La careta acabó siendo mi cara., sé que un día tuve una propia, ya no recuerdo cual era, o al menos no me reconozco en ella. Un paso, esta vez si, otra vez mal, para que moverme. Errar el paso tras pedir permiso, soltar el vaso o besar el piso. El camión de la basura ha vuelto a irse sin mí, los escombros son cosa del ayuntamiento, la acera siempre está pegajosa en este tramo, supongo que no es fácil verme. Hordas de cucarachas huyen al oír mis pasos, ya ni me queda esa fobia, sin orden ni concierto, dibujando pareidolias.
No hay ni una nube, la luna brilla raro, ay Luna, cuatro centímetros al año, que gran mentira, hace fresco, hay silencio, ni un pero... ya ni esta azotea está limpia de mi sangre, madre mía lo acabo manchando todo, las promesas, el cumplirlas. La gente está durmiendo, los gatos se despiertan, no hay perra que me escuche y me espere tras la puerta. Soy gilipollas de eso no hay duda, esa risa me la debes, no está mal tener algo claro, las certezas a cuentagotas, las cervezas de un par de tragos, el tiempo se expande y se contrae entre las veces que lo hago. Sin tocarte pueden dejarte pátina, como las palabras dejan su impronta en las paredes, en el último cuarto de un muerto, no a mí, claro, tu ya me entiendes. Esos dos parecen de diferentes mundos, si no estás atento, en el fondo no son tan distintos, quién es quién, quién dijo que, a quien apunta el palo, déjame en paz, ya no me acuerdo bien solo sé que fui yo el malo. Hay manchas que no salen, por mucho que frotes, hay brotes de sarna que es mejor que no notes, tienen nombre y apellido y amiguitos e intenciones, que se acabe como empezó.