Una vez en un resort de esos de Punta Cana (era uno lleno de americanos, nada de RIUs ni Meliás ni nada patrio) había una muchacha de unos 18 años todo lo más, que iba con sus papis de vacaciones de verano.
Si no se folló a 14 negros de los que curraban en el hotel, no se folló a ninguno. Menuda machine. Y los padres por ahí pululando y viendo cómo tonteaba con ellos (cuando se iban a otra parte fuera de la discoteca y tal, los viejales ya estaban soplando). A esa le importó tres cojones que estuviese papi detrás. Se volvió con su buena dosis de morcilla.
Y hace un par de años en Turquía, en la península de Dilek, que está cerca de "El Salou Turco" (Kushadashi, lleno de guiris y especialmente de Irlandeses) llegó una fragoneta de un grupito que ya teníamos observado desde el pueblo. Eran papi, mami y la niña pelirroja, todos from Ireland, acompañados de su guía turco, un Onur negruzco y con una tripa más bien pronunciada. Un matután, vamos.
Nada más bajarse de la fragoneta, Onur les dijo a papi y mami por dónde se iba al bar y, cogido de la mano de la hija, se metieron para el bosque a ver setas, jabalíes y, casi seguro, chorizo de cantimpalo.
Los papás consiguieron su trago y también les importó tres cojones que Onur se percutiese a su hijita en medio del bosquecillo. Ella salió con cara de felicidad y yo pensé para mis adentros que si uno de los jabalíes que pululaban por ahí se hubiese unido a la orgía habría sido una situación de lo más guay para contar a sus hamijas en Dublin a la vuelta a casa.
Así que lo de los padres como impedimento para la cópula, los cojones.