Problemas, malos rollos y peligros del buceo (1):
Antes de hablar de la maravillosa sensación de ingravidez y libertad, de los viajes, de la fauna, de enseñar fotos, debemos hacer parada obligatoria en una desagradable fonda llena de suciedad y chinches, pero de la que no podemos pasar de largo de ninguna manera. El buceo deportivo, con la formación y prudencia adecuadas, no dará más problemas que el golf o los bolos. Pero si nos saltamos algunas normas a la torera, puede ser una ratonera letal que nada tiene que ver con el tute cabrón o las mamadas a mi vecino. Os hago un resumen de los problemas más frecuentes aderezado con algunas experiencias en primera persona o de las que fui testigo:
1- Cinetosis
No hace falta estar en las profundidades, ni siquiera flotando en superficie para empezar a tener problemas. El viaje en barco con el mar picado, especialmente el balanceo cuando se detiene y nos equipamos, puede ser germen de una experiencia muy desagradable. En mis primeras inmersiones vomitaba sistemáticamente antes o después de bucear, hasta que un día con mar especialmente bravo lo hice más de 30 veces y a punto estuve de acabar en el hospital. Semanas después aun me entraban sensaciones nauseosas al oler el neopreno en el armario. Solución: una biodramina 45 minutos antes de bucear, con cafeína para que no nos duerma, y problema resuelto. Llevo 10 años sin echar la pota por la borda.
2- Problemas en superficie.
Sorprende mucho a los no iniciados, pero la mayor cantidad de situaciones conflictivas en el buceo aparecen en la superficie y no en el fondo. Una corriente que nos separa del barco, un mar agitado que parece querer echarlo encima de nosotros, un problema de inflado del chaleco que no nos permite flotar con comodidad, un cinturón de lastre que se escurre hasta los pies y ya la tenemos liada. El barco de repente nos parece un refugio tan inalcanzable como Neptuno al que queremos subir a toda costa, incrementando nuestra ansiedad exponencialmente. No suelen tener consecuencias mortales, pero son muy estresantes.
Año 2007, Islas Maldivas. Flotando en superficie tras una magnífica inmersión, espero mi turno de subir al dhoni entre varios compañeros en un mar agitado por la brisa vespertina. Cometo 2 errores: 1-Me saco el regulador de la boca. 2- Bajo la máscara hasta el cuello. Sin darme cuenta, tiro inadvertidamente de una válvula de deshinchado del chaleco, pierdo flotabilidad de golpe y quedo bajo el barco tragando agua, sin poder respirar ni ver nada, y tratando de que los pantocazos de la proa no me abran el cráneo.
Se quedó en susto sin consecuencias. Desde entonces tengo clara una cosa: el buceo termina al subir al barco, no antes.
3- Buceador en pánico
Existe un adagio que suele ser tristemente cierto: "Buceador en pánico, buceador muerto". Una inmersión por encima de nuestro nivel, unas condiciones de mala visibilidad, fuerte corriente y alta profundidad, un problema con el equipo o una tensión mental latente pueden desencadenarlo. El buceador en pánico no responde a las indicaciones de los compañeros, no piensa racionalmente, se ve dominado por una idea fija e imperiosa: subir a la superficie a toda velocidad. A veces, con la energía de la desesperación, arrastran con ellos a las personas que intentan mantenerlos abajo. El problema que ello acarrea (al margen de un posible accidente de descompresión por burbujas de nitrógeno que necesite cámara hiperbárica o de un barco que le pase por encima al emerger) es frecuentemente una sobreexpansión pulmonar: el aire de los pulmones se comprime por la presión del agua al bajar y se expande al subir, si lo hacemos muy rápido y reteniendo aire en vez de soltarlo, el pulmón, al no ser un tejido elástico, estalla, con resultados casi siempre mortales, a veces incluso a muy poca profundidad.
Uno de mis mejores amigos dejó el buceo hace 15 años tras una mala experiencia en Menorca a -30mts, buceando con un grupo de Guardias Civiles mucho más expertos que no se adaptaron a su nivel. La crisis de ansiedad que sufrió, sin consecuencias letales, lo apartó de la inmersión para siempre.
4- Narcosis por nitrógeno, intoxicación por oxígeno.
Todos sabemos que el aire está formado por dos gases: 79% de nitrógeno, 21% de oxígeno. El aire de las botellas de buceo es igual al que respiramos en superficie, pero el nitrógeno abajo da dos problemas: 1- Forma burbujas que por la sangre difunden a los tejidos, al ascender vuelven al torrente circulatorio, y si lo hacemos muy rápido, no tienen tiempo a disolverse, obstruyendo los vasos y provocando embolias, la célebre enfermedad descompresiva. 2- A partir de los 30 metros de profundidad, es depresor del sistema nervioso central, dando un cuadro conocido como narcosis hipercápnica o borrachera de las profundidades: un estado de confusión, a veces ansiedad o euforia, tal cual como si estuviésemos conectados a una botella de Barceló o de Chivas. La susceptibilidad individual es muy variable, yo suelo notarlo a partir de los 27 metros, como una pérdida brusca de lucidez, como si la corriente eléctrica que ilumina una bombilla bajase de pronto una fase. En alguna ocasión, no recordaba realmente donde estaba hasta ascender unos metros. La historia que me contaron hace años de un famoso buzo y fotosub bailando en la cubierta de un pecio a -40 como si estuviese en la pista de una discoteca entra en este cuadro.
Para evitar los problemas del nitrógeno, podemos hacer un curso para bucear con Nitrox: una especie de "aire enriquecido" con menos porcentaje de nitrógeno y mayor de oxígeno. En relación a este último, las mezclas más usadas son Nitrox 32 y 36. Así disponemos de mayores tiempos de fondo sin descompresión y menor fatiga muscular al tener menos burbujas de nitrógeno en los tejidos. Pero vestimos un santo y desvestimos a otro: el oxígeno tiene toxicidad neurológica bajo el agua, y por debajo de una cota puede darnos una convulsión y pérdida de conocimiento mortal sin aviso previo. Es muy importante medir el porcentaje en la botella con un oxímetro antes de bajar y darle el dato a nuestro ordenador para que nos marque la profundidad máxima a la que podemos descender. Hay casos claros y bien documentados de muertes recientes por esta causa.
En un reciente crucero por las islas mexicanas de Revillagigedo, acompañando a un un grupo de veteranísimos y curtidos buceadores italianos, buceábamos con Nitrox, con una mezcla que nos daba una profundidad máxima de 38-40, que unos respetábamos pero que otros se saltaban a la torera en cuanto aparecía un grupo profundo de tiburones martillo. Hubo sanedrín y lectura de cartilla por parte de los responsables del crucero (estábamos a un día de navegación de la zona habitada más cercana), pero no sirvió de mucho.