Top Secret. Confiesa, hijo de puta

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@Spawner, no, no lo sabía. Pero yo no lo considero una mentira, no dije que hiciera otra cosa y estaba haciendo eso, sencillamente no se lo conté.
Yo si acaso miento, es por omisión, por callarme, no me gusta mentir en general porque para mentir hay que ser muy listo y yo con mi cociente mínimo no puedo mantener esas mentiras, así que prefiero no mentir.
Otra cosa es que lo cuente todo, que obviamente no lo hago, sobre todo cuando sé que me va a traer problemas o confrontaciones y más cuando es una cosa que es decisión mía y que sólo me afecta a mí. ;)
 
A los admin les gusta que haya mujeres en el foro.

Luego se quejan...
 
Dios, si estás ahí, dame botones.
Ay, joder. Como te pones, vale, ya cuento algo, respira.
A veces desaparezco un día. Digo en casa cualquier mentira, una reunión con un compañero de la Universidad, por ejemplo, organizo todo, comida, bolsas de deporte, meriendas.... Llevo a los críos al cole y no cojo una puta llamada de 11 de la mañana a 6 de la tarde, a menos que me insistan mucho.
 
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Ay, joder. Como te pones, vale, ya cuento algo, respira.
A veces desaparezco un día. Digo en casa cualquier mentira, una reunión con un compañero de la Universidad, por ejemplo, organizo todo, comida, bolsas de deporte, meriendas.... Llevo a los críos al cole y no cojo una puta llamada de 11 de la mañana a 6 de la tarde, a menos que me insistan mucho.

No lo decía por ti, sino por las peleitas que surgen en todos los hilos y que se los cargan. Cojones, tirad de mensaje privado si queréis insultaros.
 
Modelo cara vista


Hombre, que se miente en el ligoteo es intrínseco al asunto, a no ser que se conozcan las dos personas de antes o que haya cierta relación de amistad, amigos comunes, etc.

Luego si la has conocido dura el tema y no se queda en flor de una noche claro que acaba saliendo a la luz, que se yo. Ahí ya el interés en que dure, si a la interfecta no le importa que no seas realmente le hijo del embajador pues para adelante, y si no no creo que se moleste mucho ya que a casi todas les habrán contado xe todo para meterla en adobo.

Vamos que se dice lo que haga falta de toda la vida de Dios no...
 
mentiras piadosas y mujeres

Y es por esto por lo que dice @Spawner no me como un torrao; porque no se mentir a mi edad o como dice @MarcoKra hay que ser muy listo y muchas luces con esto tampoco tengo... Y qué diablos; a todas las repelo. Me estoy acordando de esas mentiras que el peludo ha estado hablando y recuerdo cuando le dije a una chica "eres la chica más interesante que he conocido"; como casi de inmediato me sentí un miserable porque no me lo creia ni yo.
 
Última edición:
No se trata tanto de mentir como de no hablar.

Desde el primer hostión recibido en casa al contar mi versión de un castigo colegial intentando adelantarme a versiones más torticeras aprendí por la vía del palo que la sinceridad verborreica es una mala política. Y para mentir no tengo talento, por desgracia.

También ayudó el hecho de que dos personas a los que en su momento consideré amigos íntimos de total confianza usasen confidencias personales absolutamente privadas para cachondearse a mis espaldas e incluso para intentar perjudicarme profesionalmente. Nada nuevo bajo el sol: los falsos amigos brotan por doquier cual lepiotas en otoño. Desde entonces, cuando quiero testar a una nueva persona a la que considero de confianza lanzo un globo sonda: le hago una confidencia a él y solo a él (plantearme amistad con una mujer me provoca convulsiones de risa), verdadera o falsa, da igual, y espero un tiempo prudencial. Al menor indicio de una filtración a tercera persona, corto la relación en seco y para siempre sin la menor explicación.

