Yo como inadaptado social he pasado por 5 colegios de todos los colores y facciones.
Estuve en uno de monjas que me provocaban mis peores sentimientos y consiguieron hacer de este deshecho social un agnóstico militante ligeramente escorado al nihilismo recalcitrante.
Pues entre ellas había alguna que otra monjita que me provocaban unas erecciones tempranas que fueron el caldo de cultivo a mi posterior fetichismo por mujeres ataviadas con disfraces y pelucas.
Existe un deseo subyacente a todo lo prohibido, a todo lo que representa un reto que rompa con las reglas establecidas.
Como a pepinoo que se le pone el coño a dar palmas con los curitas de sotanas cortadas por las rodillas. Yo tenía mi objeto de deseo pernicioso y blasfemo materializada en monja.
Recuerdo en 5º de EGB, en clase de plástica. A esta novicia que no monja de mi historia, la tenían para cubrir a las mojas que se ponían malitas. Era una todo terreno que ya te podía dar deportes como biología.
Estaba yo sombreando un galeón que había pintado con el mismo arte que pinta una tetraplejico con el pincel en la boca y montado en un autobús ochentero por un camino de cabras. Cuando me fijé que a la novicia se le veían las rodillas. Al estar sentada se la había subido un poco el tema falda.
La cuestión que mi generación, la del 81, fue la primera generación de niños que entró en ese colegio exclusivo para niñas. El hecho de ser minoría de niños contra niñas hizo que muchos evolucionaran hacia un mariconismo latente que florecería años más tarde y otros, como fue mi caso, nos conviritió en unos manipuladores del sexo débil y unos enfermos mentales con todo lo relacionado con el tema sexual y la mujer.
Pues allí estaba vuestro amigo Jimmy, más jimmy que nunca pues aún no tenía pelos en los huevos, pero con una carga de testosterona pre-púber para matar un caballo de subidón, con un creido y una sexualidad incipiente fruto de vivir entre mujeres todo el día.
Me levanté con mi cartulina A4 y mi lapiz blando, Hb 2.0 especial para sombreados, presto hacía la mesa de la profe a realizar la pregunta de rigor sobre si el sol, que está a la izquierda de la cartulina, da para bajo como coño le meto sombra a la vela del palo mayor...
Ella me vió de lejos, y como futura esposa de Dios, captó en mi la mirada sucia que años más tade mujeres de todo el mundo entienden como el principio del final de su virgo anal.
Se puso recta como un cirio bautismal, las manos sobre la mesa en posición tranquila y sin nada que esconder, la barbilla arriba en actitud dominante, en un claro gesto por marcar el territorio y poner a cada uno en su lugar. Como toda novicia y moja, estas mujeres a las que se les ha coartado su derecho a fornicar y amar a otros hombres, pasan de una fase de nostalgia a una de repulsa hacia todo lo que lleva la etiqueta de macho, ya sea desde el padre de la niña que viene a quejarse, como hacia nostros, esos "no tan inocentes" niños que seremos unos futuros hombres que nunca podrán ser follados por ellas. Es lo que yo llamo el proto-feminazismo. Monjas pseudo-lesbianas dadoras de odio hacía el género masculino.
Pues ahi iba yo, hacia ella...El problema es que yo cuando miro con intenciones sucias asusto. Tengo los ojos muy grandes y no parpadeo, lenguaje corporal que informa al receptor que un maniaco sexual is coming.
Cuando alcancé la mesa ella era un flan, o por lo menos esa era la impresión que me dio. Yo no se si pensó que le iba a arrear con el cartabón en la cabeza e iba a beberme su sangre a lametazos del suelo. Yo solo quería agarrarle la cofia esa que llevan las novicias, meterla en los baños y comerle el coño hasta que se meara en mi boca, pero con esa edad todavía no había mejorado la técnica del lenguaje gestual y ella posiblemente solo vio un nenaco tenso y con un marcado bulto cerca del bolsillo delantero del pantalón.
Le puse la cartulina en su mesa y procedí a preguntarle sobre el tema, si bien mi otra parte del cerebro pensaba en clavarle mi polla en un sitio que todavía aún no sabia donde estaba exactamente.
Ella me contestó sin ganas pues se olia que yo no estaba allí para eso. Y en un arrebato de no-control de mi aparato motor, deslicé una mano por debajo y le toque levemente la rodilla.
Nos miramos a los ojos y creo que no hubo nada que comprender. Sus ojos vacuos no expresaban una mínima emoción, ya fuera asco, repulsa, placer u odio. Era una mirada inexpresiva, resultona, que se tornó ligeramene indignada pero pacificadora.
-Ve y sientate en tu mesa
Obedecí sabedor de que había perdido una batalla que de antemano conocía el resultado.
Decidí sombrear por la parte derecha e intentar calmar el fuego que me ardía dentro y la poderosa erección que me había provocado la transgresión. El acto prohibido, la blasfemia.
Dios me había visto y no me había castigado, Dios no era aquel ser Todopoderoso de Justicia eterna. Había mancillado a una de sus mujeres y El no tenía valor de mandarme al Leviatán.
Ese fue el inicio de mi crisis existencial. Deje de creer en un Dios de barro, un Dios cobarde que no se enfrentaba a un blasfemo inútil.
A la semana me devolvió el dibujo. Me lo había suspendido y tuve que volver a hacerlo.