otfriesman rebuznó:
¿No os ha pasado encontraros con alguna de las diosas del instituto, que en aquellos momentos apenas se dignaban posar sus celestiales ojos en escoria como vosotros, y que en ese reencuentro se muestren sospechosamente simpáticas y agradables?
A mí hace unos años que me pasa. Me encuentro con alguna de estas ex-creídas que antes me ignoraban y ahora se muestran evidentemente atraídas. Claro, que ahora, ni con un palo.
En fin. :53
Cuando estaba en el instituto, bebía los aires lánguidamente por una chica dulce, rubia, de ojos azules a quien ni siquiera osaba dirigirle la palabra. Melancólicamente, la veía andar de un lado al otro del patio del recreo, con sus amigas, y suspiraba porque algún día, aunque fuera soñando despierto, me dirigiese la palabra o una sonrisa. A lo más que pude optar fue a alguna mirada de extrañeza, como si se dijera: "¿
Quién será este pitofláutico que no tiene donde caerse muerto?" Y les aseguro, señoras y señores, que aunque no era un Adonis, yo era un chaval guapote que no estaba nada mal y, que de haber sido algo menos apocado y tímido, me hubieran llovido los guiños de las compañeras. Hubiera dado todo por tenerla como novia.
Después de sufrir semanas, meses, envuelto en una tristeza atroz que casi me impedía vivir, empecé poco a poco a olvidarla (¿y también a odiarla un poco quizás por despreciarme?) y a centrarme en los apuntes, en las clases, en los exámenes. Volvía a respirar, a salir del pozo negro... Aún recuerdo con mucha amargura esa etapa de mi vida.
Pasaron los días lentamente, pasaron los años y mucho tiempo después, años después, conocí a una chica que fue mi novia durante varios meses. Un día como otro, mientras dábamos un paseo, conversando apaciblemente, sin aquellas lejanas angustias del pasado, sin los nervios tenaces que muerden las tripas de los jóvenes, veo acercarse a la que
fue y ya
no era aquella linda chica inaccesible de mis sueños adolescentes y ni remotamente, como cabría esperar, empecé a sentir los ahogos, palpitaciones, ansiedad y un
trágame tierra que pudieran imaginarse
. En otras circunstancias, años atrás, hubiera deseado esconderme o volatizarme, ahora era yo quien sonreía en mi fuero interno. Ella era prima de mi novia. Ahora, cuando mi novia se acercó a ella, le dio un par de besos y la cogió de la mano para presentármela yo ya NO sentía nada y ella ya era "otra".
Algo esencial había cambiado en ella y dentro de mí mientras la veía aproximarse...
Bastaron un par de segundos cuando la vi venir hacia mí y empezó a hablarnos para erosionar, deshacer y destrozar el mito que anidaba en mi cerebro desde el más remoto pasado. La encantadora rubita de mis sueños, aquella sílfide enigmática y atrayente por la que hubiera dado un mundo, se había convertido en una señora con 10 kg. más de los que tenía cuando me volvía loco pensando en ella, arrastraba marcadas en su cara sus incipientes arrugas y sus patitas de gallo, mientras escondía sus michelines y tenía ya la espalda algo encorvada. Su pelo cortado había perdido aquel precioso brillo juvenil y su cara tenía síntomas tenaces de vivir sin ilusiones. Había perdido todo aquel encanto que me fascinaba. Habían bastado 10 años para convertir la princesa de mis cuentos de hadas en una señora con la que no me hubiese ido ni aun pagándome.
La vida da muchas vueltas y el tiempo transcurre en nuestros cuerpos y en nuestras mentes. La experiencia, la forma de afrontar la vida y enfrentarnos a los dilemas y problemas que nos absorben cambian con los años, con la pátina del tiempo.
Durante años yo me había preguntado que hubiera sido de mi vida si aquella extraordinaria aparición rubia de ojos azules de mi adolescencia se hubiese dignado a posar sus ojos sobre mí y me hubiese dirigido la palabra, aunque hubiese sido un solo minuto, si hubiera sido mi novia. Ahora, frente a mí, contemplándola, no era ni una sombra remota de aquel pasado, sino una mujer insustancial, sin valor alguno y alguien con quien ni haciendo un esfuerzo me hubiera gustado salir una sola noche.
Ni siquiera mi cara de desinterés, incluso de rechazo, pudo evitar que ella me sonriera ilusionada, tratando de buscar como fuese una conversación que yo no estaba dispuesto a mantener. Olvidó a su novio como si hubiese dejado de existir y no dejaba de contemplarme con una mirada de un brillo especial en sus ojos. Me había reconocido. Creo que en ese momento envidiaba a mi novia y en ese instante tuve la revelación que quizás nunca acerté a intuir en el pasado: aquel desplante, aquel desinterés por mí, aquella falta de empatía por darme un poco de cariño tal vez habían sido ficticias. Aún me recordaba. No tuve nada ni conseguí nada porque no era el chuloplayas macho
alfa que esperan todas y mi timidez me impidió acercarme a ella, aunque posiblemente me hubiese rechazado igual. Nadie bebía los vientos por mí con 15 años.
Aún sonrío ahora mismo pensando cómo llevará hoy sus estrías, su celulitis, sus pechos caídos, sus kilos de más, sus más que probables canas teñidas, su voz enronquecida y su separación (
sí, se casó, y se separó poco tiempo más tarde). He tenido la oportunidad de ser la víctima, de olvidarla y de regodearme más tarde riéndome de un pasado que yo imaginaba atroz, cuando sólo era un sueño adolescente. La chica que fue la dueña de mis pensamientos, mi diosa, se había convertido en un espectro sin valor que ahora deambula en su soledad buscando una juventud perdida que nunca podrá volver a alcanzar; se siente una vieja.
La que fue la dulce chica maravillosa de mis sueños, que me había despreciado ignorándome, era ahora la mujer que había sufrido porque yo no me digne ni a conversar con ella mientras trataba de hacer lindezas y pavadas para llamar mi atención.
La vida da mucha vueltas y ellas, quienes ahora abusan del
porqueyolovalgo creyéndose diosas que pueden despreciar a su antojo, llegará el día que sientan la tripa caída, los sofocos premenopáusicos y una angustiosa añoranza por la pérdida del pasado y la búsqueda de un tiempo que nunca regresa. Sentirá la nostalgia de aquel chico de ojos inocentes que se enamoró de ella, mientras que éste ni siquiera la recuerda.