AhoraEsEM
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No voy a hablar de famosos, porque no conozco a ninguno, exceptuando a ILG, ni voy a hablar de biolasiones, porque hay un jilo perfecto donde opinar al respecto metafísicamente, sino que voy a hablar de un caso normal; tan normal como la vida misma, que sucedió hace sólo unas pocas semanas atrás. Podemos conocer decenas idénticos, podemos identificarnos y sentir, incluso, que nos ha pasado lo mismo en algún instante de nuestras vidas, pero no por ello es menos reseñable o digno de ser analizado. Pongámonos en situación.
Chica de 24 años, con carrera universitaria, que tiene una estrecha relación con su novio, cinco años mayor que ella, desde hace cuatro años y medio. Tan estrecha es la relación que hablan entre ellos de boda con cierta frecuencia y se han hecho tan dependientes el uno del otro que prácticamente no hay día de la semana que no se vean o que, al menos, no hablen por teléfono o por whatsapp o por line un par de horas. Conocen a sus respectivas familias, quedan juntos con sus "suegros" en muchas ocasiones, asisten como marido y mujer, sin serlo, a bodas, bautizos, reuniones sociales, cualquier acto familiar importante, como por ejemplo en Navidad. Han planeado hace tiempo vivir juntos porque sienten que no podrían estar el uno sin el otro, pero existe el pequeño contratiempo de que ni ella tiene trabajo para poder permitirse siquiera pensar ya en los muebles de una casa, ni mucho menos en una hipoteca a 30 cómodos años, ni él gana más de 600 euros mensuales en el despacho en el que trabaja de administrativo.
Hasta tal punto se sienten uña y carne, que es un gesto de ingenuo infantilismo arraigado aún en la adolescencia, se hacen un FB en común juntando los apellidos de ella con los del otro. Comparten todo: tiempo libre, salidas, paseos, redes sociales. Se siente cada uno la media naranja del otro. No saben vivir separados.
Un buen día, ella empieza a sentirse "incómoda", porque argumenta que él es demasiado frío, que a veces pasan muchos días, incluso semanas, que incluso durmiendo juntos, no tienen relaciones tan a menudo como cuando eran dos conejos desaforados. Así mismo, ella se sienta menos proclive a pasar a verlo cada día, dado que el trabaja hasta tarde mientras ella está en el paro, y es lo que han venido haciendo en el último año y medio, si exceptuamos los fines de semana que él va a verla a casa de sus padres. Ella argumenta, además, que él de vez en cuando quiere hacer cosas a solas, salir con algún amigo, ver algún partido sin ella... Ella le reprocha frialdad, desapego, que cada día tiene menos interés en verla. Él sostiene, coherentemente, que no tienen dinero ni medios para salir cada día de cena y de copas y que no hay nada de malo en estar sentados en un sofá viendo una película o una serie, sobre todo si quieren ahorrar para tratar de vivir juntos en algún momento. A veces, incluso se quedan juntos a dormir en la cama del otro, con la connivencia de los padres respectivos.
Un día ella le comenta a mi novia que la situación ha llegado a un límite irreversible; que ya no siente por él casi nada, que no está cómoda a su lado y que, aunque no sabe áun cómo, ha llegado el momento de ponerle las cartas sobre la mesa y decirle que él no es el hombre de su vida, que o cambia y se comporta como ella desea que sea o que "esto se ha acabado". Ella comienza a adelgazar, inquieta, ansiosa, perdiendo más de 10 kg. en poco más de mes y medio.
Él, por su parte, no entiende nada. Para él, nada ha cambiado. Se comporta como se venía comportando desde hace meses, años... Siente lo mismo por ella y quiere que sea su mujer, su pareja y vivir con ella. Aunque sea ñoño o parezca frívolo, quiere que sea la madre de sus hijos. Ella, impasible, inflexible, se niega a aceptar que eso sea cierto y un buen día, avisándolo, decide dejar de verlo. Pasan un par de semanas sin quedar juntos. Ella lo ve todo diáfano, transparente: se ha equivocado y ése con quien ha compartido los últimos 5 años de su vida, hasta para ir al baño, no es el hombre que desea ni quiere. Él sigue sin entender ni comprender nada, sólo va a su trabajo, la llama, desea hablar con ella, pero ella no acepta, no coge el teléfono, no dialoga con él ni le responde o es fría y escueta en sus breves respuestas.
