Becerro de oro
Freak
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Estimados hijos del Chuky de Cieza. Ayer, salía de una discoteca expulsado y aturdido por los humos y la masificación para volver a mi casa prematuramente acompañado por un hamijo tristón de esos que salen para sacarse novia y borrarse de la vida nocturna y que siempre es el primero en desertar apenas alguien se lo propone.
Pasamos por la puerta de otra discoteca frecuentada por teens, donde había un puesto de perritos calientes inmundo regentado por una pareja de drogodependientes. Por supuesto, alcohol se impuso a prejuicios higiénicos y acabé consumiendo.
Mientras devoraba con ávidez el manjar, unas jailbait empezaron a entablar conversación conmigo. Eran cinco, todas aparentemente underage, menuditas y guapas, vestidas con menos recato que bell para ir a participar en una sesión de avantgarde extreme. Una cosa tal que así pero con menos centímetros cuadrados de telas envolviendo sus cuerpos:
Una que parecía más pícara empezó a decirme banalidades, mientras el resto hablaba entre ellas, y me fijé que a otra se le cayó un objeto del bolso, que resultó ser una cuchilla de afeitar. Apercibí a la muchacha de la pérdida y recogió el objeto a la par que me daba las gracias. Le pregunté que para que coño llevaba una cuchilla de afeitar en el bolso, y me dijo en voz bajita, alternando descaro y pudor "para afeitarme el chichi".
Se fueron riendo y yo me quedé owneado por la respuesta esperando al gordis de mi hamijo, que había ido a repetir y volvía con dos perritos encima. Las seguimos porque llevábamos el mismo camino y yo aligeré el paso hasta ponerme detrás de ellas, a distancia óptima para obtener material onanístico que guardar para la mañana, y ya iban haciendo migas con un grupo de young canis asiduos a su discoteca.
Pues a todo esto, yo iba hipnotizado por los andares y las piernas de la joven y blonda jailbait que me había dicho esa frase impactante, que llevaba un vestido negro y cortísimo, y de repente empecé a notar como la presión arterial anómala y una fuerte pulsión de lanzarme encima para poseerla mientras cerraba los puños y apretaba los dientes, y hasta mi hamijo detuvo la marcha y su festín para preguntarme alarmado si me pasaba algo, porque decía que estaba dando bufidos como un búfalo y que tenía las venas de la sien hinchadas.
Entonces se me disipó todo, le dije que estaba un poco mareado y tal, pero empecé a asustarme porque me sentí como si un ente maligno y sátiro se hubiera apoderado de mi ser y voluntad.
Vamos, que llegamos a estar solos y la hubiera empalado fijo.
Algún psiquiatra y psicólogo en la sala? Es esto normal o por el contrario veré algún día a Paco Perez Abellan desmenuzando mi biografía en un programa matinal para marujas? Alguien ha tenido una experiencia parecida?
Pasamos por la puerta de otra discoteca frecuentada por teens, donde había un puesto de perritos calientes inmundo regentado por una pareja de drogodependientes. Por supuesto, alcohol se impuso a prejuicios higiénicos y acabé consumiendo.
Mientras devoraba con ávidez el manjar, unas jailbait empezaron a entablar conversación conmigo. Eran cinco, todas aparentemente underage, menuditas y guapas, vestidas con menos recato que bell para ir a participar en una sesión de avantgarde extreme. Una cosa tal que así pero con menos centímetros cuadrados de telas envolviendo sus cuerpos:
Una que parecía más pícara empezó a decirme banalidades, mientras el resto hablaba entre ellas, y me fijé que a otra se le cayó un objeto del bolso, que resultó ser una cuchilla de afeitar. Apercibí a la muchacha de la pérdida y recogió el objeto a la par que me daba las gracias. Le pregunté que para que coño llevaba una cuchilla de afeitar en el bolso, y me dijo en voz bajita, alternando descaro y pudor "para afeitarme el chichi".
Se fueron riendo y yo me quedé owneado por la respuesta esperando al gordis de mi hamijo, que había ido a repetir y volvía con dos perritos encima. Las seguimos porque llevábamos el mismo camino y yo aligeré el paso hasta ponerme detrás de ellas, a distancia óptima para obtener material onanístico que guardar para la mañana, y ya iban haciendo migas con un grupo de young canis asiduos a su discoteca.
Pues a todo esto, yo iba hipnotizado por los andares y las piernas de la joven y blonda jailbait que me había dicho esa frase impactante, que llevaba un vestido negro y cortísimo, y de repente empecé a notar como la presión arterial anómala y una fuerte pulsión de lanzarme encima para poseerla mientras cerraba los puños y apretaba los dientes, y hasta mi hamijo detuvo la marcha y su festín para preguntarme alarmado si me pasaba algo, porque decía que estaba dando bufidos como un búfalo y que tenía las venas de la sien hinchadas.
Entonces se me disipó todo, le dije que estaba un poco mareado y tal, pero empecé a asustarme porque me sentí como si un ente maligno y sátiro se hubiera apoderado de mi ser y voluntad.
Vamos, que llegamos a estar solos y la hubiera empalado fijo.
Algún psiquiatra y psicólogo en la sala? Es esto normal o por el contrario veré algún día a Paco Perez Abellan desmenuzando mi biografía en un programa matinal para marujas? Alguien ha tenido una experiencia parecida?