¿De dónde sale el dinero para hacer una película en España? Si usted es un periodista de un medio de derechas dirá que de las subvenciones. El resto del planeta ajeno a la industria dirá que de los productores. Y no es así en ninguno de los dos casos. Que la cague el periodista es normal. Lo curioso es cómo cortometrajistas a dos manzanas de definir su primer largometraje todavía piensan que seducir a un productor es el paso inmediatamente anterior a cobrar un pastón y buscar fechas de rodaje.
Flavio Martínez Laviano, alguien que hace que la cabeza me reviente de emoción al meterse en Los Cronocrímenes lo dijo el otro día bien claro: El cine español es un teclado con cuatro teclas. Se refiere a Televisión Española, Antena 3, Telecinco y Canal Plus.
El cine es asquerosamente caro. Una palabra tan inocente como “nieve”, escrita en un orden de rodaje se convierte en el capricho más caro que jamás habrás tenido en tu vida. El cine es tan caro que incluso en España, donde, por una cuestión demográfica, el cine es más pequeño, sigue siendo caro. En Estados Unidos lo que una película gana al vender sus derechos de emisión a un canal de televisión es un pico interesante, pero un pico. Aquí en España, ese dinero suele ser la mitad o incluso más que el presupuesto total. Es muy difícil juntar tanto dinero de una tacada por otros medios. Con todo esto, la única forma de que tu proyecto tenga buen aspecto financiero es que tu productor consiga vender los derechos de antena de tu impresionante largometraje a una de las cuatro comisiones de los cuatro canales antes mencionados.
Y un canal de televisión, de comprar cine español, va a optar por los géneros seguros (comedias urbanas, melodramas con poso social, thrillers al estilo de los norteamericanos con tres años de retraso), los nombres y caras con resonancia, las adaptaciones literarias de éxito más o menos asegurado. Más o menos la misma política que se sigue a la hora de comprar series de producción autóctona. Y tiene todo el derecho del mundo. (aunque en el caso de Televisión Española esto último se podría matizar).
Imaginemos que en una realidad alternativa Ud.ha escrito, en un frenético fin de semana Muerte entre las flores, un guión por el que se pirra Pérez Films, que incluso ya le ha pagado un dinero. Pues bien, la credibilidad de ese proyecto, que una distribuidora apueste por él, que una comunidad autónoma colabore en la financiación, que el presupuesto se complete para poder rodarlo con tranquilidad y calidad de equipo, depende de que quiera emitirlo un canal de televisión al que, de entrada, es probable que esta película se la sude hasta dirigida por los Coen.
Por supuesto, muchas películas españolas se filman al margen de este proceso. Son proyectos en los que una circunstancia extraordinaria posibilita cerrar todo el presupuesto (En mi caso, estar nominado al Oscar con un corto, en el de Koldo Serra, la participación de Gary Oldman en el proyecto). Son producciones mucho más frágiles y complicadas, sometidas a presiones insospechadas e impregnadas de una incertidumbre bastante justificada. La próxima vez que oiga algo acerca de ese escalofriante tanto por ciento de películas españolas que no se llegan a estrenar, que sepa que la práctica totalidad están en este grupo.
El cine español es televisión. Es así de terrorífico. Y así de lógico. Así que piénselo dos veces antes de escribir una nueva secuencia de ese guión magistral y revelador que tiene entre sus manos y en el que nieva en todo momento. Párese a pensar si a su abuela no le gusta. Por que la persona que puede dar luz verde a su guión piensa más en su abuela que en usted.
En otras palabras que me acaban de venir a la cabeza tras un terrible lingotazo de café solo: Para que un director novel consiga rodar una película con comodidad, y salvo contadísimas ocasiones, su proyecto tiene que ser mediocre, o al menos parecerlo.
¿La solución a este angustioso cuello de botella entre usted y el público? Por supuesto, está ahí. En esa tecnología nueva y maravillosa que le permite hacer películas con presupuesto doméstico. Sí, ya es posible meter nieve en una película con un MAC. Sí, ya es posible sacarse una película de la manga en un formato y calidad asumible por un gran público.
De hecho, hace años que ya es posible. Entonces ¿Por qué hasta los grandes ideólogos de la revolución del cine digital hablan de algo que “está a la vuelta de la esquina”? Y es que tengo la sensación de que esa esquina lleva una década doblándose.
Creo que el problema es que esa revolución se anhela con la misma actitud con la que espera el nuevo lanzamiento de Nintendo. Se espera que llueva del cielo la herramienta definitiva (y se va a esperar a que baje de precio). Y la verdad es que nada va a revolucionar la nueva cámara HDDDH.X.P4214, ni el nuevo microprocesador que los japoneses tienen escondido bajo el sobaco hasta el verano que viene.
La revolución llegará cuando un don nadie grabe con su cámara y sin gastarse un duro de más un largometraje tan asombroso y acojonante que lo ponga todo patas arriba. Esa es la única maldita manera. Y hace años que podría haber sucedido.
Así que dejen de llorar en público. Sean ambiciosos, corran el peligro de que les llamen pretenciosos. Inventen o reinventen un género: No me vale ni el costumbrismo urbanita, ni la comedia a lo KevinSmith/MontyPython/BenStiller, ni la gamberrada trash, ni ningún género necesitado de la complicidad previa del espectador. No tengo nada en contra de estas opciones. Pero les recuerdo que estamos hablando de revoluciones, no de salir del paso. Así que empiecen a escribir mañana una película mejor que Psicosis y que se pueda rodar en casa del tío Paco. Y planifíquenla mejor que Welles, y, si les apetece, consigan que sea más provocativa que las de Buñuel en sus tiempos. Y no imiten el estilo de nadie, ni rindan tributo a ninguna década ni balbuceen sobre la tumba de algún director muerto.