Una de esas frases en las que yo vi el infierno detrás, como dice ILG, fue en un pobre matrimonio ya jubilado, cuyo último hijo, que rondaba los 20 y muchos, les había salido drogadicto.
Era tal el martirio que les daba a sus padres para conseguir droga, robándoles, maltratándoles, gritándoles, etc. que al final su madre, sí, una madre que nunca podrá decir nada malo de su hijo, menos aún cuando hablábamos de una mujer anciana, católica y de la españa clásica, de ir a misa cada fin de semana, pronunció esta frase:
Que el señor me perdone por decirlo, pero que mi hijo se muera ya porque es lo mejor.