cuellopavo
Frikazo
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Hay hoy empresas en las que sólo trabajan mujeres -no admiten hombres-, y orquestas y compañías teatrales... Y esta discriminación les ha valido para salir graciosamente en los informativos. Parece que a todos les parece bien -los borregos ahora dicen "bieeeeen"-, pero lo contrario hubiera sido tachado de machismo por todo el ganado obediente.
Así está España. De pena.
Cada día estoy más convencido de que los hombres hacemos mal en no defender nuestros históricos privilegios masculinos. Creo, además, que cuando todos los pueblos han reducido a las mujeres a la condición de semiesclavitud, cuando no de esclavitud declarada, por algo será.
En una democracia todos los colectivos tienen derecho a defender sus intereses. Lo hacen las mujeres, y yo creo que deberíamos hacerlo también los hombres.
Qué quieren que les diga, pero los mejores años de mi vida los pasé con mi primera pareja, que a pesar de ser licenciada en filología francesa y de escribir en un periódico, su principal ocupación era la de ama de casa. Además de tener la casa impecablemente limpia -daba gusto estar en ella- era una cocinera con muy buena mano, y daba gusto vivir con ella. Por entonces era yo la envidia de mis amigos y vecinos, que tenían más dinero, pero que no paraban con las faenas domésticas, ni comían un guiso en condiciones...
En fin, que creo que a los hombres nos traía más cuenta que muchas cosas siguieran como estaban, y que es una estupidez esto de hacerse el harakiri, con lo bien que se vivía en las casas.
Mi segunda pareja estable, tuvo un caracter más "moderno", pues mi segunda novia trabajaba también fuera de casa, y se empeñaba en que yo tenía que hacerme copartícipe en las labores domésticas: limpiar, lavar la ropa, tenderla, plancharla, fregar, cocinar, hacer la compra... Sólo en situaciones extremas he malgastado yo un minuto en todos estos trabajos, a no ser en el de hacer la compra, que es el menos transferible, y ahora que reuníamos dos sueldos, con más razón que nunca pensé en pagar una asistenta, mas creo que a mi novia le daba cierto placer morboso ver cómo sacrificaba mi tiempo en lo que debía hacerlo el novio ideal que ella imaginaba.
También influía el hecho de que en su casa nunca habían tenido servicio doméstico, por razones puramente económicas, lo que hacía que ella no se sintiera cómoda con una extraña trajinando en la intimidad de la casa. En eso me di cuenta de la importancia que le daban los antiguos -y con cuánta razón- a no emparejarse con persona de diferente condición social.
En definitiva, que los pocos meses que duró aquella mi segunda convivencia, los pasé comiendo comida basura precocinada, fregando, tendiendo y lavando ropa... y con la casa nunca tan limpia como cuando tenía asistenta. En las horas libres había que hacer la compra, y los sábados por la tarde no fallaba la visita de los amigos que preferían tomarse las cervezas en mi casa, dejándome también algunos vasos sucios más con que distraerme fregándolos antes de acostarme. Eso sí, tenía una novia moderna, trabajadora, liberada... de la que pude liberarme a los pocos meses de ingresar en aquel infierno que es emparejarse con una mujer trabajadora.
Lo que empiezo a notar es que cada vez somos más los hombres que preferimos vivir solos, pues lo que nos ofrece la mujer de hoy no nos interesa, más aún cuando las aventuras están más fáciles que nunca, incluso con mujeres muy jóvenes. Sin embargo la mujer sola con más de 45 lo tiene bastante crudo, hasta el punto de que a veces no puedo evitar sentir cierta pena por ellas.
El matrimonio, o la pareja estable, es un invento femenino, pues es la mujer quien tiene los hijos, y la más interesada en comprometer a un varón, por naturaleza libre, en la alimentación y protección de la familia. A cambio tuvo que someterse al varón. Si ahora se libera es muy probable que cada vez seamos más los hombres que pasemos de asumir responsabilidades familiares y domésticas. Así que tened cuidado con vuestra revolución, no os vaya a salir el tiro por la culata.
