Mi paciente, que tanto aquí como en la vida real se hace llamar Finkikula, es un caso digno de estudio. Cuando uno trata con él cara a cara se tiene la sensación de haber abierto por una página al azar un libro de patologías psiquiátricas. De hecho, he confeccionado una lista en la que voy apuntando las posibles enfermedades que podrían asociarse a cada síntoma, y les aseguro que no es pequeña, como si en su cabeza se agolparan una miríada de ellas en lucha constante. Cuando una de ellas se impone sobre las demás se manifiesta al exterior en forma de tic, palabra fuera de tono, gesto involuntario o lo que en ese momento toque, para volver a sumergirse en ese pandemonio que tiene el señor Finkikula por mente.
Pero, aderezado por todo ese caos que he mencionado anteriormente, se adivina una línea de actuación siempre presente, un conocimiento obsesivo de ciertos temas muy concretos que seguro todos aquí conocen y un gran afán de instruir a los demás en ellos. Pero detrás de esa máscara de erudición y amabilidad se esconde una personalidad mesiánica y un profundo desprecio por aquel que no considere a la altura en el tema en cuestión, que hasta la fecha ha sido toda persona que ha conocido. Siempre atento a la más mínima fisura en la lógica del discurso de su interlocutor, no duda en interrumpir airadamente entre ostentosos aspavientos para señalar el fallo, a lo que suele seguir una larguísima y ácida perorata en la vuelve a reexponer sus argumentos, sabedor de que ha vencido esa batalla, con una doble intención: primero, humillar al adversario hasta el punto del maltrato psicológico y segundo, como un modo de masturbación mental. Que hasta donde he podido averiguar es su único tipo de masturbación que practica, pues es bien conocido por todos en el centro el extremo asco y peligro que suponen para él la mujer.
Sirva como ejemplo de lo anterior cuando la enfermera del turno de noche descubrió horrorizada que el paciente se había introducido, Dios sabe cómo y en qué momento, un gigantesco enema de no menos de tres litros de una mezcla de leche y cereales Miel Pops ("su forma esférica facilita la introducción en el organismo", comentó) que su intestino obviamente había sido incapaz de retener, expulsándolo violentamente junto con otros restos ya digeridos por así decirlo, que como comprenderán abundan en el tracto intestinal de una persona que ciento cincuenta kilos de peso y, en sus propias palabras, come como una bestia para convertirse en tal. El estruendo fue tan grande que la persona de guardia corrió hacia la habitación creyendo que una tubería había estallado, encontrándose con el dantesco espectáculo: las paredes y techo manchadas, así como su entonces compañero de habitación, un autista que, aprovechando mi anonimato me van a permitir la chanza, tampoco creo que le importara mucho. Y al sujeto vociferando, ordenando que se lo volviera a introducir en el cuerpo como era su obligación, ya que se encontraba en la fase crucial del ¿bulking? y que aunque su estómago estuviera lleno de comida no podía permitirse rebajar la ingesta de nutrientes. Tal debió ser la exposición que realizó de las virtudes de absorción de los capilares del recto que la enfermera se lo volvió a introducir y fue encontrada a la mañana siguiente en el cambio de turno en la biblioteca del hospital consultando tratados de digestión.
El motivo por el que me encuentro aquí compartiendo esto con ustedes es por algo que sucedió hace unos días, cuando en mi entrevista habitual con el señor Finkikula, aprovechó un momento en que fui al servicio para bloquear la puerta con su propio cuerpo y acceder a este foro para amenazar a uno de los participantes desde mi ordenador. Cuando por fin intervinieron los celadores y me liberaron, llevándose al paciente entre gritos en los que pedía una especie de Solución Final para los ¿ectomorfos? pude comprobar qué páginas había visitado.
Ante la duda razonable que algunos de ustedes tendrán sobre si temo que él pueda leer algo de esto que he escrito, pues verán, así como si el tema de discusión es sobre alguno de sus intereses particulares tiende a poner toda su atención y recursos en la conversación, muestra un absoluto desinterés con todo lo que no tenga que ver con ellos, con reiterados intentos de reorientar el rumbo hacia ellos. Eso, o directamente desconecta y asiente a todo lo que dice el interlocutor con cara y gestos de extremo disgusto e incomodidad. Así que no, no creo que me lea nada de esto.
Y sobre su foro, qué decir, me he dado solo una pequeña vuelta por el general y no habría celdas suficientes en el hospital para albergarles a todos. Qué degeneración, qué abyecto espectáculo, qué apología de toda clase de perversidades, de la violencia, del asesinato, del machismo. Su sentido del humor debe ser tan negro como su alma, me dan ustedes auténtica lástima.
Pero cuando alguien tiene la razón hay que dársela, y es que estaba hace hoy con cierto paciente en mi despacho y veo que cruza por el pasillo la puta de la becaria de este año, la típica niña con cara de no haber roto un plato y que está ahí porque su papá tiene mucho dinero pero no da ni para limpiar la mierda que dicho paciente había esparcido por la habitación. Y es que menudas tetas que tiene grandes como las cabezas de los internos de la planta segunda y mirando al cielo como dos putos pitones y unos labios de comer pollas como las morcillas que pintaba Ibáñez apoyadas en los radiadores. Y entonces sentí como mis pelotas se ponían duras como libro de anatomía de primero y me dije tengo que hacer algo así que le dije al paciente que siguiera contándome las bondades de su dieta de diez mil calorías y entonces me encerré en el baño y me apreté bien la polla y los huevos, cuya punta estaba ya morada de la inmensa presión que en mi suelo pélvico estaban ejerciendo mis huevos, me la estrujé bien entre capas y capas de papel de culo del bueno, del multicapa que usamos los que hemos estudiado y tenemos despacho y un diploma colgado no como la putita de la becaria de este año y empecé a echar litros y litros de jabón líquido porque como funcionario de la parte alta de la escala, si pido un puto bidón me lo dan y lo pagáis vosotros a través de la seguridad social, y me lo esparcí bien por la polla y los huevos para que fuera mucho más gustosa y diera mucho más gusto en los huevos y me la empecé a menear mientras seguía tirando del bidón pensando en la puta becaria nueva de este año pero sobre todo en vosotros panda de fracasados que con vuestros impuestos me pagáis estas gustosísimas pajas y me acabé corriendo como un puto behemot en celo y salieron cuajarones de varios días que llevaba guardados para esa ocasión especial y creo que esa fue una de las más riquísimas pajas que en mi vida llegué a hacerme. Y luego pedí auxilio y los celadores, que ya estaban sobre aviso con este paciente por incidentes anteriores le metieron una buena ración de porra eléctrica y se lo llevaron y no tuve que aguantar más mierda de perturbado.
PD: disculpen la licencia, pero me abstengo de poner bibliografía por el tono informal del mensaje.