La comedia humana es un triste nido de ratas en el que la discreción y la fidelidad no suelen darse juntas (ni por separado). Es del género tonto poner en conocimiento de alguien cualquier historia que pueda perjudicarnos en un momento dado, por muy de confianza que esa persona nos parezca, por muy necesitados que estemos de abrir las compuertas de nuestra alma para drenar un sucio y espeso pantano de confidencias privadas que pensamos que nos aliviará el ánimo. Por eso, como conté aquí hace tiempo, en los días de la lona no me relaciono con nadie, ni hago llamadas ni las recibo, para evitar aperturas de boca de las que me arrepentiré nada más despertarme a la mañana siguiente. Como dicen por Bilbao, no cuentes tus problemas a tus amigos, que los divierta su padre.

Nadie que me conozca me oirá hablar jamás hablar de mis visitas a las putas, ni de las ocasiones en que se me complica un paciente, o de cuando tengo problemas laborales, o de cualquier suceso acontecido que me haya dejado en mal lugar en cualquier sitio. Jamás busco comprensión ni empatía de nadie, ofreciendo en bandeja la posibilidad (y probabilidad), de un desprecio prepotente. Cuando alguien me pregunta, todo me va maravillosamente (lo que les jode oírlo). Si alguien consigue joderme en un momento dado, mantengo el tipo, no hago el menos comentario y espero pacientemente la oportunidad de devolverla. Si alguien intenta sacarme información en público con algún comentario o chascarrillo venenoso, utilizo la violencia verbal, y en contadas ocasiones, también la física.

Soy, en suma, absolutamente hermético acerca de mi vida emocional, profesional, sexual y social. ¿Qué ganamos con hablar? ¿Exponer un flanco vulnerable a un carroñero a cambio de una pueril necesidad de confianza y empatía? No busquen metales preciosos donde solo hay basura.
 
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Hombre, que se miente en el ligoteo es intrínseco al asunto, a no ser que se conozcan las dos personas de antes o que haya cierta relación de amistad, amigos comunes, etc.

Luego si la has conocido dura el tema y no se queda en flor de una noche claro que acaba saliendo a la luz, que se yo. Ahí ya el interés en que dure, si a la interfecta no le importa que no seas realmente le hijo del embajador pues para adelante, y si no no creo que se moleste mucho ya que a casi todas les habrán contado xe todo para meterla en adobo.

Vamos que se dice lo que haga falta de toda la vida de Dios no...

Puff, pues yo no sé cuántas trolas le conté a la que ahora es mi mujer. Imagino que se habrá olvidado de todo y que, en el fondo, no fueron necesarias para alcanzar su precioso bullate.

Yo me enteré hace poco de que mi abuela murió de cirrosis hepática por el bebercio. Murió cuando yo tenía 14 años y jamás hubiera imaginado a la pobre viejita dándole al ron. Pensé que la diabetes se la llevó por delante, pero nada más lejos de la realidad. Todavía lo recuerdo y flipo. Al principio fue un shock, y ahora le voy encontrando explicación a muchas cosas de mi familia.
 
Jamás busco comprensión ni empatía de nadie, ofreciendo en bandeja la posibilidad (y probabilidad), de un desprecio prepotente. Cuando alguien me pregunta, todo me va maravillosamente (lo que les jode oírlo). Si alguien consigue joderme en un momento dado, mantengo el tipo, no hago el menos comentario y espero pacientemente la oportunidad de devolverla. Si alguien intenta sacarme información en público con algún comentario o chascarrillo venenoso, utilizo la violencia verbal, y en contadas ocasiones, también la física.

Soy, en suma, absolutamente hermético acerca de mi vida emocional, profesional, sexual y social. ¿Qué ganamos con hablar? ¿Exponer un flanco vulnerable a un carroñero a cambio de una pueril necesidad de confianza y empatía? No busquen metales preciosos donde solo hay basura.

Que verdad, lo buscar empatía y recibir prepotencia. Además de maldad pura, sin razón egoísta para obtener algún beneficio. Que por lo menos podrías pensar, va a por lo suyo. En muchísimas ocasiones es por la chanza fácil, y además en el momento de debilidad.

