norteño
Freak total
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Que no os engañen. Los 40 no son los nuevos 30. A los 40 vas cuesta abajo y sin frenos. Anoche me encamé con una mujer gruesa y oronda. La conocí en Tinder hará 3 o 4 días. Uno ya tiene kilometraje en estos berenjenales y vertederos emocionales, por lo que sus fotos aéreas eran un aviso de que estaba pasada de peso.
La conversación desde el primer momento la enfoqué al sexo. Era gracioso como lo esquivaba y me soltaba el discurso que estaba cansada de follar con tios de Tinder. Creo que estos manatís tienen más fácil follar que una tia normal o guapa y es que son mujeres que solo las queremos para follar. A poder ser en la primera cita y fuera. Antes de que se me echen encima las feminazis, decir que almenos follan y son deseadas durante 20 minutos. Porque, ahora, imagina a un gordo de 140kg decir la frase "Estoy cansado de follarme a tias de Tinder". El chiste se cuenta solo.
Quedamos y bueno. La vi desde lejos y recé a Dios, sin ser religioso, que no fuera esa chica. Os juro que era más ancha que alta. Cogí la taza de café y las manos me temblaban más que la gelatina. Cuando levantó la mano y me sonrío supe que era ella. No lo creeréis pero tenía más grasa en los dedos que una sartén de un bar de barrio. Se sentó, pidió un café con leche y empezó a contarme su vida; madre soltera y luchadora, el típico discurso que aburre más que el el Barça tocando balón en campo contrario. Todo lo que dije de mi, era mentira. No se, supongo que no tenía ganas de conocerla, sabía que sería una mujer de paso y le conté mentiras a más no poder. Que era Policía Nacional, que había viajado por todo el mundo cuando no he pasado de Despeñaperros, que había hecho de misionero en África.
Cuando me preguntó qué buscaba en Tinder le dije que únicamente sexo. Que me había separado hacía nada y que no estaba preparado para nada más. Imaginé que me diría que era majo pero que no buscaba eso pero.... voilà! Me dijo que ya no hacía esas cosas, que ahora lo ponía mucho más difícil, bla bla bla... pero que haría una excepción.
Fuimos a mi casa. A las 16 horas. Con todo el solano pegando de frente. Ese sol cabrón que le hacía sudar toda la cara, especialmente el bigote. Tenía pelo en la barbilla, pero pelos gruesos y negros tizón. Pero eso era lo de menos. Me dijo que le hiciera un masaje para romper el hielo y cuando la tenía de espaldas y varada en la cama pensé que estaba haciendo con mi vida. Ya no había marcha atrás. Mientras la masajeaba, ella empezó a tocarme el rabo con la mano muerta. Yo fui bajando las manos con el masaje hasta que llegué al coño (intentando evitar el culo) y, bueno, empecé a manosear eso. Nunca vi nada tan grande, mejor dicho, nunca sentí porque no quería ver eso. Era extremadamente grande, ya no me refiero a la vagina que también, sino todo en conjunto. Húmedo como Vigo en febrero.
¿Tienes condones? me dijo. Saqué una y mientras ella seguía varada de espaldas y con la cabeza desplomada en la almohada se la enchufé. Gimiendo parecía un cochino en un charco de mierda, pero cosas de la vida, la fricción fue buena y en menos de dos minutos tuve ganas de correrme y no me contuve. ¡Ehhhh que yo no he terminado! me dijo mientras se giraba con la cara sudada y el pelo pegado a la cara. Pretendió que le comiera el chocho, pero mi vino un hedor tan grande que no fui capaz le llame a un taxi para que se fuera y me puse a llorar.
En fin, tiempos pasados siempre fueron mejores.
La conversación desde el primer momento la enfoqué al sexo. Era gracioso como lo esquivaba y me soltaba el discurso que estaba cansada de follar con tios de Tinder. Creo que estos manatís tienen más fácil follar que una tia normal o guapa y es que son mujeres que solo las queremos para follar. A poder ser en la primera cita y fuera. Antes de que se me echen encima las feminazis, decir que almenos follan y son deseadas durante 20 minutos. Porque, ahora, imagina a un gordo de 140kg decir la frase "Estoy cansado de follarme a tias de Tinder". El chiste se cuenta solo.
Quedamos y bueno. La vi desde lejos y recé a Dios, sin ser religioso, que no fuera esa chica. Os juro que era más ancha que alta. Cogí la taza de café y las manos me temblaban más que la gelatina. Cuando levantó la mano y me sonrío supe que era ella. No lo creeréis pero tenía más grasa en los dedos que una sartén de un bar de barrio. Se sentó, pidió un café con leche y empezó a contarme su vida; madre soltera y luchadora, el típico discurso que aburre más que el el Barça tocando balón en campo contrario. Todo lo que dije de mi, era mentira. No se, supongo que no tenía ganas de conocerla, sabía que sería una mujer de paso y le conté mentiras a más no poder. Que era Policía Nacional, que había viajado por todo el mundo cuando no he pasado de Despeñaperros, que había hecho de misionero en África.
Cuando me preguntó qué buscaba en Tinder le dije que únicamente sexo. Que me había separado hacía nada y que no estaba preparado para nada más. Imaginé que me diría que era majo pero que no buscaba eso pero.... voilà! Me dijo que ya no hacía esas cosas, que ahora lo ponía mucho más difícil, bla bla bla... pero que haría una excepción.
Fuimos a mi casa. A las 16 horas. Con todo el solano pegando de frente. Ese sol cabrón que le hacía sudar toda la cara, especialmente el bigote. Tenía pelo en la barbilla, pero pelos gruesos y negros tizón. Pero eso era lo de menos. Me dijo que le hiciera un masaje para romper el hielo y cuando la tenía de espaldas y varada en la cama pensé que estaba haciendo con mi vida. Ya no había marcha atrás. Mientras la masajeaba, ella empezó a tocarme el rabo con la mano muerta. Yo fui bajando las manos con el masaje hasta que llegué al coño (intentando evitar el culo) y, bueno, empecé a manosear eso. Nunca vi nada tan grande, mejor dicho, nunca sentí porque no quería ver eso. Era extremadamente grande, ya no me refiero a la vagina que también, sino todo en conjunto. Húmedo como Vigo en febrero.
¿Tienes condones? me dijo. Saqué una y mientras ella seguía varada de espaldas y con la cabeza desplomada en la almohada se la enchufé. Gimiendo parecía un cochino en un charco de mierda, pero cosas de la vida, la fricción fue buena y en menos de dos minutos tuve ganas de correrme y no me contuve. ¡Ehhhh que yo no he terminado! me dijo mientras se giraba con la cara sudada y el pelo pegado a la cara. Pretendió que le comiera el chocho, pero mi vino un hedor tan grande que no fui capaz le llame a un taxi para que se fuera y me puse a llorar.
En fin, tiempos pasados siempre fueron mejores.