Amasijo de clones
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Este verano estuve de vacaciones con una tía mía que lleva soltera 50 años. Los que tiene, vaya.
Llegamos a Vitoria, yo llevaba un día entero sin dormir porque empalmé el viaje con una noche entera de trabajo. Iba yo con mis gafas de sol, digna como una folclórica.
Entramos en un restaurante y nos pasan a la parte más oscura del local, había una única ventana. Y para la desgracia de mis ojos, nos toca justo en la mesa de delante. Total, que se empeña mi tía en decir que hay una chavala que no deja de mirar hacia aquí, que si qué quiere, que si tengo monos en la cara... yo intento convencerla de que lo que mira la muchacha es por la puta ventana.
Total, que me pide que le pase la carta para así poder taparse la cara. Qué cojones tiene mi neurotía. Cuando le paso la carta, roza por mi culpa y sin querer uno de sus cubiertos.
¡¡¡¡¡¡TEN CUIDADOOO QUE ESTO LO HA TOCADO MEDIO MUNDO QUÉ ASCO ME MUERO POR DIOSSSSS!!!!
Yo me empecé a descojonar y a decirle que ahora mismo iba a llamar al camarero para que le pasaran los cubiertos y la carta por una ducha antibacteriana de esas de las pelis de ciencia ficción.
Me dice que no sabe de lo que hablo porque ella no ve películas de marcianos porque son muy asquerosas.
Llegamos al apartamento, deshago mi maleta y coloco mis cosas. Me doy una ducha y entro en el cuarto en el que se ha instalado mi neurotía para pedirle el secador de pelo.
Y la veo colocando un saco de dormir encima de la cama porque: a saber quién se ha acostado ahí, en esas sábanas.
El piso estaba impoluto, por cierto.
Pero lo trágico del todo vino cuando la veo sacar una sartén y un plato de la maleta para hacerse la cena.
Dios, que días me dio.
Deberías comprarle un satisfyer pro.