Victor I
Freak
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Durante años he vivido en un error, cegado por los resplandores de una excelencia que consideraba decisiva, determinante, la prueba más categórica de la superioridad del hombre y sus facultades, embebido en una intelectualidad absurda que no entiende nada de la vida. La genialidad es masculina, la creatividad también, la determinación y la iniciativa. El hombre es el Prometeo del género humano, defendía ensimismado en mi error, es la pieza decisiva de la evolución, la dignificación de una naturaleza grosera y sojuzgada sus instintos. El hombre representa la civilización y la racionalidad.
Pero eso no es importante, el ser humano es otra cosa, no está en este mundo para construir catedrales ni para colonizar el espacio, no es su misión arrancar a martillazos las más bellas formas de un bloque de mármol ni atravesar océanos para conquistar imperios. En naves espaciales o en cavernas, la vida seguiría su curso indestructible, al margen de bagatelas intelectuales y desvaríos filosóficos o artísticos. La física cuántica o la poesía mística no nos hace mejores, sólo nos entretiene o nos desespera.
SUPERIORIDAD BIOLÓGICA DE LA MUJER
Nuestra misión en la vida que no es otra que transportar y transmitir genes. Esto es lo que somos, esto es lo que dice la ciencia y el sentido común, simples recipientes impelidos a replicarnos mediante la reproducción. Tenemos una carga que debemos dejar en otro recipiente el mayor número de veces y con la mayor rapidez. Y es aquí donde las hembras han impuesto su reinado desde el inicio de nuestra especie. Lo más importante que podemos hacer, reproducirnos, lo hacemos a su manera, de la forma que ellas han decidido más conveniente para su naturaleza y sus posibilidades para la transmisión de su herencia genética.
Hay dos sistemas básicos de organización reproductiva, dos modelos, dos tendencias opuestas. La monogamia y la poligamia/poliandria. Al hombre, sin duda, si de lo que se trata es de transmitir sus genes al mayor número posible de descendientes, le interesa la poligamia. Copulando con muchas hembras conseguirá tener muchos descendientes. De hecho, en términos de selección de la especie, la poligamia es modelo que discrimina con mayor acierto los ejemplares defectuosos vedándoles la posibilidad de perpetuar su carga genética.
Sin embargo, la poligamia no aumenta la cantidad de cachorros que puede parir una hembra. Su número de descendientes es limitado independientemente del número de amantes con los que convine sus óvulos. Ni la poligamia ni la poliandria representa ventaja alguna para la mujer, no va a cumplir más eficazmente la misión para la que ha nacido. En cambio, la monogamia, le asegura una asistencia constante, un apoyo imprescindible para el éxito en la cría de su camada.
El ser humano tiende hacia la monogamia porque la mujer así lo ha querido, porque ha evolucionado de manera que ha convertido en hegemónico este sistema. El hombre no ha modificado sus características sexuales ni su morfología, responde siempre al mismo estímulo de manera irracional, condicionado por la disponibilidad de la hembra. Nos ha domesticado, nos ha convertido en bobos idiotizados al calor de su coño. Ha resuelto el abandono que sufren las hembras de otras especies después de la cópula perpetuando su periodo de celo, encadenándonos a sus insaciables vaginas, hipnotizándonos con la prestidigitación de una vulva siempre dispuesta.
SUPERIORIDAD SOCIAL DE LA MUJER
Pero no es sólo su victoria biológica la que las corona en lo más alto de la pirámide de la vida. Han tomado el mando de la estructura social, han transformado los valores y hoy el mundo es una gran vagina. En apenas unos siglos ha pasado de ser ciudadanas de segunda categoría, cuya posesión de un alma estaba en duda, ha convertirse en el ser social hegemónico cuyos dogmas son los que determinan la valía y el éxito social de los individuos. Han conseguido que incluso las leyes reconozcan y favorezcan la desigualdad a su favor. De esclavas a reinas han protagonizado el mayor el mayor viaje de la Humanidad.
Valores propios del hombre como la determinación, el individualismo, la autoridad, la asertividad, son políticamente incorrectos, viriles manifestaciones de una brutalidad que el sistema condena y margina. El trabajo en equipo, el servil gregarismo, el diálogo, la sumisión, el conservadurismo y la sociabilidad obsesiva, combinada con la hipocresía y el culto a la banalidad y la apariencia, forman parte de las tablas de la ley. La mentalidad femenina se ha impuesto de manera incontestable.
Nosotros podremos abstraernos con los más altos conceptos, construir un puentes que crucen el atlántico o pilotar aviones supersónicos, pero lo decisivo, los instintos fundamentales y la replicación de la vida, las pertenece.
CONSECUENCIAS
El resultado es claro e inevitable, la instauración de una sociedad partenogénica, amazónica y coñocrática. El cromosoma Y, el que hace crecer nuestros penes y nuestros cerebros terminará extinguiéndose, bien como consecuencia de una evolución natural, bien mediante una eugenesia genética que desechará aquellos embriones que posean la marca de la bestia. Somos los últimos retazos de la prehistoria biológica, los dinosaurios de la evolución humana destinados a convertirnos en fósiles que las generaciones futuras miraran con trémulo rubor “¿Qué se siente al tener una polla dentro?” pensarán las mujeres dentro de miles años cuando el macho tan sólo sea una especie extinta y taxonómica.
