Me llamo Jesús María Banús. Nací en Madrid el 10 de septiembre de 1966. Soy sordo profundo de nacimiento. Me considero una persona simpática, amable y educada. Tengo el cabello castaño, los ojos verdes, soy alto y delgado. Vivo en Madrid con mi madre y con dos de mis nueve hermanos.
Recuerdo algunas cosas de cuando era pequeño que me servirán para escribir mi relato. Nací con síndrome rubeólico porque mi madre tuvo esta enfermedad mientras estaba embarazada. También me detectaron una catarata en el ojo izquierdo, que a día de hoy sigue estando afectado y con el que veo un poco borroso. Además, tengo otros problemas que limitan mi aprendizaje.
Al nacer con sordera profunda mis padres no sabían cómo ayudarme. Ahora, los padres con niños sordos tienen acceso a mucha más información si acuden a las asociaciones de padres de niños sordos, donde les asesoran e intentan ayudar. Cuando yo nací no se sabía qué era lo mejor para el niño con problemas de audición.
Durante algún tiempo usé audífono, un aparato grande con un cable enorme que tenía que llevar por dentro de la camisa. Eso me molestaba muchísimo, así que me lo quitaba constantemente. De niños no queremos llevar aparatos que no entendemos y que nos molestan en nuestros juegos y movimientos.
Cada fin de semana jugaba con mis hermanos pequeños en el salón. Todavía recuerdo qué rico nos sabía nuestro desayuno matinal: una taza de Cola-Cao, galletas y mantequilla. Después me duchaba y me vestía para ir en coche al colegio Hispano Americano de la Palabra. A las nueve y media comenzaban las clases. No aprendía lengua de signos. Todas las materias se impartían oralmente. Ahora creo que siempre es mejor aprender la lengua de signos desde pequeño porque si no es así no entiendes lo que te están diciendo. Dedicaba muchas horas a estudiar pero no aprendía nada. Leía los libros, pero no entendía lo que significaba su contenido. Volviendo la vista atrás, me da cierta pena y también rabia.
En primaria recortaba dibujos, pero no debía hacerlo muy bien porque más de una vez la profesora me pegó en la cara. Sí, quizás estuvieran mal hechos, pero no sabía cómo hacerlo bien, porque no oía lo que explicaban. Cuando lloraba, mis compañeros me consolaban. Me sentía triste y creía que era un inútil que no sabía hacer nada. Ahora comprendo que el problema estaba en que no sabían cómo explicarme las cosas.
En la media hora que duraba el recreo jugaba con mis compañeros al fútbol. Después volvíamos a clase hasta las una y media del mediodía, hora de entrar en el comedor. A las cuatro y media de la tarde terminaban las clases, me venían a buscar en coche y me llevaban a clase de logopedia. Elisa, mi profesora, me enseñaba a pronunciar las palabras y leíamos libros para después contestar preguntas relacionadas con la lectura. A veces se ponía agresiva si no sabía hacer lo que me decía. Cuando esto ocurría me asustaba un poco. Además, me cansaba tener que ir todas las tardes a aprender a hablar correctamente.
Una vez en casa, merendaba y veía la televisión. Después subía a mi cuarto con mi hermano para hacer los deberes y leer. Leía a cualquier hora. Me gustaban los libros, aunque no sabía muy bien qué decían todas esas palabras. Después de cenar todos juntos, mi hermano y yo nos íbamos a dormir, no sin antes enzarzarnos en alguna pelea.
Cuando acabé el colegio empecé a trabajar en la oficina de mi padre. No existían los despertadores con luz o vibración, así que era mi hermano quien me avisaba por las mañanas. Después de asearme y vestirme me preparaba el desayuno. Mientras, mis padres leían los periódicos.
Iba a trabajar a la empresa inmobiliaria de mi padre. No me gustaba estar en casa. Además, quería ser como los demás. No me gustaba la idea de conformarme con ser diferente porque soy sordo. He de reconocer que he tenido suerte. Sé que hay muchas personas sordas que no tienen trabajo. Si me quedaba en casa mi cabeza empezaba a pensar un montón de tonterías, me entristecía. Para evitarlo hay que buscar la compañía de los demás. Me gusta relacionarme con las personas que tengo a mi alrededor, lo que ocurre es que a veces no puedo comunicarme con ellas por mi sordera.
Me gusta ir a trabajar y aprender cada día cosas nuevas. En la oficina mi padre ocupaba el despacho de dirección y a veces se reunía con su hermano y mis hermanos en largas reuniones de trabajo. Yo nunca estuve en reuniones de este tipo porque no entiendo lo que dicen. Si estoy con una persona que me mira y habla despacio sí puedo llegar a leer sus labios. Pero si son muchas las personas que hablan a la vez es imposible entenderlo todo. Esto me hace sentirme un poco mal. Si en estas reuniones de empresa cuentan algo importante, luego se ocupan de hacérmelo saber.
