los conejos se quedaban pajaritos.

Mi hermano y yo asistíamos a aquellos espectáculos atónitos y compungidos, aquel tipo de cosas rompían el cascarón de inocencia que con tanto empeño habían contribuido a proteger Walt Disney y la algodonosa cultura occidental en general.

Las personas que viven en un entorno cerrado, rural, provinciano, consideran a los animales simples instrumentos de supervivencia. Los animales se utilizan, no se quieren. Para mi tío querer al perro era algo así como ponerle un lacito a un osito de peluche: una mariconada.

Pero los tiempos cambian, y en las ciudades los animales dejan el duro trabajo de campo para convertirse en asalariados del cariño y la compañía. Nuestra sensibilidad se prepara para humanizar a los demás mamíferos, hasta el punto de pretender otorgarles unos derechos naturales.

Los tipos que aparecen torturando animales en los vídeos son unas malas bestias, porque hasta en la misma atmósfera ruda y brutal nacen diferentes grados de salvajismo, pero es algo que pertenece a nuestra historia, resíduos que todavía sobreviven en algunos lugares, y sirven de vez en cuando para escandalizar nuestra sensibilidad moderna.
 
¿Y qué me dicen de esos HIJOS DE PUTA, que llevan las correas extensibles y convierten tu camino en una trampa MORTAL de cables al libre albedrío del chucho de mierda que quiere mear en la otra esquina de la calle.

A veces me apetece coger un cable de esos y hacer un lanzamiento de martillo con el chucho y el amo.
Y encima no les digas nada, si el chucho se te abalanza o viene a darte por culo.

Hará ya tiempo, iba con la bici (Por mi correspondiente carril) y me encontré un merluzo de estos con su chucho.
A la quinta vez que le llame cabron e hijodesumadre hizo ademan de retirarse del carril, pero al chucho no.
Y claro, ya os imaginareis los improperios cuando le dije que menudo hdp apartándose el pero el chucho con los 10 metros de cuerda extensible por el carril bici aun.

Alguno es mas animal que sus mascotas.


Y bueno, los pringaos que caen en la estafa de "Oooooh, mi mascota esta enfermita y no tengo dinero para llevarlo al veterinario". :face:
 
En mi casa nunca hemos tenido perros. Ni gatos.
Le han tenido a usted, una mezcla entre furby e ewok, pero más chiquito.
Así sí, Ferris. Así sí.
El precio del respeto del ensaladilla, que le den la razón. Menudo chaquetero.
; mas aun gastarse dinero en mantener esos bichos sin utilidad alguna mas que para que los encule conociendo el sueldo promedio actual.
No como los niños que son utilísimos.
La neura le puede dar de todas formas y los cachorros son un puto coñazo,por eso la gente los abandona tanto.
No como los niños que jamás molestan.
Vamos a ver, me parece de puta madre que adoptes un perro/ gato... pero es TU responsabilidad, no es un bien común de la sociedad y tengamos que mantener la salud de tu mascota por que te sale del potorro/ pelotas.
Lo mismo aplicaría a los niños, deben ser responsabilidad de quien decide tenerlos, no de toda la sociedad.

El problema no son los perros es la gente que se cree con derecho a todo y jamás se plantea las consecuencias de sus actos y las molestias que suponen para los demás.
 
Última edición:
Joder, llevo repitiendo este post desde el 2005 y aún sigue picando peña. Evidentemente es troleo, pero no sé porque suele sorprender tanto este tipo de cosas. Todo troleo encierra algo de verdad.

Yo pasé los veranos de mi infancia en un pueblecito -al que ahora he vuelto, al menos los findes- Mi tío tenía un perro enorme, la madre era pastor alemán y el padre uno de esos perros libertarios sin dueño ni pedigrí. En cuanto llegábamos al pueblo íbamos corriendo a verlo, era uno de los alicientes del viaje porque el perro era la hostia de listo y juguetón. Un año, mi tío cogió una soga y lo colgó de un árbol. Cargos que se le imputaban: se estaba haciendo viejo y ya no servía para cuidar la huerta.

Otro año mi hermano y yo adoptamos 2 patitos super fashions, venían tintados de divertidos colorines (chifladuras de algún estilista zoofílico). El caso es que los compramos un verano, se hicieron enormes. Al verano siguiente estábamos ansiosos por ver cómo estaban los patos, y cómo habían progresado en su metrosexualidad. Mi abuela nos dijo sin el menor reparo que un buen día llegó mi tío y se dijo: coño, vaya dos patos más hermosos, y se los comió (allá se indigestara...)

Mi abuela pegaba tremendas palizas a los gatos y al perro que tenía. También ejecutaba a los conejos con un sistema algo peculiar para una anciana: les asestaba un golpe de kárate en la nuca, Yiahhhhhh!! justo en el bulbo raquídio, y los conejos se quedaban pajaritos.

Mi hermano y yo asistíamos a aquellos espectáculos atónitos y compungidos, aquel tipo de cosas rompían el cascarón de inocencia que con tanto empeño habían contribuido a proteger Walt Disney y la algodonosa cultura occidental en general.

Las personas que viven en un entorno cerrado, rural, provinciano, consideran a los animales simples instrumentos de supervivencia. Los animales se utilizan, no se quieren. Para mi tío querer al perro era algo así como ponerle un lacito a un osito de peluche: una mariconada.

Pero los tiempos cambian, y en las ciudades los animales dejan el duro trabajo de campo para convertirse en asalariados del cariño y la compañía. Nuestra sensibilidad se prepara para humanizar a los demás mamíferos, hasta el punto de pretender otorgarles unos derechos naturales.

Los tipos que aparecen torturando animales en los vídeos son unas malas bestias, porque hasta en la misma atmósfera ruda y brutal nacen diferentes grados de salvajismo, pero es algo que pertenece a nuestra historia, resíduos que todavía sobreviven en algunos lugares, y sirven de vez en cuando para escandalizar nuestra sensibilidad moderna.
Pues yo creo que en el post del perro inconscientemente has descrito la forma en que te trata tu mujer, pringado.
 
A los perros hay que tratarles así, como animales, ¿o tú eres uno de esos maricones que le pone ropitas a los perros y que deja que se le orinen en la boca?

No tengo perro pero me gusta ir a los parques y observando a un perro imaginar que ropita le vendría bien, luego llego a casa y la hago con punto de cruz y se la regalo al día siguiente
 
Arriba Pie