La primera estrategia: negar que el idioma español se habló, y se habla, en filipinas
Es verdad que nunca fueron todos los habitantes de las Islas Filipinas los que tuvieron al idioma español como su lengua materna. Pero tampoco es justo decir que este idioma nunca se habló en Filipinas en escala nacional o "que nunca tomó tierra".
El mero hecho de que el español empezó a ser el idioma oficial de las Islas Filipinas desde el 24 de junio de 1571, día de la fundación de Manila como la ciudad cabecera del Estado Filipino bajo la Corona de España, hasta en 1987, año en que se promulgó la cuestionable constitución de la presidente Corazón 'Cory' C. Aquino, bien puede poner en solfa a todos aquellos que digan que este idioma nunca se habló en, o que nunca llegó a, Filipinas.
Siendo idioma oficial durante tantos siglos debe muy bien entenderse que fue el idioma de la judicatura, de la legislatura y de las escrituras y las publicaciones oficiales, como judiciales, de este Archipiélago.
También es innegable que existe un gran cuerpo de obras literarias, en fin una tradición literaria, por autores filipinos desde 1593, año en que se fundó la primera imprenta en estas islas, hasta el presente.
Todo esto es evidencia de que el idioma español bien se habló en Filipinas, y no en la extensión regateada en que los cuestionables documentos usenses o norteamericanos nos quieren decir.
Y decimos ‘cuestionables documentos’ porque ya es un hecho que los colonialistas usenses han tenido, ---¡y tienen!---, una "language agenda" a favor del inglés desde 1898 y en contra del idioma español en Filipinas al que miran como un obstáculo latente a sus objetivos "lingüísticos" y de imperio económico.
En cuanto a la irresponsable aseveración de que el idioma español "nunca tomó tierra en Filipinas" reproducimos las palabras de un prohombre filipino, Rafael Palma, socio fundador, en 1924, de la Academia Filipina y, más tarde, Presidente de la "University of the Philippines" fundada en 1908 por el colonialismo WASP usense. Escribe el antiguo, y arrepentido, revolucionario filipino, señor Rafael Palma:
"¡Aun vive la vieja alma de España aquí! En todas partes veo su sombra, proyectándose como desde una inmensa altura y ocupándolo todo. Rastrea su influencia en todas nuestras poblaciones, en los monumentos, en los templos, en las calles, en los cuadros de las casas, en los libros del que aprendimos, en nuestras maneras, en el lenguaje, hasta en lo último, en nuestros vicios y defectos. Se nos ha trasvasado en las venas la sangre de aquella España decadente que nosotros despojamos aquí…
"La sombra de España peregrinará por nuestra tierra años y años. Aun hablaremos su lenguaje los que crecimos odiándola por sus instituciones y sus hombres, los que con la pasión de la libertad masónica deshicimos su cabeza con el hacha de la revolución. Por eso, me empequeñece el hablar mal de España y los españoles.
"Siento rubor y vergüenza cuando injurian a esa vieja nación los hijos de esta tierra… España no es ya más que una sombra en tierra filipina é injuriar a una sombra es propio de pequeños y cobardes. (Fragmento de su artículo: "¡Saludo a esa vieja España!" (Palma, 1914, 127-129, en el periódico de Cebú, ‘El Nuevo Día’, editado por Sergio Osmeña, luego presidente de Filipinas.)
Otro escritor filipino de gran renombre, Tirso de Irrureta Goyena, en un artículo que publicó en la segunda década de los 1900, no solamente corrobora lo que el rebelde katipunero Rafael Palma escribió en 1914, sino que define al idioma castellano, o español, como el verdadero idioma nacional de los filipinos. Dice:
“El idioma castellano no tiene ni puede tener en Filipinas la misma consideración que el inglés, con merecerla, y mucho, este idioma. El castellano en algo más. Es, en la actualidad, un idioma tan filipino como lo son el tagalo y el bisaya. Y lo es, porque en ese idioma se ha moldeado la nacionalidad filipina.
