Pues sí, por lo que leo muy demócratas en compartirse el nombre descubridor y mandamás, Diego Suárez, que ya de paso eso sí que eran aventureros no como nosotros, ya ves barquito a la deriva y a ver qué me encuentro en este paraje. Acompáñalo de disentería, escorbuto, enfermedades endémicas, y por si fuera poco al tocar tierra igual unos melenudos en pelotas recibiéndote a jostias. A mí esto me viene mucho a la memoria con Aguirre, la cólera de Dios, unos planos con buen minutaje de mirar hacia la nada en la película porque no sabes donde coño estás, interpretado por Klaus Kinski, un capullo caprichoso por cierto. Y no solo eso, sino que en esas épocas no era habitual la higiene personal, eso fue invento posterior de los franceses, qué señoritos oh, entonces el hecho de no bañarse provocaba sarna y para acabar, tampoco era normal en la gente de bien quitarse sus ropajes de alcurnia cuando visitaban esas tierras lejanas, o lo más chocante, servir de transporte sus bajíos para las ratas que así conocían un nuevo hogar. Y después, en siglos posteriores las típicas colonizaciones por aprovechas reservas naturales o como leo en este caso por quedarse un puerto natural para el carbón de los barcos.
Echándole un vistazo a Antsiranana me recuerda Bourbon Street en New Orleans, el típico French Quarter con su arquitectura de arcadas, pilares y balcones infinitos, con madera, metal y menos cemento, o a las pintas de los barquitos que cruzan el Mississippi, Mark Twain mode on. También habitual en otros destinos franceses overseas pillarse esas terracitas.
Sigue descubriendo, que por cierto, todas esas historias de acojone que leímos antes de tu primer viaje, que si igual aquí o allá tenían supersticiones, que si te podían recibir mal, etc etc por lo que comentas parece que nada. Globalización habemus evidentemente.