Sobre todo somos los profesionales con un sueldo medio quienes los tenemos más claro, pues con lo que ganamos podemos pagar una asistenta para las labores domésticas. Sólo a quienes tienen sueldos más bajos les compensará dar con una mujer también trabajadora. A esos os los tendréis que rifar.
Así está España. De pena.
Cada día estoy más convencido de que los hombres hacemos mal en no defender nuestros históricos privilegios masculinos. Creo, además, que cuando todos los pueblos han reducido a las mujeres a la condición de semiesclavitud, cuando no de esclavitud declarada, por algo será.
En una democracia todos los colectivos tienen derecho a defender sus intereses. Lo hacen las mujeres, y yo creo que deberíamos hacerlo también los hombres.
Qué quieren que les diga, pero los mejores años de mi vida los pasé con mi primera pareja, que a pesar de ser licenciada en filología francesa y de escribir en un periódico, su principal ocupación era la de ama de casa. Además de tener la casa impecablemente limpia -daba gusto estar en ella- era una cocinera con muy buena mano, y daba gusto vivir con ella. Por entonces era yo la envidia de mis amigos y vecinos, que tenían más dinero, pero que no paraban con las faenas domésticas, ni comían un guiso en condiciones...
En fin, que creo que a los hombres nos traía más cuenta que muchas cosas siguieran como estaban, y que es una estupidez esto de hacerse el harakiri, con lo bien que se vivía en las casas.
Mi segunda pareja estable, tuvo un caracter más "moderno", pues mi segunda novia trabajaba también fuera de casa, y se empeñaba en que yo tenía que hacerme copartícipe en las labores domésticas: limpiar, lavar la ropa, tenderla, plancharla, fregar, cocinar, hacer la compra... Sólo en situaciones extremas he malgastado yo un minuto en todos estos trabajos, a no ser en el de hacer la compra, que es el menos transferible, y ahora que reuníamos dos sueldos, con más razón que nunca pensé en pagar una asistenta, mas creo que a mi novia le daba cierto placer morboso ver cómo sacrificaba mi tiempo en lo que debía hacerlo el novio ideal que ella imaginaba.
También influía el hecho de que en su casa nunca habían tenido servicio doméstico, por razones puramente económicas, lo que hacía que ella no se sintiera cómoda con una extraña trajinando en la intimidad de la casa. En eso me di cuenta de la importancia que le daban los antiguos -y con cuánta razón- a no emparejarse con persona de diferente condición social.
En definitiva, que los pocos meses que duró aquella mi segunda convivencia, los pasé comiendo comida basura precocinada, fregando, tendiendo y lavando ropa... y con la casa nunca tan limpia como cuando tenía asistenta. En las horas libres había que hacer la compra, y los sábados por la tarde no fallaba la visita de los amigos que preferían tomarse las cervezas en mi casa, dejándome también algunos vasos sucios más con que distraerme fregándolos antes de acostarme. Eso sí, tenía una novia moderna, trabajadora, liberada... de la que pude liberarme a los pocos meses de ingresar en aquel infierno que es emparejarse con una mujer trabajadora.
Lo que empiezo a notar es que cada vez somos más los hombres que preferimos vivir solos, pues lo que nos ofrece la mujer de hoy no nos interesa, más aún cuando las aventuras están más fáciles que nunca, incluso con mujeres muy jóvenes. Sin embargo la mujer sola con más de 45 lo tiene bastante crudo, hasta el punto de que a veces no puedo evitar sentir cierta pena por ellas.
El matrimonio, o la pareja estable, es un invento femenino, pues es la mujer quien tiene los hijos, y la más interesada en comprometer a un varón, por naturaleza libre, en la alimentación y protección de la familia. A cambio tuvo que someterse al varón. Si ahora se libera es muy probable que cada vez seamos más los hombres que pasemos de asumir responsabilidades familiares y domésticas. Así que tened cuidado con vuestra revolución, no os vaya a salir el tiro por la culata.
Sobre todo somos los profesionales con un sueldo medio quienes los tenemos más claro, pues con lo que ganamos podemos pagar una asistenta para las labores domésticas. Sólo a quienes tienen sueldos más bajos les compensará dar con una mujer también trabajadora. A esos os los tendréis que rifar.