“Antes del descubrimiento de las islas había en el archipiélago un sistema de gobierno primitivo en relación con el de los países occidentales. Sí, pero gobierno al fin, que integraba un principio de autoridad, un derecho y una persona que era el símbolo de la soberanía. Pero esta soberanía no era única, porque existían varias, tan independientes unas de otras, como lo son en la actualidad los distintos estados sud-americanos. No existía entonces una verdadera nacionalidad filipina, sino que existían una nación cebuana, una tagala, una mora ó mahometana, er cétera. Y aun dentro de estas agrupaciones, la división política se fraccionaba de una manera múltiple. Tres cientos años de dominación hispana, hicieron desaparecer esas soberanías independientes y borraron el fraccionamiento político del archipiélago. Las distintas nacionalidades, como la tagala, la bisaya, la ilocana dejaron de ser tales nacionalidades y dejaron de ser tales soberanías políticas independientes, y separadas entre sí, para convertirse en meras regiones de una nacionalidad superior que es la actual filipina.
“El descubrimiento y la conquista obraron en Filipinas el mismo fenómeno que en America. En México, por ejemplo, no existía la nacíon mexicana. Existian los mexicanos, los tlascaltecas, los zempoales. La invasión hispana borró esas diferencias y la entidad México surgió por primera vez como un sólo cuerpo ante la Historia. Así también surgió aqui, en estas islas, por obra de la conquista, la nacionalidad mayor, la nacionalidad filipina.
“Quizás se arguya que lo que se creó fué, no una nacionalidad nueva, sino una especie de estado nuevo. Pero no es así. Un estado no representa más que la unidad política, como la que existe en la India, donde los ingleses han creado un veirreinato colonial a explotar, pero han tenido buen cuidado de conservar las diversas religiones, costumbres y aún gran parte de las soberanías políticas limitadas que había antes de la ocupación, llegando al extremo de poner unos sultanatos frente á otros, para dominar sobre las bases de la división interna y de las luchas intestinas.
“La unidad establecida por el dominio hispano en Filipinas fué una unidad más alta, más noble y más desinteresada. Fué una unidad de religion, de costumbres y de tradiciones. Esa religión no era ninguna de las anteriormente existentes en el país antes del descubrimiento. Algunas de esas costumbres fueron importadas directamente de España y los Virreynatos de América, y, sí, el resto lo constituyeron las mismas costumbres autóctonas, fueron profundamente modificadas en el troquel de la civilización hispana. Las tradiciones son también un producto resultante de las leyendas nativas y las españolas, y durante el transcurso de tres centurias se creó un acervo tradicional natamente hispano-filipino. . Se creó, en realidad, la verdadera nacionalidad é historia de Filipinas.
“Ninguno de los lenguajes del archipiélago habia hecho sentir su predominio sobre los otros. Pues vino este último, el castellano, á estas islas, y constituyó el nexo de unión entre todos los miembros de la naciente nacionalidad filipina. Fué el medio de que pudieron servirse para entenderse entre sí el tagalo con el bisaya, el ilocano con el bicolano.
“Si asi no hubiese ocurrido, la literatura revolucionaria del país hubiera sido tan solamente tagala ó pampanga, pero no fué asi. Los patriotas de la época revolucionaria, para inflamar á su pueblo, emplearon el idioma castellano. Este fué el vehículo espiritual de la guerra libertadora. Esto no puede dudarse. No puede suponerse que lo hicieron los insurgentes tan solo para hacerse oir y entender del gobierno de la metrópoli contra la cual luchaban, porque los patriotas de la revolución redactaban en ese mismo idioma sus proclamas, sus órdenes, sus arengas, sus decretos, sus resoluciones y sus leyes. Gobernaban y dirigían al pueblo filipino en castellano.
“Y al cristalizar aquel movimiento en un gobierno formal, ese gobierno redactó su constitución política y deliberó, resolvió y dió fé de vida de todos sus actos oficiales en el idioma de Castilla. Las relaciones contractuales y demás documentos representativos de las diversas transacciones de la sociedad filipina durante la época revolucionaria y hasta mucho después, se realizaron, en su mayor parte, en castellano.