Yo empecé trabajando en el departamento técnico. Mis compañeros me enseñaron a dibujar y revisar los planos de los pisos. Al principio me daba vergüenza porque no sabía cómo hacer las cosas y tenían que enseñármelo todo. A veces me daba apuro preguntar las cosas que no entendía, no decía nada ante el temor de que se rieran de mí. Ya me he acostumbrado a estar con ellos. Cuando entré, algunos compañeros me miraban de una forma rara, no sabían hablar conmigo y yo me molestaba. Ahora me da igual, lo mejor es no hacer caso. En general, tengo muy buena relación con ellos. Bromeamos y nos reímos mucho. A veces me enfado, pero el cabreo se me pasa pronto. He aprendido a tranquilizarme y relajarme.
Cuando veo a mis compañeros tomando un café, charlando y gastándose bromas, me gustaría poder entenderles mejor. Siento un poco de envidia sana. Pero creo que lo más importante es que puedo trabajar y que estoy muy orgulloso de lo que hago.
He aprendido informática. Cuando tomé mis primeras clases todavía no existía el Windows y familiarizarte con el MS-Dos era muy pesado.
Ahora trabajo de administrativo en el Departamento de Contabilidad. Estoy muy contento. Tengo un despacho para mí solo, incluso un teléfono DTS especial para personas sordas. Me han enseñado a trabajar con otros programas informáticos. A lo que me dedico es a revisar datos relacionados con la contabilidad de la empresa, para lo que me ayudan mis compañeros Paco y Emiliano. Si las cosas no salen bien, a veces me pongo nervioso, pero me tranquilizo y pienso que tengo que ser ordenado haciendo mis tareas. Evito ir demasiado deprisa para no equivocarme. Si me agobio porque hay mucho trabajo, pido ayuda a mis hermanos o a algún compañero. Estoy pensando en cambiar de nuevo de puesto dentro de la empresa. Me gustaría seguir aprendiendo cosas nuevas porque hacer siempre lo mismo es aburrido. Alguna vez también he pensado buscarme otro trabajo que no tenga nada que ver con la empresa familiar, pero eso es muy difícil para mí.
Soy consciente de que he conseguido mi trabajo porque la empresa es de mi familia. Aún así, me cuesta desempeñar mis funciones, y cada día me esfuerzo un poco más para hacerlo mejor. Muchas personas sordas no encuentran un trabajo a pesar de que existe una ley que favorece a las empresas que contratan personal discapacitado. También sé que los que trabajan tienen sueldos muy bajos y que los puestos no son muy buenos.
En mi empresa hay otra persona sorda. Es amigo mío y trabaja de informático. Me gustaría poder ayudar a todas aquellas personas sordas que no encuentran un trabajo ajustado a sus necesidades, pero no sé cómo hacerlo.
Mis padres siempre se preocuparon por mí. Me daba vergüenza estar con desconocidos. Me sentía frustrado, muy aislado. Tenían miedo de que me fuera solo a la calle y pudiera tener algún accidente o cruzar la carretera de forma imprudente. Así que siempre se asustaban cuando no estaba en casa.
En noviembre de 1992 mis padres solicitaron a un abogado que les ayudara a anular el reconocimiento de mi incapacitación total. En el juicio acudí en compañía de mis padres, mi hermano, mi cuñado, mi médico de psiquiatría y Almudena, mi profesora de redacción. Una vez en el banquillo, Almudena intercambió unas palabras con la juez sobre mí. La situación se complicó; la magistrada empezó a ponerse nerviosa al no poder comunicarse conmigo, así que no repetía nada para que le entendiese mejor. Me puse colorado del bochorno por la humillación que estaba pasando (creo que me despreció, aunque a veces las personas sordas creemos cosas que no son, por el simple hecho de no saber qué está ocurriendo o qué se está diciendo). La juez tomó una hoja y un bolígrafo para hacerme algunas preguntas. Pero tampoco entendía lo que me escribió. Al final, la sentencia no aprobó retirar mi incapacitación total. Me sentí fatal.
El año pasado volvimos a ir a juicio por el mismo tema. Nos vimos con la misma juez, que esta vez sí me ayudó en la comprensión de las preguntas realizando enunciados más cortos y fáciles de entender. En menos de un mes obtuvimos una respuesta favorable. Ya no me consideran incapacitado. Soy una persona independiente, puedo viajar en transporte público, o realizar compras sin necesidad de que otra persona vaya conmigo.
