PollaMan
Clásico
- Registro
- 1 May 2003
- Mensajes
- 2.513
- Reacciones
- 234
NOTA DE PRENSA
Aclaración a los lectores
Dpto. Prensa Alfaguara | 12 de marzo de 2006
En relación con el artículo publicado el pasado domingo en la sección de Carmen Rigalt en el diario El Mundo, en el que mencionaba el encuentro digital mantenido por el señor Pérez-Reverte en elmundo.es, queremos aclarar lo siguiente:
1.- Al iniciar este encuentro, se comunicó al autor que se habían recibido más de 1.000 preguntas, dato indicativo del interés despertado en los internautas.
2.- En otros encuentros digitales es el invitado quien selecciona las preguntas más interesantes, en función del tiempo del que se dispone y el ánimo de atender a las cuestiones que puedan resultar más atractivas para todos. Visto el importante volumen de preguntas recibidas, el Sr. Pérez-Reverte ha considerado que la selección realizada por el moderador del encuentro no guardaba la coherencia necesaria para mantener una conversación fluida sino que, por el contrario, se veía continuamente salpicada con cuestiones de muy diversa temática y relevancia.
3.- El sistema de selección de preguntas de elmundo.es muestra en pantalla todas las entradas que quedan sin responder, lo cual, en opinión del autor, es una falta de respeto hacia todos aquellos que han formulado sus cuestiones, con la consiguiente frustración al no verse estas atendidas.
El deseo del Sr. Pérez-Reverte de contestar a todas las preguntas que aparecían en pantalla y la falta de coherencia entre ellas, le han imposibilitado llevar a buen término este encuentro digital.
4.- El Sr. Pérez-Reverte entiende que elmundo.es debería haber comunicado con antelación y suficiente claridad el desarrollo técnico de este chat a fin de tomar la decisión oportuna de participar o no.
5.- El abandono del Sr. Pérez-Reverte no se ha debido a una falta de inteligencia en el sistema de selección de preguntas, como indica elmundo.es, sino a su disconformidad con el procedimiento técnico de este encuentro.
En cualquier caso, tanto el señor Pérez-Reverte como la editorial Alfaguara lamentan el daño ocasionado a los participantes en este encuentro digital.
Un saludo,
Dpto. Prensa Alfaguara
Y agrego un articulito bastante gracioso:
PATENTE DE CORSO
El culo de las señoras
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal | 30 de octubre de 2005
En capitanalatriste.com reproducimos las columnas publicadas por Arturo Pérez-Reverte en "El Semanal". En el nuevo número de la revista comenta: "Acorralado el sentido común hasta el límite de la más flagrante gilipollez".
Vade retro. Cuidado con esas alegrías y esos sobos. También está mal visto tocarles el culo a las señoras, incluida la propia. Hace unos días, las feministas galopantes se subieron por las paredes a causa de un anuncio publicado en la prensa –«La puerta de atrás del cine», decía el texto– donde una foto de espaldas de la pareja formada por un presentador y una actriz, posando frente a los fotógrafos, mostraba la mano de él situada sobre el trasero de ella. Pese a que la imagen –publicada en El País– fue elegida por un equipo de marketing compuesto por ocho mujeres y dos hombres, todos por debajo de los cuarenta años de edad, las furiosas críticas hablaron de atentado contra la dignidad de la mujer, de incitación a la violación, de «dar por supuesto que las mujeres están para satisfacción sexual de los varones», y de publicidad ilícita por utilizar el cuerpo femenino, o parte del mismo, «como mero objeto desvinculado del producto que se pretende promocionar». Tela. Cómo sería la cosa, que incluso la directora general del Instituto de la Mujer tomó cartas en el asunto, asegurando que la imagen de ese anuncio era «vejatoria para las mujeres», y las reducía «a un simple objeto sexual al servicio de los hombres, claramente ofensivo para las lectoras». Por supuesto, el apabullado diario en cuestión, por tecla de su defensor del lector, dio en el acto la razón a las feministas y pidió disculpas. No era nuestra intención. Cielo santo. No volverá a ocurrir, etcétera. Y las niñas de la matraca se apuntaron otra. Así van ellas de crecidas. Que se salen.