En fin, tampoco está mal porque conoces más allá de la sonrisa falsaria al interlocutor, y si es con una chorrada no te pilla luego con algo que realmente te importe. Y si es con algo importante es porque la confianza está cimentada, eso no se perdona ni se olvida. Y no hay nada tan grande como para que te deje tan deshecho como para que no puedas devolverla con intereses más adelante, si te lo propones.

Lo mejor ir haciendo criba por la vida, de familia/amigos y buscar la felicidad.

Me ha quedado un poco a lo Paulo Coelho está mierda, vaya sarta de chorradas. Que os den.
 
Puff, pues yo no sé cuántas trolas le conté a la que ahora es mi mujer. Imagino que se habrá olvidado de todo y que, en el fondo, no fueron necesarias para alcanzar su precioso bullate.

A la mía de las primeras cosas que le conté era mi profesión: empresario. Vamos, un triste autónomo con una furgoneta Mercedes MB 140 como mayor activo. Si, la mítica esa de los malacatones de los gitanos. :lol:

Con el tiempo fue cuando se fue coscando de lo que había y pasó a ser un chascarrillo que aún hoy día es motivo de chanza, en plan "empresario eh?". Pero vamos, asumidísimo que para el folleteo se dice lo que haga falta, es así desde cuando andábamos durmiendo en cuevas y cazando mamuts, por lo menos.
 
Yo siempre he partido de la base, que mentir en una relación es de pobres
 
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Pues llevar una doble vida debe ser de homeless por lo menos.

Mentir es un arte que hay que perfeccionar. Se empieza con simples detalles sin importancia, aunque no haya beneficio en ello y se acaba escapando una semana a un romántico hotel de montaña con una amante mientras todos creen que estás de ruta mochilera por los Pirineos.
 
Yo siempre he partido de la base de que mentir en una relación, es básicamente de pobres.

Lo que es de pobres es tener una relación. Las relaciones son esclavitud para gente de más abajo de la Diagonal incapaz de llenar su vida con tertulias en el Sandor.

Para mentir, basta con abrir la boca. Yo no cuento nada y así puedo cometer las bajezas más aborrecibles manteniendo la honestidad intacta.
 
No se trata tanto de mentir como de no hablar.

Desde el primer hostión recibido en casa al contar mi versión de un castigo colegial intentando adelantarme a versiones más torticeras aprendí por la vía del palo que la sinceridad verborreica es una mala política. Y para mentir no tengo talento, por desgracia.

También ayudó el hecho de que dos personas a los que en su momento consideré amigos íntimos de total confianza usasen confidencias personales absolutamente privadas para cachondearse a mis espaldas e incluso para intentar perjudicarme profesionalmente. Nada nuevo bajo el sol: los falsos amigos brotan por doquier cual lepiotas en otoño. Desde entonces, cuando quiero testar a una nueva persona a la que considero de confianza lanzo un globo sonda: le hago una confidencia a él y solo a él (plantearme amistad con una mujer me provoca convulsiones de risa), verdadera o falsa, da igual, y espero un tiempo prudencial. Al menor indicio de una filtración a tercera persona, corto la relación en seco y para siempre sin la menor explicación.

La comedia humana es un triste nido de ratas en el que la discreción y la fidelidad no suelen darse juntas (ni por separado). Es del género tonto poner en conocimiento de alguien cualquier historia que pueda perjudicarnos en un momento dado, por muy de confianza que esa persona nos parezca, por muy necesitados que estemos de abrir las compuertas de nuestra alma para drenar un sucio y espeso pantano de confidencias privadas que pensamos que nos aliviará el ánimo. Por eso, como conté aquí hace tiempo, en los días de la lona no me relaciono con nadie, ni hago llamadas ni las recibo, para evitar aperturas de boca de las que me arrepentiré nada más despertarme a la mañana siguiente. Como dicen por Bilbao, no cuentes tus problemas a tus amigos, que los divierta su padre.