“¿Y por qué lo hicieron así? Porque, sencillamente, consideraban al castellano como el idioma nacional de todos los filipinos. Si hubiesen tenido al castellano como extrangero, no hubieran redactado en castellano los filipinos su código fundamental, sus leyes, sus decretos, su prensa, sus documentos; todos los actos de su vida. En fin, no habrían hablado ni escrito en ese idioma.
“Pretender ahora que ese idioma desaparezca de aquí y sea suplantado por otro, sea el inglés ó sea cualquier otro, sería pretender borrar la verdadera historia, la verdadera nacionalidad filipina y la verdadera vida del país. Hay que conservar el castellano, porque es uno de nuestros idiomas, y como lazo de unión, como factor común, es nuestro idioma superior, nuestro idioma filipino, nuestro idioma genuino y verdaderamente nacional.” (Fragmento de su artículo de prensa que luego fue recogido como parte de su libro “Por el Idima y Cultura Hispanos en Filipinas”, página 40, Imprenta UST. Manila, 1917.)
La razón de ser del idioma español en Filipinas
Por cierto que esa razón de ser, como queda muy bien señalado, es mucho más de lo que el idioma inglés pueda tener ya que los habitantes de Filipinas se convirtieron, además, en plenos ciudadanos españoles mientras que los mismos, bajo la férula de EE.UU., jamás fueron aceptados por los neocolonialistas WASP usenses como plenos ciudadanos de ningún Estado de Norte-América, durante todo el tiempo que duró el directo régimen colonial norteamericano, (de 42 años), sobre este archipiélago.
Esta misma verdad sobre la razón de ser del idioma español en Filipinas con relación al status de ciudadanos españoles otorgado a todos los filpinos es un hecho que se ve citada, aunque renuentemente, por un historiador WASP usense, John Leddy Phelan, en su libro "The Hispanization of the Philippines" (La Hispanización de Filipinas, -- Imprenta de la Universidad de Wisconsin,1953, EE.UU.).
En medio de su visceral hispanofobia, Mr. Phelan, no pudo ocultar del todo el hecho de la ciudadanía española de los habitantes de estas islas cuando sus mismos reyezuelos indígenas libremente aceptaron al Rey de España como su "natural soberano" ("natural sovereign" Op.cit. pp. 23-25) a cambio de los servicios que la corona española les iba de dar y que, de hecho, les dio, tales como la fundación y la organización del Estado Filipino desde los tiempos del Adelantado Miguel López de Legazpi que, para empezar, fundó Manila como la Capital y asiento del gobierno del Estado Filipino.
Al aceptar al Rey de España como su natural soberano, los habitantes aborigínes de estas islas se convirtieron en plenos sujetos españoles, es decir ciudadanos españoles.
Y, al hacerse ciudadanos de España, (específicamente entre 1810 y 1830 con la Constitución Democrática de Cádiz), tenían de hecho la necesidad de aprender el idioma español, idioma de sus leyes, y utilizarlo como el idioma oficial de su Estado Filipino cuyo nombre es Filipinas. Ésa, en breve, es la razón de ser del idioma español en Filipinas puesto que tras casi cuatro siglos, los tagalos, los visayos, los ilocanos, los chinos del Mayí, etcétera, se desarrollaron y se convirtieron en filipinos por precisamente hablar en español hasta que la ya existente nacionalidad filipina pensó en su independencia política con la fundación de la Primera República de Filipinas en 1896. Y la razón de ser del idioma español en estas islas no pudo negarse ni por la República revolucionaria de 1898 porque tuvo este mismo idioma como su lengua oficial.
Cuando los Estados Unidos se anexionaron las Islas Filipinas en 1900, tras despiadadamente destruir en una guerra injusta a la mencionada República de Filipinas, forzó el idioma inglés sobre los habitantes de estas islas, mediante un sistema de educación pagado por dichos habitantes, sin hacerles, a los mismos, ciudadanos de Estados Unidos. |