A ver si nos aclaramos. Una cosa es que las erizas, cabreadas con motivo y en legítimo ejercicio de autodefensa, marquen con claridad las reglas del juego: intolerancia absoluta frente a machismo y violencia sexual. Eso es lógico y deseable, y ningún varón decente puede oponerse a ello. Por lo menos, yo no puedo. Ni quiero. Pero otra cosa es que, jaleadas por demagogos oportunistas, acatadas sin rechistar sus exigencias por quienes no desean buscarse problemas, una peña de radicales enloquecidas mezclen de continuo las churras con las merinas, empeñadas en someternos a la dictadura de lo socialmente correcto, retorciendo el idioma para adaptarlo a sus atravesados puntos de vista, chantajeándonos con victimismo desaforado, acorralando el sentido común hasta el límite de la más flagrante gilipollez. Y al final conseguirán que retrocedamos en el tiempo, que no se distinga socialmente el acoso sexual del simple ligoteo de toda la vida, que un amante se convierta en violador y deba avergonzarse de sus gestos en público, y que todo cuanto tiene que ver con la belleza de los cuerpos y la deliberada, consentida, gratificante y necesaria relación física entre hombres y mujeres, produzca recelo y se rodee de un ambiente sórdido y clandestino. Esa panda de tontas de la pepitilla va a lograr que todo parezca malo y obsceno otra vez, y que a los críos se los eduque de nuevo en la hipocresía de hace cuarenta años, cuando en los cines se censuraban escotes, faldas cortas y escenas de besos, y los obispos de turno –también diciendo velar por la dignidad de la mujer– le ponían a todo la etiqueta del pecado.
Respecto a los culos de señoras en concreto, qué quieren que les diga. Que me fusilen las talibanes de género y génera, pero he puesto la mano en alguno, como todo el mundo. Y creo recordar que no sólo la mano. La verdad es que nunca se me quejó nadie. Incluso, puestos a echarnos flores, lo que también hicieron algunas señoras fue poner la mano en el mío, con perdón, sin que nadie las obligara. En el mío como en el de cualquier varón normalmente constituido que les apetezca, supongo, y con el que exista la intimidad adecuada para el caso. Porque afortunadamente –y que no decaiga, vive Dios– también ellas se las traen, cuando quieren traérselas. Además, no sé por qué diablos dan por supuesto las integristas de los huevos que todas las mujeres se sienten, como ellas, ofendidas cuando un hombre les pone la mano en el culo. Sobre todo si ese hombre lo hace seguro del terreno que pisa, y con consentimiento expreso o tácito del culo en cuestión. El sexo es una calle de doble sentido, y ahí precisamente radica la maravilla del asunto. En el toma y daca. A ver qué tiene que ver el culo con las témporas. Coño.
Aclaración a los lectores
Dpto. Prensa Alfaguara | 12 de marzo de 2006
En relación con el artículo publicado el pasado domingo en la sección de Carmen Rigalt en el diario El Mundo, en el que mencionaba el encuentro digital mantenido por el señor Pérez-Reverte en elmundo.es, queremos aclarar lo siguiente:
1.- Al iniciar este encuentro, se comunicó al autor que se habían recibido más de 1.000 preguntas, dato indicativo del interés despertado en los internautas.
2.- En otros encuentros digitales es el invitado quien selecciona las preguntas más interesantes, en función del tiempo del que se dispone y el ánimo de atender a las cuestiones que puedan resultar más atractivas para todos. Visto el importante volumen de preguntas recibidas, el Sr. Pérez-Reverte ha considerado que la selección realizada por el moderador del encuentro no guardaba la coherencia necesaria para mantener una conversación fluida sino que, por el contrario, se veía continuamente salpicada con cuestiones de muy diversa temática y relevancia.
3.- El sistema de selección de preguntas de elmundo.es muestra en pantalla todas las entradas que quedan sin responder, lo cual, en opinión del autor, es una falta de respeto hacia todos aquellos que han formulado sus cuestiones, con la consiguiente frustración al no verse estas atendidas.
El deseo del Sr. Pérez-Reverte de contestar a todas las preguntas que aparecían en pantalla y la falta de coherencia entre ellas, le han imposibilitado llevar a buen término este encuentro digital.
4.- El Sr. Pérez-Reverte entiende que elmundo.es debería haber comunicado con antelación y suficiente claridad el desarrollo técnico de este chat a fin de tomar la decisión oportuna de participar o no.
5.- El abandono del Sr. Pérez-Reverte no se ha debido a una falta de inteligencia en el sistema de selección de preguntas, como indica elmundo.es, sino a su disconformidad con el procedimiento técnico de este encuentro.
En cualquier caso, tanto el señor Pérez-Reverte como la editorial Alfaguara lamentan el daño ocasionado a los participantes en este encuentro digital.
