En Tuvalum hemos calculado el impacto medioambiental que generan las bicicletas durante toda su vida útil, incluyendo los residuos que genera durante el proceso de fabricación.
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Hablamos ahora del coste medioambiental que supone fabricar una bicicleta. Aquí entran en juego varios factores a considerar:
- La extracción de las materias primas (aluminio, acero, etc.).
- La transformación de estas materias primas.
- La producción y fabricación del cuadro.
- La producción y fabricación de los componentes.
- El ensamblaje.
- La logística desde cada uno de los centros de extracción, producción y distribución al cliente final.
Fabricar una bicicleta de gama accesible para uso urbano, con un cuadro de acero y un peso de entre 17 y 20 kilos genera 96 kilogramos de CO2 en concepto de huella medioambiental. Cada kilo de acero que se produce en la industria tiene un impacto de 1,9 kilos de CO2. En el caso del aluminio, el material más utilizado en la industria de las bicicletas, esta cifra se eleva hasta los 18 kilos de CO2 por cada kilo de materia prima. Se estima que la minería de aluminio es responsable del 1% de las emisiones de efecto invernadero a nivel mundial.
Reciclar un cuadro de carbono requiere más gasto económico y consumo energético que fabricar uno nuevo.
Más problemáticas desde el punto de vista de su impacto ambiental son las bicicletas de carbono. Las fibras de carbono son un material sintético elaborado a partir del petróleo. Su proceso de fabricación emplea grandes cantidades de energía, agua y el uso de resina tóxicas que generan un volumen muy alto de residuos. Entre el 20% y el 30% de las fibras de carbono se vuelven inutilizables durante el proceso de producción.
Fabricar un cuadro de bicicleta de carbono genera tres veces más CO2 que fabricar un cuadro de aluminio. Otra diferencia notable es que el aluminio puede reciclarse para ser utilizado en la fabricación de nuevos productos. ¡E incluso para volver a hacer otros cuadros de bicicletas! Pero el carbono es un material muy difícil de reciclar y los cuadros suelen acabar en vertederos o tirados al fondo de ríos y mares. Reciclar un cuadro de carbono requiere más gasto económico y consumo energético que fabricar uno nuevo.
El problema medioambiental de las bicicletas eléctricas
Las bicicletas eléctricas se han convertido en toda una revolución, no sólo en lo que respecta a la industria del ciclismo deportivo, sino también en el sector del transporte. Se estima que para 2030 el mercado de las e-bikes alcanzará los 89.000 millones de dólares. Realmente son una alternativa más sostenible que el coche o la motocicleta en los desplazamientos urbanos. Y también ofrecen nuevas experiencias deportivas cuando se trata de bicicletas de montaña eléctricas. Pero suponen un problema a nivel medioambiental.
La huella de carbono de una bicicleta eléctrica no es inferior a los 300 kilogramos de CO2, llegando a superar los 400 kilos en el caso de aquéllas que cuentan con motores más potentes, baterías de mayor autonomía y un nivel de equipamiento superior. ¿Recuerdas que antes hablábamos del impacto ambiental que supone fabricar una bicicleta de carbono? Añádele un motor eléctrico y una batería de iones de litio.
La mayor parte de la huella de carbono de una e-bike procede de la extracción y transformación de los metales pesados y elementos que se necesitan para la fabricación de las baterías y componentes eléctricos. Las baterías de litio contienen materiales tóxicos, com el cobre, el níquel o el plomo y su vida útil es relativamente corta (entre los 3 y los 6 años). No pueden desecharse en un vertedero y necesitan de un complejo tratamiento para evitar su descomposición una vez que han dejado de funcionar. La contaminación por estas baterías puede durar más de 400 años.
Es por ello que el reciclaje de las baterías de las bicicletas eléctricas es uno de los grandes retos que tiene en esta década la industria de las bicicletas para cumplir con sus propósitos de sostenibilidad.