Fue una alegría muy grande para mí, para mi familia y para los compañeros de trabajo. Con este logro, he conseguido tener las mismas posibilidades que el resto de las personas. Ahora sí puedo, por ejemplo, votar en las elecciones. Es una noticia muy positiva para mi futuro.
En 1992 fui a Barcelona con mis padres para realizarme un implante coclear y poder oír mejor. Estuve ingresado en el hospital San José. Después de la operación me desperté en la habitación. Todavía no podía oír nada. Mi cabeza estaba vendada para que la herida cicatrizase. Una vez curada, volví a casa. Recuerdo que alguien me dijo: «¡Hola!», y la onda de la palabra llegó hasta mi oído. En todas partes se producen ruidos. Los hay en el interior de las casas, en las calles, hasta en el campo.
Sigo aprendiendo a leer y escribir con Almudena, mi profesora, tres días a la semana. Releo lo que no entiendo y consulto en el diccionario las palabras que no conozco. Si sigo una orden y voy despacio consigo entenderlo todo. Después tengo que responder a las preguntas relacionadas con el tema de la lectura. También realizo redacciones sobre asuntos que me interesan. Escribir me sirve muchísimo para poder comunicarme a través del ordenador, con el messenger o el chat.
También he aprendido algo de lengua de signos. Iba a clase en el centro que la Asociación de Padres y Amigos del Sordo (ASPAS) tiene en Madrid. Al principio tantos signos me confundían. Aprendíamos a signar viendo cómo lo hacía nuestro profesor y dialogando entre nosotros.
Hace un par de años mi madre y mi profesora particular buscaron ayuda porque me encontraba triste, nervioso y muy irritable. Acudí a la consulta de un psicólogo. Estaba tan hundido que no tenía ganas de hablar con nadie. Enseguida me ponía nervioso y me enfadaba. Ahora me siento mucho mejor, me han ayudado a pensar en positivo.
Me encanta viajar y conocer nuevos lugares y personas distintas. Me apunté a la Asociación de Sordos de Valladolid para hacer una excursión a un pueblo de Santander. Fui solo desde Madrid y me lo pasé de maravilla.
También he estado en el Albergue Juvenil Área de Viveiro, en Lugo, donde practiqué deportes náuticos y realicé un montón de actividades culturales; en los juegos deportivos autonómicos de Zaragoza; y en León, Castellón y Bilbao para visitar a amigos.
Asisto a la clase de gramática que imparte la Asociación de Sordos de Madrid los lunes y miércoles por la tarde. La profesora explica en lengua de signos las frases y ejercicios del día, que luego nos repasa para evaluarnos y corregir los fallos que tenemos. También voy a clases de informática. La asociación es un buen lugar para hacer amigos.
Además, aprendo pintura y dibujo en una academia. Ya tengo algunos dibujos enmarcados de los cuales me siento muy orgulloso. De momento trabajo sólo en blanco y negro. Más adelante pintaré en color, sólo cuando perfeccione el dibujo.
Como me gusta el deporte, también voy al gimnasio y además de hacer ejercicio, me meto en la sauna y el jacuzzi para relajarme.
También me gustaría trabajar de voluntario ayudando a personas sordociegas. La Asociación de Sordociegos organiza conferencias, actividades y viajes. En uno de estos encuentros me presentaron a Isabel, una gran amiga. Es sordociega. No oye y ve muy poco porque tiene mucha miopía. Nos escribimos cartas para mantener el contacto. Estoy deseando ir a Almendralejo para verla y visitar su pueblo.
Algunos fines de semana me escapo a la montaña para hacer senderismo con grupos que organiza la Federación Madrileña de Deportes para Sordos. Ahora me gustaría dedicarme a deportes que se practiquen al aire libre como, por ejemplo, la bicicleta de montaña.
Desde octubre del 2006 acudo al centro médico La Masó para aprender a oír escuchando las voces de los profesores y para hablar mejor leyendo libros en la clase de logopedia.
Colaboro con la ONG Intervida ayudando a personas de otros países que no tienen recursos económicos, comida ni agua. Me impresionó mucho la foto de Francisca, una niña de Guatemala de siete años. La he apadrinado. Ahora va al colegio, aprende, se ríe y comparte un montón de juegos con sus compañeros. Qué gran suerte tenemos de vivir en España. En otros sitios no tienen nada.
Me encanta navegar por Internet y entrar en foros. Puedo buscar información de todo lo que me interese, comunicarme con distintas personas y enterarme de noticias y cosas realmente curiosas. Como he conseguido escribir mejor y entender todo lo que leo, todo es más fácil. Tengo una página web (
www.jesusmariabanus.es) que he dedicado a la sequía, un tema importante que nos afecta a todos. He hecho varios cursos de Internet en la Confederación Estatal de Personas Sordas, pero creo que debería profundizar más porque la información avanza deprisa.
