Correcto. Pero más que matices, son variables. Saber si tener coche propio o no es una ecuación que a veces resulta compleja, y es lo que debatimos aquí. A veces la incógnita se resuelve echando ostias si, como al amigo
@El bedel el coche te sobra, te estorba o te sale caro. Lo jodido es decidirse cuando los tiempos y costes de transporte público se asemejan, o parecen asemejarse.
Yo no defiendo el coche a ultranza, ojo. Sólo digo que es, en muchos casos, la única opción válida para la situación. Y que en la automoción hay suficiente gama como para adaptar el coche a tus necesidades económicas o de desplazamiento. Le doy la razón a quien me demuestra que moverte a capitales vecinas en tren es cómodo, eficaz y barato, pero se la quito a los empeñados en demostrar que el coche es siempre más caro. Vale, puede ser más caro si te empeñas, pero qué pasa cuando no hay otra alternativa?
Me saqué el carné de moto a los 18 y el de coche a los 25. Intenté sacar los dos a la vez, pero la práctica del coche se me dio como el culo y pasé de renovar matrícula y pagar tasas hasta que no me hiciera realmente falta. Hasta que no tuve moto a los 22 años, iba a la Facultad en bici o en autobús. Los viajes largos los hacía en tren o en bus, siempre por la península. El avión estaba totalmente descartado porque hablamos de los años en que sólo operaba Iberia a unos precios locos. Y tengo viajes grabados en la retina como para cagarme en todo lo que se menea. Habláis de viajes en plan señorito, de desayuno prontito, cojo la cartera con el Ipad y me subo al Ave a una reunión que me preparo por el camino conestado a internés. Los cojones. No se me olvidará en mi puta vida un viaje a una ciudad cercana a Oporto cuando tenía 23 tacos y vivía en Portugal. Cogí el tren nocturno que hacía la línea Madrid-Lisboa en una mierda de andén perdido en alguna parte de Extremadura (o era Salamanca?), a donde llegué combinando dos rutas de autobús. Otros dos pavos y yo pelamos frío y hambre en la puta calle hasta las dos y pico de la madrugada, hora en la que apareció el dichoso tren. No se me olvidará en la vida el hedor del vagón cuando entré, con las luces apagadas y repleto hasta las trancas de personal que roncaba como cerdos. Acomodar mis dos maletas en el espacio ridículo habilitado al efecto fue una partida de tetris con piezas de 20 kilos. Mi asiento era el único libre, todavía calentito, que alguien dejó pocas horas antes al apearse Madrid. Es, sin lugar a dudas, el viaje más asqueroso que he hecho en mi vida. Más tarde supe que ese tren salía de París, y que iba acumulando mierda a base de kilómetros.
También oigo hablar del Ave como si fuera la panacea, cuando es una puta mierda. A nuestra red de alta velocidad le quedan aún muchos años para acercarse a lo que debe ser. Un Ave que hace parte de su recorrido a 120 km/h ni es alta velocidad ni es nada. Es un mojón sobre dos vías. Cuando cogí el Shinkansen para ir de Tokio a Osaka se me cayeron las bragas a los tobillos antes de entrar. Al poco de arrancar, salimos de Tokio pasando entre bloques de 30 alturas a 140 km/h. Caro como su puta madre, pero con horarios de salida cada diez minutos. Simplemente apabullante.
Quien tenga que viajar de verdad, con equipaje, en fechas jodidas, de una punta a otra del país y con destinos en pueblos alejados de capitales, lo tiene jodido. Si me vais a decir que sólo vais de puente de León a Gijón, vale, coged el Alsa.