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- 25 Sep 2005
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Aquí en el sur, llevar un pañuelo de tela, blanco y doblado, es una costumbre muy arraigada en personas de una edad - digamos - avanzada.Siempre, y digo SIEMPRE, debo llevar un puto pañuelo blanco, de tela y perfectamente planchado en el bolsillo izquierdo del pantalón-bermudas-bañador o lo que lleve en cada momento que me sirva para taparme el culo y el cipote.
En estos días veraniegos tan entrañables, cuando me meto el la piscina o en el puto mar salado y descubro que se me ha olvidado sacarme previamente mi flamante pañuelo y que parece una estropajo mojado, arrugado y roñoso, aparte de joderme el día, alzo mi vista al cielo y me cago hasta en sandios.
Por circunstancias, desde hace bastantes años presencio la misma escena: señor que utiliza el pañuelo para limpiar su asiento (normalmente suele estar asqueroso), para seguidamente sacudirlo enérgicamente, incluso golpeándolo con la mano en varias ocasiones, y posteriormente doblarlo de una forma sistemática (cada doblez del pañuelo lo repasa con la palma de la mano de una forma minuciosa, sirviéndose del muslo como apoyo) por muy mugriento que el pañuelo ya se encuentre.