Un saludo,
Dpto. Prensa Alfaguara
Y agrego un articulito bastante gracioso:
PATENTE DE CORSO
El culo de las señoras
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal | 30 de octubre de 2005
En capitanalatriste.com reproducimos las columnas publicadas por Arturo Pérez-Reverte en "El Semanal". En el nuevo número de la revista comenta: "Acorralado el sentido común hasta el límite de la más flagrante gilipollez".
Vade retro. Cuidado con esas alegrías y esos sobos. También está mal visto tocarles el culo a las señoras, incluida la propia. Hace unos días, las feministas galopantes se subieron por las paredes a causa de un anuncio publicado en la prensa –«La puerta de atrás del cine», decía el texto– donde una foto de espaldas de la pareja formada por un presentador y una actriz, posando frente a los fotógrafos, mostraba la mano de él situada sobre el trasero de ella. Pese a que la imagen –publicada en El País– fue elegida por un equipo de marketing compuesto por ocho mujeres y dos hombres, todos por debajo de los cuarenta años de edad, las furiosas críticas hablaron de atentado contra la dignidad de la mujer, de incitación a la violación, de «dar por supuesto que las mujeres están para satisfacción sexual de los varones», y de publicidad ilícita por utilizar el cuerpo femenino, o parte del mismo, «como mero objeto desvinculado del producto que se pretende promocionar». Tela. Cómo sería la cosa, que incluso la directora general del Instituto de la Mujer tomó cartas en el asunto, asegurando que la imagen de ese anuncio era «vejatoria para las mujeres», y las reducía «a un simple objeto sexual al servicio de los hombres, claramente ofensivo para las lectoras». Por supuesto, el apabullado diario en cuestión, por tecla de su defensor del lector, dio en el acto la razón a las feministas y pidió disculpas. No era nuestra intención. Cielo santo. No volverá a ocurrir, etcétera. Y las niñas de la matraca se apuntaron otra. Así van ellas de crecidas. Que se salen.
A ver si nos aclaramos. Una cosa es que las erizas, cabreadas con motivo y en legítimo ejercicio de autodefensa, marquen con claridad las reglas del juego: intolerancia absoluta frente a machismo y violencia sexual. Eso es lógico y deseable, y ningún varón decente puede oponerse a ello. Por lo menos, yo no puedo. Ni quiero. Pero otra cosa es que, jaleadas por demagogos oportunistas, acatadas sin rechistar sus exigencias por quienes no desean buscarse problemas, una peña de radicales enloquecidas mezclen de continuo las churras con las merinas, empeñadas en someternos a la dictadura de lo socialmente correcto, retorciendo el idioma para adaptarlo a sus atravesados puntos de vista, chantajeándonos con victimismo desaforado, acorralando el sentido común hasta el límite de la más flagrante gilipollez. Y al final conseguirán que retrocedamos en el tiempo, que no se distinga socialmente el acoso sexual del simple ligoteo de toda la vida, que un amante se convierta en violador y deba avergonzarse de sus gestos en público, y que todo cuanto tiene que ver con la belleza de los cuerpos y la deliberada, consentida, gratificante y necesaria relación física entre hombres y mujeres, produzca recelo y se rodee de un ambiente sórdido y clandestino. Esa panda de tontas de la pepitilla va a lograr que todo parezca malo y obsceno otra vez, y que a los críos se los eduque de nuevo en la hipocresía de hace cuarenta años, cuando en los cines se censuraban escotes, faldas cortas y escenas de besos, y los obispos de turno –también diciendo velar por la dignidad de la mujer– le ponían a todo la etiqueta del pecado.
Respecto a los culos de señoras en concreto, qué quieren que les diga. Que me fusilen las talibanes de género y génera, pero he puesto la mano en alguno, como todo el mundo. Y creo recordar que no sólo la mano. La verdad es que nunca se me quejó nadie. Incluso, puestos a echarnos flores, lo que también hicieron algunas señoras fue poner la mano en el mío, con perdón, sin que nadie las obligara. En el mío como en el de cualquier varón normalmente constituido que les apetezca, supongo, y con el que exista la intimidad adecuada para el caso. Porque afortunadamente –y que no decaiga, vive Dios– también ellas se las traen, cuando quieren traérselas. Además, no sé por qué diablos dan por supuesto las integristas de los huevos que todas las mujeres se sienten, como ellas, ofendidas cuando un hombre les pone la mano en el culo. Sobre todo si ese hombre lo hace seguro del terreno que pisa, y con consentimiento expreso o tácito del culo en cuestión. El sexo es una calle de doble sentido, y ahí precisamente radica la maravilla del asunto. En el toma y daca. A ver qué tiene que ver el culo con las témporas. Coño.