Pero eso no es importante, el ser humano es otra cosa, no está en este mundo para construir catedrales ni para colonizar el espacio, no es su misión arrancar a martillazos las más bellas formas de un bloque de mármol ni atravesar océanos para conquistar imperios. En naves espaciales o en cavernas, la vida seguiría su curso indestructible, al margen de bagatelas intelectuales y desvaríos filosóficos o artísticos. La física cuántica o la poesía mística no nos hace mejores, sólo nos entretiene o nos desespera.
SUPERIORIDAD BIOLÓGICA DE LA MUJER
Nuestra misión en la vida que no es otra que transportar y transmitir genes. Esto es lo que somos, esto es lo que dice la ciencia y el sentido común, simples recipientes impelidos a replicarnos mediante la reproducción. Tenemos una carga que debemos dejar en otro recipiente el mayor número de veces y con la mayor rapidez. Y es aquí donde las hembras han impuesto su reinado desde el inicio de nuestra especie. Lo más importante que podemos hacer, reproducirnos, lo hacemos a su manera, de la forma que ellas han decidido más conveniente para su naturaleza y sus posibilidades para la transmisión de su herencia genética.
Hay dos sistemas básicos de organización reproductiva, dos modelos, dos tendencias opuestas. La monogamia y la poligamia/poliandria. Al hombre, sin duda, si de lo que se trata es de transmitir sus genes al mayor número posible de descendientes, le interesa la poligamia. Copulando con muchas hembras conseguirá tener muchos descendientes. De hecho, en términos de selección de la especie, la poligamia es modelo que discrimina con mayor acierto los ejemplares defectuosos vedándoles la posibilidad de perpetuar su carga genética.
Sin embargo, la poligamia no aumenta la cantidad de cachorros que puede parir una hembra. Su número de descendientes es limitado independientemente del número de amantes con los que convine sus óvulos. Ni la poligamia ni la poliandria representa ventaja alguna para la mujer, no va a cumplir más eficazmente la misión para la que ha nacido. En cambio, la monogamia, le asegura una asistencia constante, un apoyo imprescindible para el éxito en la cría de su camada.
El ser humano tiende hacia la monogamia porque la mujer así lo ha querido, porque ha evolucionado de manera que ha convertido en hegemónico este sistema. El hombre no ha modificado sus características sexuales ni su morfología, responde siempre al mismo estímulo de manera irracional, condicionado por la disponibilidad de la hembra. Nos ha domesticado, nos ha convertido en bobos idiotizados al calor de su coño. Ha resuelto el abandono que sufren las hembras de otras especies después de la cópula perpetuando su periodo de celo, encadenándonos a sus insaciables vaginas, hipnotizándonos con la prestidigitación de una vulva siempre dispuesta.
SUPERIORIDAD SOCIAL DE LA MUJER
Pero no es sólo su victoria biológica la que las corona en lo más alto de la pirámide de la vida. Han tomado el mando de la estructura social, han transformado los valores y hoy el mundo es una gran vagina. En apenas unos siglos ha pasado de ser ciudadanas de segunda categoría, cuya posesión de un alma estaba en duda, ha convertirse en el ser social hegemónico cuyos dogmas son los que determinan la valía y el éxito social de los individuos. Han conseguido que incluso las leyes reconozcan y favorezcan la desigualdad a su favor. De esclavas a reinas han protagonizado el mayor el mayor viaje de la Humanidad.
Valores propios del hombre como la determinación, el individualismo, la autoridad, la asertividad, son políticamente incorrectos, viriles manifestaciones de una brutalidad que el sistema condena y margina. El trabajo en equipo, el servil gregarismo, el diálogo, la sumisión, el conservadurismo y la sociabilidad obsesiva, combinada con la hipocresía y el culto a la banalidad y la apariencia, forman parte de las tablas de la ley. La mentalidad femenina se ha impuesto de manera incontestable.
Nosotros podremos abstraernos con los más altos conceptos, construir un puentes que crucen el atlántico o pilotar aviones supersónicos, pero lo decisivo, los instintos fundamentales y la replicación de la vida, las pertenece.
CONSECUENCIAS
El resultado es claro e inevitable, la instauración de una sociedad partenogénica, amazónica y coñocrática. El cromosoma Y, el que hace crecer nuestros penes y nuestros cerebros terminará extinguiéndose, bien como consecuencia de una evolución natural, bien mediante una eugenesia genética que desechará aquellos embriones que posean la marca de la bestia. Somos los últimos retazos de la prehistoria biológica, los dinosaurios de la evolución humana destinados a convertirnos en fósiles que las generaciones futuras miraran con trémulo rubor “¿Qué se siente al tener una polla dentro?” pensarán las mujeres dentro de miles años cuando el macho tan sólo sea una especie extinta y taxonómica.