A mí los niños no me suelen dar pena en general, pero hoy me ha dado penita un muchachillo. Por la injusticia de la situación, no por él, que menuda inteligencia tenía. Voy a un 24h que me gusta mucho que hay gente ahí tomando su café a las tantas muchas veces. El dependiente habitual es un venezolano afable pero muy prudente y al ir a entrar, que tiene una puerta chiquitita de las que se abren plantándose delante, coincido con el niño este que estaban sus padres (supongo) al lado. Entramos los dos a la vez, unos 9 años tendría, y los padres, o lo que fueran, fuera. Cojo mis cosillas y ya estaba el crío para pagar un balón de plástico y una cocacola y le dice al venezolano que cuánto cuesta el balón, y el tío que no sabe, que no tiene precio. Y el niño se pone a negociar y le dice algo costará. 2 euros 3, venga dime cuánto. 3 euros.
El venezolano y yo atónitos ante la donosura del chaval. Pues ya cede y le dice vale, 3 euros. Y el mocoso ahí ha fallado, le ha podido la ambición. Se ha ido a por algo más corriendo de repente y en ese preciso instante ha entrado la madre y le ha gritado ¡Ya está bien! ¡Sal ya de una vez!
Y el niño ya, cojo esto y...
¡No cojes naaaaadaaaaaa!
Y se ha ido el chaval de manos vacías al final sin rechistar.
El padre o lo que fuera ha dicho ¿ni la cocacola? Y ella ha gritado ¡No! ¡Que me estoy helando!
He pensado en la importancia de ceder. Ese niño ya lo sabe, era un listillo muy salao y noble. Me ha sorprendido mucho su mansedumbre.
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