No recuerdo a qué capullo leí que los amigos que no hayas hecho antes de los 30, ya jamás pasarán de buenos conocidos. No hay que contar con más de los tres principales, porque a partir de ahí, todo es mentira.
Y es cierto, los que haces después lo son por pura conveniencia, porque tienes alguna afición en común o hijos del mismo tamaño. Llevo eludiendo a un grupito de una docena de padres durante años, al calor de las quedadas ridículas que hacen las madres, ellos por no ser menos hacen otras de papás, cenas, partidos de pádel, golf y cervezas. Llegan incluso a invitarse a fiestas de cumpleaños, de ellos, no de los niños, y a irse juntos de vacaciones.
Es algo ridículo y abocado a la inanición. Si amigos de la infancia me han fallado, o les he fallado, no quiero imaginarme cualquier relación con un nido de alimañas con el colmillo retorcido y el ego por las nubes.
La amistad pura se nutre del aburrimiento, por eso la cultivamos en la niñez y adolescencia. No quedábamos para hacer algo como ahora, era al revés, quedábamos y luego ya hacíamos algo, lo que te hacía estar horas muertas en parques, casas del que se quedaba sólo, coches, o donde fuera... A veces fabulando, otras contando las penas hinchándose a canutos y litronas, y otras planificando la próxima fechoría que perpetrar. Es ahí cuando está candente ese sentimiento de pertenencia al grupo y cuando más harías y harían por ti.
Después, el egoísmo y la envidia se ocupan de dar cuenta y dejar a la deriva a gran parte del grupo. A los gallos del corral no les gusta que haya otros más gallos que ellos, entonces tratarán de enmierdar todo por la espalda con el resto de pollas y pollos del gallinero.
Es triste, pero no todos estamos preparados para ver cómo le va mejor en la vida al de al lado. Y es ahí donde cribas a estos y a los que se pusieron de perfil mientras te despellejaron amparados por tu ausencia. Y al final... Te quedan tres, y considero que tengo muchos. Tres de verdad, de los que no me la han jugado y de los que no utilizarían lo que saben en mi contra como un fiscal. El resto es cascote con los que compartir actos y momentos sociales.