Finalmente, un día, ella le pide quedar para hablar en serio de lo "nuestro" y, mientras él imagina en ella un amago de reconciliación, de tratar de reconducir la relación a buen puerto, ella le espeta a bocajarro: "esto se ha terminado", mientras él, incapaz de reaccionar, se le quedan los ojos como platos, no acierta a responderle nada coherente, guarda silencio y, finalmente, cada uno se marcha por su lado, él con el amargor de no saber siquiera qué ha podido suceder...
Él trata en los días siguientes de retomar el diálogo y que ella le explique qué ha sucedido para que todo termine de una forma tan abrupta y radical. Ella se niega. Mientras tanto, a los tres días, ella ya está saliendo con otro chico, divirtiéndose de nuevo a lo "loko", teniendo relaciones sexuales con el nuevo individuo, al que, casualmente ya conocía de antes y habiendo olvidado total y radicalmente a su novio. No contenta con eso, disfruta colgando en su muro de FB, que ya ha separado del de su pareja, y va por libre, fotos donde aparece disfrutando con sus amigas a altas horas de la noche, abrazada al nuevo maromo...
Él estalla y un día la llama para decirle que todo lo que ha sucedido es que se había ido enamorando del otro nuevo individuo antes de que sucediera nada y que ha aprovechado esa circunstancia para inventarse un conjunto de malestares, de excusas, de sinsabores y tener "argumentos" para darle una patada en el culo, a él, que no es sino la víctima de que ella sea una vulgar puta, una que ha buscado un partido más apto, más guapo o más capaz. En un rapto de ira (o de lucidez) la acusa de puta, de salida, de infiel y de mil cosas más. Ella lo toma como un insulto, como un agravio, como una demostración más de que lo que hizo estaba bien hecho y de que no merecía pasar con su novio ni un minuto más de su vida porque es una persona en la que no se puede confiar (si, vamos a reírnos un poco todos juntos).
Ahora, ella parece radiante, exultante, ha vuelto a encontrar la felicidad perdida.
No hay mucho más que aclarar o qué desentrañar. Ahora toca vuestras opiniones y vuestros certeros análisis de hijos de puta. Ahí os dejo los hechos y la carroña. Buitres, acudid a expresar vuestras diarreas mentales.
Chica de 24 años, con carrera universitaria, que tiene una estrecha relación con su novio, cinco años mayor que ella, desde hace cuatro años y medio. Tan estrecha es la relación que hablan entre ellos de boda con cierta frecuencia y se han hecho tan dependientes el uno del otro que prácticamente no hay día de la semana que no se vean o que, al menos, no hablen por teléfono o por whatsapp o por line un par de horas. Conocen a sus respectivas familias, quedan juntos con sus "suegros" en muchas ocasiones, asisten como marido y mujer, sin serlo, a bodas, bautizos, reuniones sociales, cualquier acto familiar importante, como por ejemplo en Navidad. Han planeado hace tiempo vivir juntos porque sienten que no podrían estar el uno sin el otro, pero existe el pequeño contratiempo de que ni ella tiene trabajo para poder permitirse siquiera pensar ya en los muebles de una casa, ni mucho menos en una hipoteca a 30 cómodos años, ni él gana más de 600 euros mensuales en el despacho en el que trabaja de administrativo.
Hasta tal punto se sienten uña y carne, que es un gesto de ingenuo infantilismo arraigado aún en la adolescencia, se hacen un FB en común juntando los apellidos de ella con los del otro. Comparten todo: tiempo libre, salidas, paseos, redes sociales. Se siente cada uno la media naranja del otro. No saben vivir separados.