Las personas sordas necesitamos intérpretes para acudir a hospitales, juicios y otras gestiones de la vida diaria. Los oyentes hablan muy rápido y no podemos basarnos en una lectura labial para entender una conversación. Recientemente el Congreso de Diputados reconocía la lengua de signos como la lengua oficial de las personas sordas. Hemos avanzado mucho. Estamos en el camino para conseguir la igualdad de derechos y poder ser más independientes.
Mis amigos son sordos y sordociegos. Me comunico con ellos a través de la lengua de signos. Salimos a tomar algo y por la noche vemos juntos la televisión. Los domingos por la mañana me monto en el autobús 124 hasta llegar a la glorieta de Cuatro Caminos, donde me bajo y camino hasta la Parroquia Santa María del Silencio. El párroco se dirige a las personas oyentes congregadas y un intérprete signa el mensaje para nosotros.
A veces voy de tiendas para comprar algo de ropa. También me gusta ir a comprar libros. Me encanta leer en casa, cuando viajo en tren o cuando espero en la consulta de mi psicólogo. Tengo toda clase de libros, desde cuentos hasta manuales de medicina con los que aprendo un montón de cosas sobre el cuerpo humano. La lectura me entretiene, me hace pensar sobre aquello que he leído. Algunas personas son muy reticentes a leer. Yo creo que leer nos ayuda muchísimo a aprender cosas importantes sobre la vida.
Algunos fines de semana los pasamos en la finca que tenemos entre las provincias de Toledo y Ciudad Real. Viajamos por tierras toledanas. Nos fascina el paisaje y no dejamos de visitar el Monasterio de San Juan de los Reyes.
Estando en la finca madrugo por las mañanas y veo cómo los pájaros revolotean alrededor de la casa. Me invade una bonita sensación de libertado cuando paseo con mi perra Copi por el camino serpenteante del Parque Nacional de los Cabañeros, donde habitan un monton de especies animales como el corzo, el halcón o el buitre negro.
En Madrid dispongo de un dispositivo de teléfono para sordos (DTS). Con él puedo hablar con personas oyentes, ya que la comunicación se basa en un servicio de intermediación. Yo escribo con un teclado el texto que deseo comunicar y el servicio de intermediación se lo comunica en lengua oral a la persona oyente que está al otro lado del aparato. Después recibo por escrito la respuesta de mi interlocutor y lo veo a través de la pantalla que hay junto al teclado.
El teléfono móvil también es muy útil, porque aunque no oigo sí puedo mandar y recibir mensajes para comunicarme.
También me gusta leer los subtítulos para sordos en la televisión. La ley que reconoce la lengua de signos como oficial también tiene previsto crear el Centro Español de Subtitulado y Audiodescripción para que toda la información nos llegue de manera correcta. El problema está en que los subtítulos aparecen y desaparecen muy deprisa y muchas personas sordas no tienen la agilidad lingüística para seguirlos correctamente y enterarse de la información que transmiten.
Cuando se celebró el Día del Libro acudí al Círculo de Bellas Artes. Leían El Quijote y teníamos un intérprete que signaba la lectura. Entendía algo, pero no todo. El Quijote es un libro difícil de comprender porque su vocabulario es muy antiguo. Me gusta leer Platero y yo. Es un libro precioso. Me dedico a leer poesía, incluso me he atrevido a escribir algunos versos.
En resumen, esta es mi vida. Ahora me siento mejor que cuando era más joven, pero todavía echo en falta poder comunicarme más y mejor con la gente que me rodea.
Sé que a veces me cuesta aprender, pero creo que esto le pasa a todo el mundo alguna vez en la vida. Tengo mi propio ritmo, soy consciente de mis limitaciones y las asumo. No me importa. Voy despacio y no pasa nada. Me siento orgulloso de mí mismo.
Ahora los niños sordos tienen más oportunidades de aprender, conocen la lengua de signos desde muy corta edad y disponen de más adelantes técnicos. En mi época no había tantas ventajas.
Me gustaría ser más independiente y vivir solo en una casa que estuviera cerca de donde vivo ahora. Así, podría ver a mi familia a menudo y les pediría ayuda si la necesitara. Tal vez en el futuro pueda independizarme. No lo sé.
Hasta aquí he contado todo lo más importante sobre mí. Espero que aquellas persoans que lean este realto puedan hacerse una idea de cómo es la vida de una persona sorda. Soy como los demás, aunque todo me cuesta un poco más de esfuerzo. Pero, poco a poco, puedo ir consiguiendo todo lo que me proponga. Avanzar es lo más importante.