Nadie que me conozca me oirá hablar jamás hablar de mis visitas a las putas, ni de las ocasiones en que se me complica un paciente, o de cuando tengo problemas laborales, o de cualquier suceso acontecido que me haya dejado en mal lugar en cualquier sitio. Jamás busco comprensión ni empatía de nadie, ofreciendo en bandeja la posibilidad (y probabilidad), de un desprecio prepotente. Cuando alguien me pregunta, todo me va maravillosamente (lo que les jode oírlo). Si alguien consigue joderme en un momento dado, mantengo el tipo, no hago el menos comentario y espero pacientemente la oportunidad de devolverla. Si alguien intenta sacarme información en público con algún comentario o chascarrillo venenoso, utilizo la violencia verbal, y en contadas ocasiones, también la física.

Soy, en suma, absolutamente hermético acerca de mi vida emocional, profesional, sexual y social. ¿Qué ganamos con hablar? ¿Exponer un flanco vulnerable a un carroñero a cambio de una pueril necesidad de confianza y empatía? No busquen metales preciosos donde solo hay basura.

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No se trata tanto de mentir como de no hablar.

Desde el primer hostión recibido en casa al contar mi versión de un castigo colegial intentando adelantarme a versiones más torticeras aprendí por la vía del palo que la sinceridad verborreica es una mala política. Y para mentir no tengo talento, por desgracia.

También ayudó el hecho de que dos personas a los que en su momento consideré amigos íntimos de total confianza usasen confidencias personales absolutamente privadas para cachondearse a mis espaldas e incluso para intentar perjudicarme profesionalmente. Nada nuevo bajo el sol: los falsos amigos brotan por doquier cual lepiotas en otoño. Desde entonces, cuando quiero testar a una nueva persona a la que considero de confianza lanzo un globo sonda: le hago una confidencia a él y solo a él (plantearme amistad con una mujer me provoca convulsiones de risa), verdadera o falsa, da igual, y espero un tiempo prudencial. Al menor indicio de una filtración a tercera persona, corto la relación en seco y para siempre sin la menor explicación.

La comedia humana es un triste nido de ratas en el que la discreción y la fidelidad no suelen darse juntas (ni por separado). Es del género tonto poner en conocimiento de alguien cualquier historia que pueda perjudicarnos en un momento dado, por muy de confianza que esa persona nos parezca, por muy necesitados que estemos de abrir las compuertas de nuestra alma para drenar un sucio y espeso pantano de confidencias privadas que pensamos que nos aliviará el ánimo. Por eso, como conté aquí hace tiempo, en los días de la lona no me relaciono con nadie, ni hago llamadas ni las recibo, para evitar aperturas de boca de las que me arrepentiré nada más despertarme a la mañana siguiente. Como dicen por Bilbao, no cuentes tus problemas a tus amigos, que los divierta su padre.

Nadie que me conozca me oirá hablar jamás hablar de mis visitas a las putas, ni de las ocasiones en que se me complica un paciente, o de cuando tengo problemas laborales, o de cualquier suceso acontecido que me haya dejado en mal lugar en cualquier sitio. Jamás busco comprensión ni empatía de nadie, ofreciendo en bandeja la posibilidad (y probabilidad), de un desprecio prepotente. Cuando alguien me pregunta, todo me va maravillosamente (lo que les jode oírlo). Si alguien consigue joderme en un momento dado, mantengo el tipo, no hago el menos comentario y espero pacientemente la oportunidad de devolverla. Si alguien intenta sacarme información en público con algún comentario o chascarrillo venenoso, utilizo la violencia verbal, y en contadas ocasiones, también la física.

Soy, en suma, absolutamente hermético acerca de mi vida emocional, profesional, sexual y social. ¿Qué ganamos con hablar? ¿Exponer un flanco vulnerable a un carroñero a cambio de una pueril necesidad de confianza y empatía? No busquen metales preciosos donde solo hay basura.

:121:
 
Este hilo si me ha gustado.