Un buen día, ella empieza a sentirse "incómoda", porque argumenta que él es demasiado frío, que a veces pasan muchos días, incluso semanas, que incluso durmiendo juntos, no tienen relaciones tan a menudo como cuando eran dos conejos desaforados. Así mismo, ella se sienta menos proclive a pasar a verlo cada día, dado que el trabaja hasta tarde mientras ella está en el paro, y es lo que han venido haciendo en el último año y medio, si exceptuamos los fines de semana que él va a verla a casa de sus padres. Ella argumenta, además, que él de vez en cuando quiere hacer cosas a solas, salir con algún amigo, ver algún partido sin ella... Ella le reprocha frialdad, desapego, que cada día tiene menos interés en verla. Él sostiene, coherentemente, que no tienen dinero ni medios para salir cada día de cena y de copas y que no hay nada de malo en estar sentados en un sofá viendo una película o una serie, sobre todo si quieren ahorrar para tratar de vivir juntos en algún momento. A veces, incluso se quedan juntos a dormir en la cama del otro, con la connivencia de los padres respectivos.
Un día ella le comenta a mi novia que la situación ha llegado a un límite irreversible; que ya no siente por él casi nada, que no está cómoda a su lado y que, aunque no sabe áun cómo, ha llegado el momento de ponerle las cartas sobre la mesa y decirle que él no es el hombre de su vida, que o cambia y se comporta como ella desea que sea o que "esto se ha acabado". Ella comienza a adelgazar, inquieta, ansiosa, perdiendo más de 10 kg. en poco más de mes y medio.
Él, por su parte, no entiende nada. Para él, nada ha cambiado. Se comporta como se venía comportando desde hace meses, años... Siente lo mismo por ella y quiere que sea su mujer, su pareja y vivir con ella. Aunque sea ñoño o parezca frívolo, quiere que sea la madre de sus hijos. Ella, impasible, inflexible, se niega a aceptar que eso sea cierto y un buen día, avisándolo, decide dejar de verlo. Pasan un par de semanas sin quedar juntos. Ella lo ve todo diáfano, transparente: se ha equivocado y ése con quien ha compartido los últimos 5 años de su vida, hasta para ir al baño, no es el hombre que desea ni quiere. Él sigue sin entender ni comprender nada, sólo va a su trabajo, la llama, desea hablar con ella, pero ella no acepta, no coge el teléfono, no dialoga con él ni le responde o es fría y escueta en sus breves respuestas.
Finalmente, un día, ella le pide quedar para hablar en serio de lo "nuestro" y, mientras él imagina en ella un amago de reconciliación, de tratar de reconducir la relación a buen puerto, ella le espeta a bocajarro: "esto se ha terminado", mientras él, incapaz de reaccionar, se le quedan los ojos como platos, no acierta a responderle nada coherente, guarda silencio y, finalmente, cada uno se marcha por su lado, él con el amargor de no saber siquiera qué ha podido suceder...
Él trata en los días siguientes de retomar el diálogo y que ella le explique qué ha sucedido para que todo termine de una forma tan abrupta y radical. Ella se niega. Mientras tanto, a los tres días, ella ya está saliendo con otro chico, divirtiéndose de nuevo a lo "loko", teniendo relaciones sexuales con el nuevo individuo, al que, casualmente ya conocía de antes y habiendo olvidado total y radicalmente a su novio. No contenta con eso, disfruta colgando en su muro de FB, que ya ha separado del de su pareja, y va por libre, fotos donde aparece disfrutando con sus amigas a altas horas de la noche, abrazada al nuevo maromo...
Él estalla y un día la llama para decirle que todo lo que ha sucedido es que se había ido enamorando del otro nuevo individuo antes de que sucediera nada y que ha aprovechado esa circunstancia para inventarse un conjunto de malestares, de excusas, de sinsabores y tener "argumentos" para darle una patada en el culo, a él, que no es sino la víctima de que ella sea una vulgar puta, una que ha buscado un partido más apto, más guapo o más capaz. En un rapto de ira (o de lucidez) la acusa de puta, de salida, de infiel y de mil cosas más. Ella lo toma como un insulto, como un agravio, como una demostración más de que lo que hizo estaba bien hecho y de que no merecía pasar con su novio ni un minuto más de su vida porque es una persona en la que no se puede confiar (si, vamos a reírnos un poco todos juntos).
Ahora, ella parece radiante, exultante, ha vuelto a encontrar la felicidad perdida.
No hay mucho más que aclarar o qué desentrañar. Ahora toca vuestras opiniones y vuestros certeros análisis de hijos de puta. Ahí os dejo los hechos y la carroña. Buitres, acudid a expresar vuestras diarreas mentales.