melpomene
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- 25 Feb 2007
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Acerca de pillarle las pelis porno a mi hermano mayor o incluso a mi padre, me río de solid snake.
Me acuerdo que nada más introducir la cinta vhs, sin pegatinas que delatasen su cuestionable contenido, fijaba el contador de pasos a 0 en el reproductor. Quien haya vivido en los 80 con pleno uso de razón, sabrá a lo que me refiero: seguro que os acordais de la carga de cintas del spectrum 48k y de los "pasos".
Durante el visionado tenía que estar pendiente con el oido a lo que pasaba afuera de la puerta de entrada de mi casa para escuchar el tintineo de las llaves a punto de introducirse en la cerradura, y en un acto de reflejos Gi Joe style, cerrar la bragueta, saltar del sofa, rebobinarla o acelerarla con el mando a distancia - dentro de lo posible - para llegar al punto original de la cinta, sacar la prueba del delito del reproductor y esconderla bajo un almohadon o lo que encontrase. Debajo del sofa también era un lugar válido en un momento de apuro. Todo en cuestión de nanosegundos.
Después tocaba colocar de nuevo el preciado objeto en su lugar exacto y original. Normalmente la escondía debajo del jersey o camisa: caminaba por el corredor con andares prestos. Con las revistas resultaba mucho más fácil el contrabando de la habitación de mi hermano a la propia.
JOder que tiempos. Ahora el porno está en todas partes y no tiene ni puta gracia. Esta porno sociedad me produce hartazgo. Han derribado una de las últimas mentiras que hacian tolerable la vida.
Me acuerdo que nada más introducir la cinta vhs, sin pegatinas que delatasen su cuestionable contenido, fijaba el contador de pasos a 0 en el reproductor. Quien haya vivido en los 80 con pleno uso de razón, sabrá a lo que me refiero: seguro que os acordais de la carga de cintas del spectrum 48k y de los "pasos".
Durante el visionado tenía que estar pendiente con el oido a lo que pasaba afuera de la puerta de entrada de mi casa para escuchar el tintineo de las llaves a punto de introducirse en la cerradura, y en un acto de reflejos Gi Joe style, cerrar la bragueta, saltar del sofa, rebobinarla o acelerarla con el mando a distancia - dentro de lo posible - para llegar al punto original de la cinta, sacar la prueba del delito del reproductor y esconderla bajo un almohadon o lo que encontrase. Debajo del sofa también era un lugar válido en un momento de apuro. Todo en cuestión de nanosegundos.
Después tocaba colocar de nuevo el preciado objeto en su lugar exacto y original. Normalmente la escondía debajo del jersey o camisa: caminaba por el corredor con andares prestos. Con las revistas resultaba mucho más fácil el contrabando de la habitación de mi hermano a la propia.
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