Tener un tatuaje al lomo de un seno no es frecuente; pero a veces se ve, y según quien lo exhiba puede parecer bonito, sensual o cardiaco. De cualquier forma es como la matricula de los coches, dice la procedencia.
En aquel tiempo frecuentaba un lugar de copas que me resultaba acogedor, no por nada, me resultaba un lugar familiar. Había una camarera colombiana, bajita, rubia a botellazos, rechoncha, muy pintadita, salá salá; esa canal de sujetador en alguna ocasión me había dejado pensativo, con ese tatuaje que lo dejaba casi todo dicho ¿será todo lo que parece?, juraría que no.
Una tarde soleada decido aparecer por un piso y en la rueda de presentaciones ¡oooh, sorpresa , sorpresa! aparece esta chica: seria, rimbombante. Un par de besos ¡me llamo Laíla! Había chicas mucho mejores; pero aquella visión me trastornó, estaba confundido al punto que, cuando la mami me preguntó sobre con quien me quedaba, dije su nombre real. La mami, con una sonrisa furtiva, me sacó de mi error: ¿con Laíla, noooo?. ¡Vaya, por Dios, qué metedura de pata!
Aparece la chica, sonriente, todo normal. Vicio por un tubo, lo mejor de lo mejor.
Cuando nos íbamos a despedir me dice: tu cara me suena, seguramente es de la calle ¿de donde me conoces?. A lo que yo le contesté: no quería decirte nada; pero es cierto, tu cara me es conocida, aúnque no recuerdo de donde. No quise sacarla de su confusión por que si ella disimulaba, yo también.
Ah! Ese pechazo que exhibía era gran parte relleno, aunque no me importó pues sabe lo que le gusta a un hombre en la cama.
Saludetes.