Anoche fui al cine a ver La Cinta Blanca.
Obviaré los lugares comunes que he leído en todas las críticas porque ni voy de gafapasta ni he visto todavía ninguna de Bergman.
Lo que sí he visto es unas pocas películas de Moderneke, y el cambio de registro es evidente. De la violencia explícita pasamos a la sugerencia, al poder de lo implícito. La asfixia de un pueblo enfermo nos remite a Dogville, y en cierta medida a "El Seductor". Cada plano es un cuadro de época, con unas composiciones estudiadísimas donde nada queda al azar. La luz, las celadas, la ocultación y el secreto forman parte de la cinta como un personaje más, tal vez el más importante.
En pocas películas he visto un análisis psicológico de personajes tan descarnado, tan enfermizo. Uno puede adivinar sin esfuerzo cómo arden los cerebros de esos personajes, como van pudriéndose desde bien pequeños, sumidos en una vida de contradicciones y apariencias que esconden gravísimas desviaciones que nos resultan actuales.
Y es que es ésa la clave del film. En un mundo lejano, pretérrito, vamos descubriendo poco a poco la evidencia de que el ser humano es y ha sido siempre un manojo de pasiones y desviaciones. Los hombres fornican con desprecio, se sienten atraídos por sus propias hijas púberes, los niños se masturban y dan tremendas palizas a los más débiles, y los pobres desean asesinar a los ricos.
Entre todo el fango Moderneke nos ofrece momentos de alicio, encarnados en el inocente amor que el profesor siente por Eva, a la que jamás mancilla, a la que jamás defrauda. Cuando la asfixia de la corrupción moral amenaza con ahogarnos, ahí aparece el comedido profesor, que ama sin reservas a una muchacha rubia que representa la inocencia. Así como en Dogville Paul Bettanny acaba violando a Nicole Kidman, como el resto del pueblo, aquí el profesor se mantiene íntegro y ajeno a la destrucción de todo lo humano, narrando a la vez desde dentro y desde fuera.
Final abrupto y revelador, con un plano final que es la misma representación del infierno pintado al fresco.