No haré introducción con la típica reflexión sobre el silogismo de las mentiras, contaré mi historia directamente.

Hace unos catorce años, recién de vuelta a la vida civil; residía por aquel entonces en León y me hallaba en fase de transición, como volviendo a ordenar todo en mi cabeza.

Conocí por aquel entonces en una academia a una chica con la que hice muy buenas migas. Me ahorraré lo detalles sobre lo estupenda que era y lo bien que congeniamos; pero esa perra si me gustaba de verdad. Un día, viendo que la cosa iba a más, me contó su secreto: era madre soltera de una larva interracial fruto de la cópula con un negro. Para mí eso fue como la bomba atómica, reaccioné de la única forma que podía en aquel entonces: “¡Pero serás puta, como me has podido hacer esto, como le has podido hacer eso a tu sangre, pero es que no tienes el más mínimo sentido de la responsabilidad...!” y un sinfín más de improperios por el estilo y no le di unas hostias porque no maltrato al sexo débil.
Huelga decir que de aquellas era mucho más gilipollas que ahora, ir de putas me parecía casi indigno y ya no digamos follarse a subhumanas. Menos mal que cambié con los años y ahora soy la persona tolerante y cultivada que todos conocéis, pero siempre recordaré aquella historia con tristeza.

La conclusión sería que cualquier mentira puede ser dañina, pero las verdaderas tragedias nacen de las palabras que no decimos. Una verdad a medias es mucho más perniciosa que cualquier mentira.
 
Fuiste un puto subnormal y ya está, eso no tiene nada que ver con la mentira. Pero si tenías la imperiosa necesidad de contárnoslo, ok.
 

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No haré introducción con la típica reflexión sobre el silogismo de las mentiras, contaré mi historia directamente.

Hace unos catorce años, recién de vuelta a la vida civil; residía por aquel entonces en León y me hallaba en fase de transición, como volviendo a ordenar todo en mi cabeza.

Conocí por aquel entonces en una academia a una chica con la que hice muy buenas migas. Me ahorraré lo detalles sobre lo estupenda que era y lo bien que congeniamos; pero esa perra si me gustaba de verdad. Un día, viendo que la cosa iba a más, me contó su secreto: era madre soltera de una larva interracial fruto de la cópula con un negro. Para mí eso fue como la bomba atómica, reaccioné de la única forma que podía en aquel entonces: “¡Pero serás puta, como me has podido hacer esto, como le has podido hacer eso a tu sangre, pero es que no tienes el más mínimo sentido de la responsabilidad...!” y un sinfín más de improperios por el estilo y no le di unas hostias porque no maltrato al sexo débil.
Huelga decir que de aquellas era mucho más gilipollas que ahora, ir de putas me parecía casi indigno y ya no digamos follarse a subhumanas. Menos mal que cambié con los años y ahora soy la persona tolerante y cultivada que todos conocéis, pero siempre recordaré aquella historia con tristeza.

La conclusión sería que cualquier mentira puede ser dañina, pero las verdaderas tragedias nacen de las palabras que no decimos. Una verdad a medias es mucho más perniciosa que cualquier mentira.

Yo quizá no sea tan tolerante. Pero si una novia me dice que tiene una larva negra (bueno, es igual el color) creo que no podría con la situación. Las desechos genéticos de uno mismo ya son una fuente inagotable de problemas, no te digo nada las desechos genéticos de los demás, y sobre todo si es negra (bueno, es igual el color).
 
Fuiste un puto subnormal y ya está, eso no tiene nada que ver con la mentira. Pero si tenías la imperiosa necesidad de contárnoslo, ok.

Vamos blackie que tu eres más listo que eso. El de la mentira a medias fui yo, que me mostré como un tipo tolerante y moderno y luego recibí tremenda hostia al darme de bruces con la realidad.
Aquella pobre perrilla no tuvo culpa de nada...si eso de gustarle las mangueras negras de 40cm, pero eso ya no nos atañe
 
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