Pues raro, la verdad. Por un lado es un gustazo improvisar y no depender de nadie. No pasar por casa a comer si no me apetece o levantarme una mañana y coger la bici y volver 4 horas después porque me ha dado por subir a Prado Llano. O quedarme dormido viendo la TV o jugar a la Play tras cenar porque me apetece. Pero, por otro, es complicado estar tanto tiempo solo. O no tener alguien de confianza a quien poder comentar alegrías y penas. Por ejemplo, mañana tengo una entrevista para un trabajo en UK; pues no se lo he contado a nadie. En otras circunstancias, hoy me habría ido de vinos a un bar a hablar en inglés toda la noche; hoy me quedaré en casa a comer una ensalada y acostarme pronto.
Y quedar con amigos, más de lo mismo. Ahora es todo monotema. Aunque no quieras, sólo te saben preguntar por lo mismo. Con todo el cariño y cuidado del mundo, pero de ahí no salen. Y, la verdad, ya cansa. Tanto que llega un punto en que optas por no quedar con nadie. Lo que genera que se preocupen más y que, cuando los ves, te vuelvan a preguntar por lo mismo y, entonces, te arrepientas de haber roto tu burbuja de soledad.
Ah, y las ganas de follar ni están ni se las espera. No sé por qué. Ni pajas, con lo que yo era. En fin, leí por ahí que para superar una relación, por cada tres años en pareja, se necesita uno de soltero, así que me quedan un huevo aún por delante.