Creo que en mi pasada vida putera habré yacido con unas 50 prostitutas. En rangos que van desde los 30-40€ hasta los 150 Euros según el tiempo y las tarifas que ella misma ofrecía. Edades desde 19-20 años hasta los 45-50 en algún caso.
En esta vida ya pasada, nunca fui un hombre casado ni tampoco el más vicioso, pero sí fuí un putero español.
De todas las putas con las que yací tengo memoria. De alguna no recuerdo su cara, pero sí como fué el momento que pasamos juntos. De todas ellas, con unas 4 o 5 podría decirse que ellas pasaron un mal rato. Eso sí, justo despues de darle la pasta (ANTES no, antes era todo perfecto para ella) De pronto, lo que eran sonrisas y caricias se transformó en una muñeca hinchable, y en una experiencia de "mala puta". Es decir, a quejarse de todo lo que yo intentaba hacer, a propósito, aunque bueno, quizás no estaban agusto conmigo.
Desde luego, estaban agustísimo conmigo cuando asomaba el billete de mi cartera. Curiosamente, todas con las que me ocurrió ejercían en un piso por su cuenta, solas. Así que no sé muy bien quién podría explotarlas. Una mafia, desde luego que no.
Con otras 3 chicas con las que estuve, al igual que en el caso anterior, todo comenzó bastante mal, con mucha frialdad, rayando la incomodidad. Pero con un poco de oficio MÍO y algo de paciencia, la cosa se calentó y mejoró bastante, y llegó a ser incluso, con una chica brasileña, un servicio con el que acabó disfrutando tanto y acabó tan cómoda, que se alargó el tema quizás una hora y media, cuando le había pagado tan sólo media hora. A la salida me dió un morreo con bastantes ganas y un "te espero pronto, no tardes". Nunca me gustaba repetir con la misma, pero la volví a llamar bastantes meses después,- Sin embargo, su número ya no estaba operativo y nunca más supe de ella.
Tanto con la brasileña como con las otras dos, nuca vi o noté nada que pudiera inducir que estaban explotadas. Y desde luego, mi actitud con ellas podría ser cualquiera menos la de ser una persona que se mostrara con miedo ante las mujeres, como indica la prostituta escritora que se comenta en los comienzos de este hilo. Si hubiera tenido miedo a las mujeres, nunca habría mejorado la situación y las habría animado. De las 3 chicas de esta categoría, dos eran de pisos con rotación de chicas, y la brasileña era una particular compartiendo piso con otra, que en su día también me follé y entra en la siguiente categoría.
De la mayoría de las putas con las que gozé, unas 30-35 podrían calificarse como de trato estándar. Unas disfrutaron de verdad y otras lo fingieron mejor o peor. O quizás no lo supe nunca distinguir y la verdad, me importa una mierda. Yo salí satisfecho porque con todas yo siempre he ido a lo que he ido.
Pero nunca, nunca, pude ver el más mínimo indicio de que fuera una chica explotada por alguien o por algo, y nunca ví que hicieran algo en contra de su voluntad. En este grupo hubo chicas de puticlub, de pisos y también por su cuenta. También las hubo como la australiana de este hilo y otras menos agraciadas pero que tenían su morbo, o al menos, a mí me lo daba.
Ninguna chica de este grupo se mostró forzada a nada y a lo que les pedí, me dijeron siempre sin tapujos si querían hacerlo o no. Y nunca las coarté a hacer algo fuera de su propia libertad. Siempre me atendieron dentro de sus propias normas, o las de la casa en las que estaban, que normalmente era normas de precio y tarifa., Pero ninguna norma les obligaba a hacer algo que no quisieran. Hice trios con dos chicas, unas veces esas chicas eran bisexuales o lesbianas y otras veces no, pero poco les importó a ellas, que bien que se prestaron a compartirme, griego, mamada con o sin condón, algunas follaban también sin condón (yo nunca lo hice, pero alguna lo ofrecía) corrida en boca, hacían beso negro... pero ninguna de estas normas era impuesta por nadie del club o del piso.
Yo preguntaba siempre quién podría atenderme mis vicios y ellas por su voluntad se ofrecían o se anunciaban de viva voz o en anuncios de internet. Todas me indicaban claramente si lo hacían o no. Es más, más bien ocurría al revés, que ellas decían que hacían una cosa y después de cogido mi dinero POR SU PROPIA VOLUNTAD, desprometían lo prometido. Y aún así, si se liaba parda, el que tenía las de perder era yo, no ellas.
Y el resto del que hago memoria, unas 7 u 8, eran unas auténticas lobas que disfrutaban con su oficio y unas guarras de mucho cuidado, que antes de que me corriera se la metían en la boca sin yo pedírselo y ahí que lo recibían todo con gusto.
Alguna, como una paraguaya que me atizé en Málaga, y una argentina embarazada de pocos meses que cayó en Gijón, y una hondureña salerosa en Alcobendas, opinaron sin yo pedirlo, de forma espontánea sobre el bouquet y aroma de mi semen y si mi dieta de esos días era más o menos saludable por su sabor. Tal cual como lo digo fué.
Y la última con la que estuve, fue una venezolana que entra, por cómo me comió entero sin yo pedirlo, en una categorá singular. EN LA DE GRAN PUTA DE TODAS LAS PUTAS. Porque después de sacarle brillo a mi ojal, me enfudó y me pidió que se la metiera por el culo sin miramientos, un culo tan turgente y falso por la silicona que me costaba encontrar el agujero. Y ella misma, sin cuidado alguno y sin lubricante, se la endiñó y me pedía que le diera tan fuerte que se tuvo que enterar todo el vencindario que estábamos follando por el ruido de la cama. Y que a la par me pedía que le azotara hasta dejar marcas en el culo, y que sonaran bien fuertes los azotes, para que se enteraran sus compañeras que la estaba azotando y dandole bien fuerte por el culo.
Y cuando ya le dejé el culo como la bandera de Japón y no podía más porque ya me vaciaba, se giró y se lo tragó todo sin yo pedírselo. Y ahí que estuvo un buen rato succionando para que no me dejara nada sin sacar. Y aún así creo que le quedaron ganas de más.
Así que por favor, aquellos que estén en contra de la prostitución, indíquenme en cuál de estos casos había una persona explotada, oprimida, y haciendo algo en contra de su voluntad. Teniendo en cuenta que a ninguna de ellas las obligué a coger mis billetes, y nunca, nunca, las obligué a hacer algo de lo que no estuvieran dispuestas a hacer por ellas mismas. Por dinero o por vicio.