"No recuerdo cuándo ni por qué empecé a beber, sólo que era Navidad y quería pegarme un tiro. Empecé con un par de copas de vino y no paré. Después de un semana, ya no era capaz de cuidar de mí mismo, así que me trasladé al Hotel Marriot en Gateshead, donde bebi de todo, desde botellas de vino a la ginebra del minibar. Fue entonces cuando comenzó mi adicción a la Wii; a partir de ahí, jugué casi 24 horas, siete días a la semana. No podía parar, ni dormía ni comía; no salía ni siquiera unos minutos. Me había convertido en imbatible y reté al personal del hotel. De hecho, llegué a llamar al sevicio de habitaciones para tener a alguien contra quien jugar", aseguró Gascoigne. Después de cuatro semanas en estas condiciones, el hotel le pidió que se marchara y se trasladó al Malmaison, donde se dedicó a lo mismo.
"Estaba en una habitación diferente, pero los problemas eran los de siempre. No sólo bebía como una esponja y jugaba a la consola, también hacía cosas increíbles como llamar a mi padre y decirle que fuera al Madison Square Garden para jugar al ajedrez contra Bush y Clinton. Yo estaba fuera de mi y no quería salir de mi casa.En un momento dado, empecé a considerar a dos loros de juguete como amigos reales. Incluso una vez pedí tres pintas de cerveza: una para mí y una para cada uno de ellos", confesó.