dorador rebuznó:
Tendemos a confundir lo que percibimos de la realidad con la realidad en sí misma, identificándonos de tal manera con esa experiencia que llega a parecer más sólida que la propia realidad, la que por otra parte, no existe independientemente de su relación con nuestra mente.
Es correcto lo que acabo e expresar, hay dos entidades, la percepción, lo que experimento y lo experimentado. De hecho, tan pronto como planteamos el tema de cómo existen las cosas, hemos entrado en el reino de la descripción, que solo puede ser cubierto por la mente. Eso no significa que todo exista tan solo en la mente y que la tierra no existía hasta que hubo vida en ella. Un objeto no necesita ser experimentado por una mente en orden a su existencia. Pero si vamos a hablar de cómo existen las cosas, o a intentar entenderlo, probarlo y conocerlo, solo podemos hacerlo en relación con la mente. lo que existe externo a la mente, pero que no puede existir independientemente de ella.
Deberás admitir que la misma persona puede tener diferentes percepciones de la misma realidad en diferentes momentos, aumentando así la confusión.
Te animo a que desarrolles ese argumento. El término confundir implica la existencia de dos entidades que entran en confusión. Si la única realidad es la que está relacionada con nuestra mente -solipsismo-, no puede haber confusión.
Qué razón tenía Wittgenstein cuando decía que la inmensa mayoría de los problemas filosóficos tienen su raíz en el propio lenguaje natural y su estructura.
En esto último si que coincidimos. Una de las escuelas budistas tibetanas solo admite la realidad en cuanto que es algo de ser susceptible de ser nombrado.
Podemos formular la relación entre la mente y cómo las cosas existen de varias formas.
Hay dos enfoques principales en mahamudra. Vamos a caracterizarlos en términos generales. El primero presenta lo que existe en términos de fenómenos, ya sea la mente u objetos de la mente - en otras palabras, experiencia o contenidos de la experiencia. Los fenómenos, incluida la mente, existen en virtud del hecho de que la mente da lugar a la apariencia u ocurrencia de ellos como objeto de cognición. Podemos establecer que nuestros niños y el amor hacia ellos existen simplemente porque lo conocemos y lo experimentamos. El otro enfoque principal discurre sobre lo que existe en términos de etiquetado mental, lo que significa que las cosas existen como son simplemente en relación con las palabras y lo que estas significan o a lo que se refieren. Los fenómenos existen como son en virtud de ser el significado de las palabras, etiquetas o formulaciones conceptuales de ellos. Podemos establecer que nuestros niños y el amor hacia ellos existen porque podemos darles nombres para referirnos a ellos.
En ninguno de los casos la existencia de los fenómenos se establece en virtud de una naturaleza propia, inherente y representativa de lo que verdaderamente son, independientemente de su relación con la mente. Nuestros niños no existen como nuestros niños porque tengan una característica definitoria en algún lugar dentro de ellos que los haga inherentemente nuestros niños incluso si nosotros nunca hubiéramos existido. Y el amor no existe por sí mismo en algún lugar del cielo como una fuerza interna que refuerza la existencia. Eso son imposibles, maneras fantasiosas de existir y todos los fenómenos están desprovistos de tal manera de existir. La ausencia de fenómenos existiendo de maneras imposibles es llamada vacuidad o “vacío”.
Cada uno de esos dos enfoques entraña su propio característico estilo de meditación mahamudra en la naturaleza de la realidad. Con el primero nos centramos en la mente que aprehende la vacuidad como su objeto y viene a realizar que todas las apariencias son juego de esa mente. Con el segundo nos centramos en la vacuidad como objeto de cognición, específicamente en la vacuidad de la mente, y viene a realizar que incluso la mente misma existe simplemente en virtud del hecho de que puede ser llamada mente.
Con el primero pues nos centramos en una mente que aprehende cierto objeto, mientras que con el segundo nos centramos en un objeto aprehendido por cierta mente.
Dorador se contradice, según sus palabras, al establecer que hay dos realidades y a continuación afirmar que no hay más realidad que la percibida por nuestra mente.
Nunca he afirmado que haya dos realidades y que no hay más que la percibida por la mente sino literalmente
dorador rebuznó:
Tendemos a confundir lo que percibimos de la realidad con la realidad en sí misma, identificándonos de tal manera con esa experiencia que llega a parecer más sólida que la propia realidad, la que por otra parte, no existe independientemente de su relación con nuestra mente. En lugar de investigar por qué la percibimos así y cambiar las actitudes que nos mueven a ello, nos dedicamos a alimentar la falsa percepción con toda suerte de pensamientos y emociones que fatalmente nos encadenan a la rueda del sufrimiento.